viernes, 13 de septiembre de 2019

MIDORI, LA NIÑA DE LAS CAMELIAS. LA BELLEZA EXPRIMIDA DE LA OSCURIDAD


Suehiro Maruo es un autor de manga que se toma a sí mismo un poco a cachondeo. Dice en su biografía que desconoce su grupo sanguíneo y que por las noches, para inspirarse, suele pasear por cementerios.

Es, además de creador de cómics, actor de teatro de la compañía Tokyo Grand Guignol. Todo es prestidigitación: el Grand Guignol, creado en el barrio de Pigalle en París en 1897, era un teatro especializado en shows de horror naturalista y amoral.


A grandes rasgos, este tipo de teatro, que ya es un género en sí mismo, suele mostrar fenómenos aberrantes, maldad pura, sangre, vísceras, ambientes oscuros y ambiguos. Su influencia se puede rastrear en infinidad de obras de terror y hasta en el "slasher".

Suehiro Maruo es un autor de Grand Guignol en todos los aspectos. Sus mundos suelen estar poblados de seres malévolos, de feísmo, de brutalidad y sadismo y de suciedad. Y, sin embargo, también abunda en su obra un lirismo desagradable pero evocador.


Porque este autor sabe como nadie extraer la belleza de lo repugnante y crear en el lector una dicotomía ambigua, sorprendente, que le saca a tortazos de su zona de confort. 

Sus obras más famosas son posiblemente la saga de "La sonrisa del vampiro" y esta "Midori, la niña de las camelias" que hoy comento.

Este cómic es un cuento sobre la infancia perdida pero extremadamente retorcido, que toma las constantes de su género y las aberra hasta límites insospechados.


Midori es una niña que está entrando en la adolescencia y que, debido a ciertas circunstancias, se ha alistado en las filas de un teatro de variedades y freaks (un homenaje claro al propio Grand Guignol). En este lugar, vive extrañas y crudas aventuras.

"Midori, la niña de las camelias" es puro Maruo. El contraste es total y constante: su "belleza asquerosa" está genialmente recreada. Escenas brutales, sangrientas, o de sexo enfermizo, son mostradas por medio de un dibujo precioso, delicado, de trazo realista suave y casi romántico.


La protagonista vive mil y un infortunios y su creador no se corta un pelo. Tenemos violencia, abuso laboral, acoso, explotación de niños, violaciones, asesinatos. Todo en medio de un dibujo, como he dicho, primoroso.

Y, por su fuera poco, Maruo da otra vuelta de tuerca e inserta escenas de humor y de "slapstick" que nos desatan risas en medio de tanto tremendismo. Y, además, llena su cómic sin parar de referencias culturales.



"Midori, la niña de las camelias" es una obra incómoda. De principio a fin. Pone al lector a sufrir con una pobre niña y con un pobre grupo de freaks marginados y le pone por delante toda clase de escenas degradantes y violentas y, encima, las salpica de lirismo y humor.

Ambientado, según se puede ver en las pistas que deja, en el Japón que acaba de salir de la Segunda Guerra Mundial, este cómic es una pesadilla alucinógena, impactante, que no deja indiferente y que además está impregnado, en su desenlace, de una enigmática melancolía.


Chocante, ambiguo, crudo, bello, "Midori, la niña de las camelias" es un cuento sobre el paso brusco y terrible a la madurez que provocará reacciones encontradas de todo tipo con sus contrapuntos abismales.

No esperen ni una sola concesión de Suehiro Maruo, ni a nivel de trama, ni a nivel de mensaje, ni a nivel estético. Disfruten de sus sensaciones y de sus propias interpretaciones.


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