lunes, 18 de mayo de 2020

AMERICAN BEAUTY. EL DEBUT DE ÉXITO FULMINANTE DE SAM MENDES


Hay gente que la adora y gente que la odia, y supongo que es normal. "American Beauty", el debut en la dirección de Sam Mendes y en el guión de Alan Ball ("A dos metros bajo tierra", "True Blood"...), fue un éxito instantáneo y ha sido parodiada e imitada hasta la saciedad y para bien o para mal es una película que ya tiene un lugar de honor en la historia del cine norteamericano.

Si bien creo que podría ser un poco más incisiva y cruda en el retrato social que hace (como sí lo es la que muchos han catalogado como su "rival", la genial y más revulsiva "Happiness" de Todd Solondz, producida un año antes), "American Beauty" me parece un ejercico excelente de crítica al Sueño Americano que se deja pocas cosas en el tintero: apunta sobre todo a la sociedad de las apariencias y la hipocresía, pero le tira también a la homofobia, al autoritarismo familiar, a la obsesión por el militarismo, a la alienación de la sociedad de la belleza estereotipada o a las frustraciones y represiones sexuales. 


Kevin Spacey está absolutamente brillante en el papel de un hombre que es aplastado por la mencionada sociedad de las apariencias: tiene una gran casa en un barrio residencial, todas sus necesidades cubiertas de sobra y una familia que, de puertas afuera, parece equilibrada y perfecta. 

Sin embargo, el sexo con su esposa es inexistente, al igual que la comunicación con ella y con su hija, y se siente, a las puertas de la crisis de la mediana edad, absolutamente hastiado y frustrado con su vida, que ve desaprovechada y alejada de lo que él en su juventud imaginaba que sería.


Cuando este personaje cambia, su entorno también lo hace, aunque puede que con fatídicas consecuencias.

En un estilo narrativo simple y conciso (marcado por las impresiones del propio protagonista) y con una visualidad sellada con las metafóricas rosas, que aparecen constantemente como símbolos tanto del triunfo (al parecer, el propio multimillonario John D. Rockefeller identificaba a la rosa "American Beauty" con esto) como de los sueños que todavía pueden ser posibles (surgen en las escenas oníricas), Mendes se mueve de personaje a personaje para mostrar una galería de caracteres muy abierta. 


La mujer obsesionada por el ascenso social, el homófobo enfermizamente reprimido, el joven que quiere ser libre y vive de espaldas al sistema que tratan de imponerle, la joven superficial y finalmente insegura, la joven que no quiere ser como la anteriomente citada.

Todos ellos se contraponen al principal de Spacey: unos le siguen en su búsqueda de la honestidad vital y del "carpe diem" que tanto tiempo ha olvidado; otros no pueden salir de sus cárceles sociales y de prejuicios. 


Estos personajes están todos maravillosamente interpretados; Annette Bening, Thora Birch, Wes Bentley, Mena Suvari o Chris Cooper entregan grandísimos papeles.

Irónica, desprejuiciada en su momento, con la dosis justa de tragicomedia y con un desenlace que sigue emocionando, "American Beauty" me sigue pareciendo un drama social en plena forma más de veinte años después de su estreno. Anticipó la carrera de uno de los directores ingleses más sólidos de hoy, Sam Mendes. 


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