A la hora de comentar el manga de "Saint Seiya", tengo en cuenda dos cosas. La primera, que es un cómic que me encanta, que disfruto muchísimo en casi todos sus arcos. La segunda, que es un cómic desastroso a nivel argumental.
Porque sí, su autor, Masami Kurumada, es un pésimo guionista. Lo digo a la vez que afirmo de nuevo que me gusta mucho esta obra suya. Porque también tengo que reconocer que dibuja unos personajes con mucho carisma y que, sobre todo, diseña unas armaduras con mucho carisma.
"Saint Seiya" es una de las series más vendidas de la historia de Japón. Exportada fuera de sus fronteras con un éxito fulminante, tiene adaptaciones a televisión, películas de todo pelaje, secuelas, precuelas, muñecos (miles), parodias, imitaciones.
Puede que su interminable merchandising haya hecho mucho. Los juguetes de Seiya y sus amigos son una delicia en cualquier estantería. Sus colecciones siguen moviéndose por todas partes hoy. Y lo hacen desde que en diciembre de 1985 empezase a publicarse el manga.
Masami Kurumada sigue realmente el esquema de toda serie épica. Llegan unos villanos y los protagonistas les vencen. Alguno de ellos se pasa al bando de los buenos. Luego, llegan otros villanos más fuertes y se repite la operación. Y así en diversas sagas. Nada que no hayamos visto. Es el esquema de "Dragon Ball", de "Rurouni Kenshin", de "El Puño de la Estrella del Norte", de "Sailor Moon", de "Naruto", de mil series japonesas más.
El problema es que Kurumada improvisa constantemente y de forma descarada. No tiene nada atado. Nunca. O prácticamente nunca. Da la impresión de que dibuja a la vez de arma su trama e incluso de que lo que le interesa realmente es diseñar armaduras y armaduras y más armaduras.
En "Saint Seiya" todo es una constante huida hacia adelante. Desde el número uno. Las incongruencias se amontonan, se solapan, se multiplican. Y él las resuelve casi siempre inventando algo nuevo de golpe.
Los personajes pasan de ser villanos a defensores del bien en segundos. La trama da giros que han salido de la nada y que a veces hasta dan risa de lo absurdos que son. Un simple humano expande su fuerza y derrota a un dios de buenas a primeras. Aparece un objeto mágico que salva la papeleta por la cara. Resucita un personaje gratuitamente que saca las castañas del fuego. Vuelve un familiar o amigo de alguien (del que no se ha dicho absolutamente nada hasta ese justo momento) para echar una mano decisiva.
Esta es la constante de este manga. Todo ello mientras los protagonistas apenas evolucionan: son casi todos cartones estereotipados que repiten su papel una y otra vez en cada combate (el caballero del Dragón siempre acaba sacrificando algún sentido, del del Cisne se acuerda de su madre y saca fuerzas de flaqueza, el de Andrómeda no quiere pelear pero ha de hacerlo, el del Fénix resucita mil veces).
Y a pesar de todo, la serie tiene mucho encanto. Es divertidísima. Se lee en un vuelo, y son 28 tomos. Aunque también tiene partes (en especial los primeros arcos y la saga de Hades) que resultan bastante repetitivas y que acaban cansando mucho.
El mensaje de "Saint Seiya" es positivo: trata de enseñar que con valentía y bondad se puede cambiar el mundo y que el mal siempre acaba perdiendo ante la honestidad, la humildad y la humanidad. El cosmos es el símbolo de todo esto: lo poseen todos los caballeros, y la armadura es un simple complemento que protege y ayuda pero que no resulta determinante en un combate final.
También es un manga pacifista. Esto es representado especialmente en el caballero de Andrómeda, que odia la violencia y detesta pelear y que trata siempre y a toda costa de solucionar los conflictos por medio del diálogo.
Por otra parte, estamos también ante un cómic claramente machista. Los caballeros, incluso cuando se enfrentan a mujeres que son más poderosas que ellos, repiten siempre la misma frase o alguna similar: "No te voy a hacer daño porque eres una mujer".
Es machista pero además es paternalista y contradictorio, ya que el personaje más fuerte de todos es precisamente una mujer, Atenea, y es sin embargo la mujer, valga la redundancia, a la que hay que proteger constantemente de toda clase de males.
Este manga empezó en 1985, y en un país como Japón. Creo que es importante conocer el contexto en el que se desarrolló y tener en cuenta la década en la que tuvo su "boom".
-LA SAGA DEL SANTUARIO
La primera saga es la más extensa de las tres del manga, sobre todo porque dentro de ella guarda varios arcos argumentales, algo que no hacen las dos siguientes.
El primero es el del Torneo Galáctico: se organiza en Japón una competición de Caballeros de Bronce en la que se presentan a los personajes principales, los caballeros del Pegaso, del Cisne, del Dragón, de Andrómeda y del Fénix.
Hay otros cinco más que también participan: el Unicornio, la Hidra, el Lobo, el Oso y el León Menor. No tendrán mucha más importancia más allá de esta saga, y es una pena porque daban bastante juego (en especial el del Unicornio, que empieza siendo una suerte de versión chulesca de Pegaso y que da la impresión total de ser un personaje abandonado por Kurumada a mitad de camino).
Este arco se fusiona con el de los Caballeros Negros, que detiene el torneo. Los dos son bastante absurdos. Muy absurdos cabría decir, porque llegan al auténtico delirio de la improvisación.
La existencia del mismo torneo, que es televisado además y seguido a nivel mundial, es bastante tonta, y la de los mencionados Caballeros Negros (de los que solamente se muestran cinco, y de forma bastante cutre) también.
Todo es gratuito, todo ocurre porque sí, y además hay lagunas por todas partes. El Caballero del Fénix empieza siendo un villano sin convicción, nadie se extraña de que los caballeros existan y se exhiban públicamente en un torneo, sus versiones negras no tienen profundidad ninguna ni se dice por qué y a cuento de qué existen y la explicación de por qué está pasando todo esto (la que atañe al padre de Saori) es absolutamente demencial.
El arco de los Caballeros de Plata mejora ligeramente: se va articulando el universo que late alrededor del Santuario y algunas cosas empiezan a cobrar un mínimo de sentido.
Por desgracia, estos Caballeros de Plata no sirven para prácticamente nada casi ninguno de ellos. Conforman el grupo más numeroso de todos los caballeros sin contar a los espectros de Hades de la tercera saga y no hacen nada salvo presentarse uno tras otro, soltar una fanfarronada, exhibir una técnica especial y ser derrotados por los Caballeros de Bronce.
Solamente el Caballero de Perseo pone a los protagonistas en un aprieto real: el resto, apenas sirven para caer derrotados a las primeras de cambio, y muchas veces con excusas bastante baratas.
Así, combate tras combate, salida de tiesto tras salida de tiesto, llegamos por fin al enfrentamiento con los Caballeros de Oro. Empieza la dinámica que ha hecho famosa a "Saint Seiya": las carreras por templos.
Tenemos una serie de templos con un villano en cada uno, y los Caballeros de Bronce van superándolos tras derrotar a su morador. Así, hasta doce.
Aquí, sin embargo, Kurumada hace las cosas con más sentido. Posiblemente, tenía todo esto mucho mejor pensado y articulado antes de ponerse a dibujar.
Los Caballeros de Bronce no vencen a todos los Caballeros de Oro, y a los pocos a los que derrotan lo hacen tras mucho sufrimiento, con ayuda externa o después de que éstos hayan descubierto la conspiración del Sumo Sacerdote o dudado de él.
Es uno de los momentos álgidos de todo el cómic, y estos caballeros que representan al Zodiaco son todos bombas de carisma, desde los más bondadosos a los más malévolos. El combate final contra el Sumo Sacerdote (con identidad secreta bastante bien llevada) es fantástico, épico e inolvidable.
-LA MINI-SAGA DE ALEXER
Entre la saga del Santuario y la saga de Poseidón, existe una mini-saga en la que el protagonista es únicamente el Caballero del Cisne, que vuelve a su helado hogar para enfrentarse a Alexer, el Caballero Azul.
Este villano, muy olvidado, apenas está presente unas treinta páginas, y es una referencia a las diversas leyendas de las culturas nórdicas europeas y asiáticas. Quiere congelar el mundo con sus poderes y el Cisne se lo ha de impedir en un combate épico.
La saga de Alexer es muy corta y no aporta demasiado a las demás, pero es un divertido y curioso tentempié para disfrutar antes de continuar con las ramas grandes de los arcos argumentales centrales.
-LA SAGA DE POSEIDÓN
Habiendo vuelto el Santuario a la paz, toca ahora enfrentarse a Poseidón, el dios de los mares, que quiere sumergir la Tierra con un gran diluvio y crear un mundo nuevo.
El esquema vuelve a ser el mismo: siete templos, y en cada uno una Marina, un gran general de Poseidón al que un Caballero de Bronce debe vencer.
Los Caballeros de Oro que sobrevivieron, que podrían haber sido de una gran ayuda aquí, no pueden luchar contra Poseidón con una excusa bastante barata de Kurumada (cogidísima con pinzas) y los protagonistas se tienen que comer con patatas otra vez a enemigos mucho más fuertes que ellos.
A pesar de todo, creo que esta saga, junto con la parte final de la anterior, la lucha contra los Caballeros de Oro, es la mejor del cómic.
Los combates son coherentes y emocionantes, los nuevos enemigos carismáticos (Sorrento de la Sirena e Isaac del Kraken son por ejemplo dos personajes muy bien construidos, raro en el autor) y el desenlace está bien llevado.
Poseidón como nuevo villano ayuda: no se trata de un "malvado al uso", sino que es un dios soberbio que tiene su propio plan para "salvar" a la humanidad.
También personajes como el misterioso Dragón del Mar ayudan a mantener el interés, pues su subtrama sirve para complicar un poco más las cosas y diferenciar a la saga de la anterior.
-LA SAGA DE HADES
El despropósito vuelve sin embargo con esta saga final: la saga de Hades, el otro hermano de Poseidón, que quiere sumir al mundo en las tinieblas y sembrarlo de demonios y espectros.
Este arco final es un completo caos. Mal ideado, mal estructurado, mal resuelto, con un ritmo abrupto y con momentos verdaderamente aburridos y faltos de interés. Aquí sí que ocurre todo porque sí, y los giros de guión absurdos llegan sin cesar, sin descanso, como en los inicios del cómic.
Los nuevos villanos tienen carisma, ojo, y por supuesto portan armaduras inspiradas en seres mitológicos diabólicos muy bien diseñadas. Sin embargo, aquí termina todo lo positivo de esta saga.
La primera parte tiene como protagonistas (por fin, de una maldita vez) a los Caballeros de Oro, que han de hacer frente a los que murieron en la saga del Santuario, que han vuelto a la vida gracias a Hades en un giro cogido con pinzas que no se cree nadie porque simplemente no cuadra.
La segunda, vuelve a tener en cabeza a los Caballeros de Bronce, con armaduras mejoradas, que van al mismo Infierno persiguiendo a Hades y a sus esbirros acompañados por Kánon de Géminis y por el Caballero de Libra. El primero lo hace todo, y el segundo nada: Kurumada se olvida de él durante toda la trama para sacarlo solamente al final de ella para que saque las castañas del fuego y se ponga la medallita. Terrible.
Todo es aquí un desastre: muertes absurdas, personajes que quedan casi olvidados, soluciones a enigmas totalmente chorras, personajes malísimos que se pasan al bando de los buenos en dos segundos, dioses que son vencidos sin sentido por simples humanos, un Hades sin apenas carisma y muy mal aprovechado que solamente aparece en el último tomo y un desenlace precipitado, hecho deprisa y corriendo, en el que no queda nada claro y en el que se quedan bastantes tramas abiertas de mala manera.
"Saint Seiya" es un cómic divertido en todo su absurdo que tiene su gran baza en sus inolvidables personajes y las armaduras que portan. Es extremadamente disfrutable, pero hay que saber lo que se va a leer y no tomárselo demasiado en serio.
Ha tenido varias precuelas y secuelas en las viñetas, y también sus adaptaciones correspondientes para la pantalla pequeña. Y sigue generando material y nuevas sagas: su fandom es tan entregado que nunca, nunca lo abandona. En estos meses, me iré leyendo sus diversas continuaciones y cómics derivados para ir, poco a poco, comentándolos.
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