domingo, 14 de junio de 2020

EL CASTILLO BLANCO. ORHAN PAMUK Y SU REFLEXIÓN SOBRE ORIENTE Y OCCIDENTE


Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura, es posiblemente el escritor turco moderno más conocido fuera de las fronteras de su país, y "El castillo blanco" (llamada en algunas ediciones previas "El astrólogo y el sultán") es la novela que le lanzó a la fama.

Pamuk es un hombre polémico en Turquía. Muy crítico con sus gobiernos y con el pasado de su nación, denuncia desde hace décadas y de forma incansable las violaciones de los derechos humanos en su tierra y, en especial, los genocidios kurdo y armenio, que en su opinión han sido silenciados.


Admirado por unos y odiado por otros, se ha visto obligado a pasar temporadas en otros países como los Estados Unidos debido a declaraciones polémicas que lo han puesto en el foco de atención del gobierno o de grupos políticos o religiosos radicales.

Sin embargo, Orhan Pamuk siempre ha terminado volviendo a Turquía, país que ama y sobre el que escribe en sus novelas (casi todas ellas ambientadas en Estambul, su ciudad). Él mismo ha reiterado en numerosas ocasiones que "nada ni nadie" le forzará al exilio.


"El castillo blanco" es la tercera novela de este gran autor, y es todo un desafío para el lector y una de las más lúcidas reflexiones que he disfrutado nunca sobre la relación entre oriente y occidente, uno de los asuntos recurrentes de sus obras.

Narra la historia, en primera persona, de un sabio veneciano del siglo XVII cuyo barco es asaltado por piratas otomanos cuando se dirige a Nápoles, lo que propicia que él sea llevado a Estambul como esclavo, en donde es comprado por otro sabio, éste de dicha ciudad.

Entre ellos surge una relación especial. Los dos, aunque criados en mundos radicalmente diferentes y, además, enfrentados, son intelectuales, hombres de ciencia e interesados por la razón y por los avances tecnológicos.


Son, además, increíblemente parecidos físicamente. Casi idénticos. Y el otomano está profundamente interesado en conocer lo máximo posible de la ciencia occidental y, a la vez, el veneciano aprende a desenvolverse en una cultura en la que también descubre sorpresas.

En un estilo elegante, lleno de detalles, suave y poético, Ohran Pamuk nos narra los avatares que sufren ambos en Estambul para poder ascender en la sociedad que domina el sultán. También, su relación de odio. Porque aunque colaboren, aunque se nutran el uno del otro, no dejan de ser amo y esclavo.

Dentro del referido asunto central de "El castillo blanco", el del encuentro entre oriente y occidente, hay otros que lo complementan y que le dan sentido al rico tapiz espiritual que el escritor crea.


La novela es histórica, sí, pero no es una novela histórica al uso: no está tan preocupada en la descripción de ambientes y de hechos como en la alegoría, el símbolo. Es prácticamente una fábula, y además es una fábula que trata de explicar la Turquía actual y su idiosincracia.

"El castillo blanco" es una parábola sobre el poder, sobre la división social y cultural, sobre la separación de dos mundos que no son en realidad tan diferentes, sobre la búsqueda del conocimiento y, en última instancia, sobre la decadencia del Imperio Otomano, que se quedó atrás en la rueda de los avances que trajo el Renacimiento en tantas culturas del Mediterráneo, y las consecuencias que todo esto tendrá en sus descendientes en siglos posteriores.


Otro elemento interesante de la novela es el del "doble", el del hombre que es exactamente igual que otro hombre y que puede acabar "fusionándose con él" (elemento que está en otras obras de Pamuk como "El libro negro").

El giro más espectacular de la narración nos deja claro que occidente y oriente no son tan diferentes, que en el fondo ambos lugares están habitados por seres humanos que buscan el bien o la mejora de su situación y la de los suyos.


Finalmente, hay también un poderoso halo metafísico que rodea al relato, que no deja de ser eso: un relato. Un relato contado por alguien que puede estar o no diciendo la verdad, o que puede estar o no manipulándola.

"El castillo blanco", novela corta pero compleja, llena de lecturas, para disfrutar varias veces, es un alegato contra la separación que propician violentamente las supuestas diferencias culturales, contra la intolerancia entre los pueblos de lados opuestos del mapa. Para mi es una novela ejemplar y genial.


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