MAD MAD: FURY ROAD. UN RETORNO POR LA PUERTA GRANDE

"Mad Max: Fury Road", llegada justo treinta años después del cierre de la saga en 1985, es la tardía cuarta película de las aventuras de Mad Max, que ahora es un excelente Tom Hardy que se adecua perfectamente a las exigencias taciturnas del papel.

No es este filme un remake, ni un reinicio: en todas las páginas oficiales que he consultado señalan que se trata de la cuarta película de la epopeya del guerrero de la carretera.

Sí que usa George Miller mucho, y conscientemente, la ambigüedad a este respecto: los apuntes argumentales que se dan del héroe aquí son mínimos y juegan a, de alguna manera, contentar tanto a los que querían que fuese dicha cuarta parte de sus aventuras como a los que querían que fuese un reinicio.

Mad Max tiene visiones y recuerdos de gente que murió por su culpa, supuestamente: puede ser su familia, fallecida en la primera entrega, pero también pueden ser los Niños Perdidos de la tercera (se insinúa de alguna forma que ya no están a causa de un hecho violento y que él metió la pata de alguna manera).

Queda todo a gusto del consumidor, en una jugada algo tramposa pero que creo que es acertada porque ha pasado demasiado tiempo desde aquella trilogía que cambió el género post-apocalíptico para siempre en los setenta y en los ochenta.

"Mad Max: Fury Road" es una suerte de prólogo gigantesco a lo que parece que podría ser una nueva colección de películas. Se presentan a los personajes con meros apuntes y empieza la acción.

Este hecho es amado por unos y odiado por otros: en su día, cuando vi el filme en el cine, yo mismo pensé que era un infumable videoclip de dos horas supersobrevalorado. Luego, cuando la he vuelto a ver, me ha ido gustando bastante más.

Como he dicho, los personajes son meros apuntes, pero lo cierto es que también son bombas de carisma. Tom Hardy sustituye muy bien a Mel Gibson, y su nueva compañera, Imperator Furiosa, es una Charlize Theron absolutamente fantástica (el mejor personaje de todos).

Los secundarios cumplen muy bien y el villano de turno, Immortal Joe, tiene bastante gracia porque es una parodia de los villanos anteriores e incluso está interpretado por Hugh Keays-Byrne, que fue también El Cortadedos, el malo malísimo de la primera entrega de 1979.

Los mensajes sociales y feministas están bien insertados, y aunque son breves, cumplen con su función y convierten a "Mad Max: Fury Road" en una simple pero efectiva alegoría sobre las tiranías religiosas, fanáticas y personalistas y sobre el engaño a un pueblo inculto que no quiere abrir los ojos.

Pero sobre todo, si algo hace magistral a esta película es su ambientación, primero, y sus escenas de acción, segundo.

El mundo post-apocalíptico punk de "Mad Mad: Fury Road", deliciosamente "retro" en esta década en la que el mencionado punk ya no predomina tanto, es una delicia visual. 

Las ciudades, las vestimentas de sus habitantes, los paisajes, los coches, los engendros mecánicos, los mutantes: todo es una absoluta y desprejuiciada delicia. Y el tipo de la guitarra, por supuesto: no me olvido.

La acción, finalmente, es de matrícula de honor. George Miller nos entrega, basándose en muchos conceptos de "Mad Max II. El guerrero de la carretera" (en muchos aspectos llega casi a rozar el "remake encubierto" que es hoy tan criticado, pero se le perdona), un espectáculo pirotécnico de coreografías perfectas, frenéticas, demenciales, divertidísimas.

"Mad Mad: Fury Road" funciona muy bien y es una de las mejores películas de acción de la historia. Se ha convertido por ello en un merecido clásico instantáneo del género.

Sí que le falta más desarrollo de todos los personajes, e incluso del mismo Mad Max. Sin embargo, dada su mencionada condición de "prólogo", justificada en el retorno de la saga tras la friolera de tres décadas, se salva por aquí.

Eso sí, una trama basada en tan pocos apuntes argumentales no creo que funcionase en una hipotética quinta parte, la cual se está haciendo, por cierto, bastante de rogar.