LOS DUELISTAS de Ridley Scott - 1977 - ("The Duellists")
La carrera para la gran pantalla de Ridley Scott empezó de una manera inmejorable. Revolucionó el cine de ciencia ficción en su momento con dos de sus grandes obras maestras: "Alien, el octavo pasajero" y "Blade Runner", antes de entrar en una incomprensible espiral de mediocridad alternada con alguna que otra creación digna de la que en los últimos años ha logrado ir saliendo por suerte gracias a filmes mucho más inspirados que los de su etapa intermedia.
Su primera obra, la "otra maestra", muy poco conocida en comparación con sus dos revolucionarias cintas de ciencia ficción y con otras posteriores, fue "Los duelistas", basada en la novela corta homónima (bueno, casi es un relato) de Joseph Conrad, que fue alabada por público y crítica y que le confirmó como joven promesa.
En su ópera prima Scott narra la rivalidad enfermiza que mantienen dos duelistas que se encuentran sin cesar durante veinte interminables años a lo largo y ancho de la convulsa Europa del siglo XIX.
Cuando uno de ellos (Keith Carradine) amonesta al otro por orden de sus superiores le hiere, sin buscarlo, en su honor más íntimo. Éste otro, un soberbio y por momentos aterrador Harvey Keitel, le exige una compensación y le reta a un primer duelo. Por ironías del destino, el duelo termina bruscamente y se prolonga durante años.
La vida del primer duelista llega a ser un auténtico infierno mientras el segundo lo persigue incansablemente pueblo tras pueblo, ciudad tras ciudad, guerra tras guerra, hasta que él mismo acaba aceptando este duelo como parte de su vida y llega a asumirlo como otro asunto de honor insalvable.
En la cadena de luchas con espadas y pistolas que los envuelve y que les destroza la vida a la vez que también les otorga a sus existencias una cierta motivación (la venganza y un cierto afán de superar al odiado y a su vez muy respetado adversario), se pude encontrar una mirada aguda hacia la guerra y hacia el sentido del honor llevado al grado más absurdo que provoca y prolonga tantas de ellas.
La estética que presenta el filme, que es un apabullante y precioso ejercicio de estilo, es completamente opuesta a la que su autor presentaría en sus siguientes obras y también a la que hoy en día cultiva: heredera de la de cintas como "Barry Lyndon" y con ecos de las obras más paisajísticas de Akira Kurosawa, se recrea en unos hermosísimos y espléndidamente fotografiados (con luz no artificial en muchísimas ocasiones) escenarios naturales exteriores e interiores.
La trama, además, la desarrolla de manera pausada y sobria. Cada fotograma es un cuadro, una postal.
Los combates constantes de los dos protagonistas, representados con un gran naturalismo y soberbiamente coreografiados, desgarran esta trama cada cierto tiempo, contraponiendo el lirismo contemplativo de ciertas escenas con la brutal violencia (que es mucha y muy visceral) de estas luchas, instaurando un sosiego extraño e intranquilo que mantiene al espectador en tensión durante todo el metraje.
Las estocadas, por cierto, duelen de verdad: no hay nada censurado en las heridas que los duelistas se inflingen mutuamente.
Scott dirige con un pulso magistral, rodando unos brutales y frenéticos combates cargados de poesía épica (el último es sencillamente inolvidable: para los anales del cine de todos los tiempos). "Los duelistas" es una película que debe ser revalorizada como se merece.
Su primera obra, la "otra maestra", muy poco conocida en comparación con sus dos revolucionarias cintas de ciencia ficción y con otras posteriores, fue "Los duelistas", basada en la novela corta homónima (bueno, casi es un relato) de Joseph Conrad, que fue alabada por público y crítica y que le confirmó como joven promesa.
En su ópera prima Scott narra la rivalidad enfermiza que mantienen dos duelistas que se encuentran sin cesar durante veinte interminables años a lo largo y ancho de la convulsa Europa del siglo XIX.
Cuando uno de ellos (Keith Carradine) amonesta al otro por orden de sus superiores le hiere, sin buscarlo, en su honor más íntimo. Éste otro, un soberbio y por momentos aterrador Harvey Keitel, le exige una compensación y le reta a un primer duelo. Por ironías del destino, el duelo termina bruscamente y se prolonga durante años.
La vida del primer duelista llega a ser un auténtico infierno mientras el segundo lo persigue incansablemente pueblo tras pueblo, ciudad tras ciudad, guerra tras guerra, hasta que él mismo acaba aceptando este duelo como parte de su vida y llega a asumirlo como otro asunto de honor insalvable.
En la cadena de luchas con espadas y pistolas que los envuelve y que les destroza la vida a la vez que también les otorga a sus existencias una cierta motivación (la venganza y un cierto afán de superar al odiado y a su vez muy respetado adversario), se pude encontrar una mirada aguda hacia la guerra y hacia el sentido del honor llevado al grado más absurdo que provoca y prolonga tantas de ellas.
La estética que presenta el filme, que es un apabullante y precioso ejercicio de estilo, es completamente opuesta a la que su autor presentaría en sus siguientes obras y también a la que hoy en día cultiva: heredera de la de cintas como "Barry Lyndon" y con ecos de las obras más paisajísticas de Akira Kurosawa, se recrea en unos hermosísimos y espléndidamente fotografiados (con luz no artificial en muchísimas ocasiones) escenarios naturales exteriores e interiores.
La trama, además, la desarrolla de manera pausada y sobria. Cada fotograma es un cuadro, una postal.
Los combates constantes de los dos protagonistas, representados con un gran naturalismo y soberbiamente coreografiados, desgarran esta trama cada cierto tiempo, contraponiendo el lirismo contemplativo de ciertas escenas con la brutal violencia (que es mucha y muy visceral) de estas luchas, instaurando un sosiego extraño e intranquilo que mantiene al espectador en tensión durante todo el metraje.
Las estocadas, por cierto, duelen de verdad: no hay nada censurado en las heridas que los duelistas se inflingen mutuamente.
Scott dirige con un pulso magistral, rodando unos brutales y frenéticos combates cargados de poesía épica (el último es sencillamente inolvidable: para los anales del cine de todos los tiempos). "Los duelistas" es una película que debe ser revalorizada como se merece.
"Los duelistas" es una obra que en muchos momentos homenajea la filmografía de Stanley Kubrick en pos de ofrecernos una experiencia ambientada en un periodo sumamente violento y que se contrapone con el lirismo del que hace gala su fotografía.
ResponderEliminarSin duda, una de las óperas primas del cineasta británico que puso de manifiesto su talento durante la década de los 70, 80 y 90.
Un saludo y buena crítica.
Muy justa tu reivindicación, las tres primeras películas de Scott son magistrales, luego todo se fue a pique.
ResponderEliminarSaludos.