Ocho años después de que la excelente "Terminator" se convirtiera merecidamente en uno de los grandes mitos de la ciencia ficción mundial y de la cultura norteamericana, James Cameron, ya instalado plenamente en la fama y en el reconocimiento, repetía con su personaje y con un Arnold Schwarzenegger igualmente en la cresta de la ola y nos regalaba una de las mejores películas de acción de la historia y también una de las mejores secuelas.
Rodada con muchísimo más presupuesto que la primera parte y con los mejores efectos especiales de la época, fue una de las primeras películas en las que se utilizaron imágenes generadas por ordenador -CGI- y el androide de metal líquido, su nueva adquisición, es gracias a esto un villano inolvidable.
"Terminator II. El juicio final" dejaba un poco de lado el aspecto más oscuro y terrorífico de su antecesora para centrarse en la acción pura y dura, configurando una trepidante road-movie de persecución con unos personajes desarrollados a la perfección, una historia emocionante y conmovedora conectada sin fisuras con la de la anterior entrega, unas soberbias escenas de acción (tal vez las mejores de toda la primera mitad de la década de los noventa) y unos actores muy carismáticos y más que competentes en sus papeles.
Schwarzenegger humaniza muchísimo a su "nuevo-viejo" personaje y demuestra que puede ser más que un simple actor de acción (otra cosa es que haya querido repetir hondura en siguientes productos, lo que no ha hecho por norma general), la por desgracia bastante olvidada Linda Hamilton da vida a un caracter mucho más fuerte y configura a la Sarah Connor definitiva que se quedó marcada en nuestras retinas como ejemplo de mujer luchadora e incansable, el malogrado Edward Furlong clava al joven y perdido John Connor y el también bastante devaluado Robert Patrick sabe dar miedo como villano frío y totalmente falto de sentimientos para crear un papel tan mítico como el del antagonista de la primera parte.
Comercialidad no es sinónimo de mala calidad; es más, en este caso es sinónimo de excelente calidad, como en casi todos los filmes de Cameron.
En una época en la que estaba muy de moda soltar esa estúpida y absurda coletilla de "segundas partes nunca fueron buenas" la secuela de "Terminator" le dio una patada en la boca a más de uno.
Sólo echo, tal vez, algo en falta en esta película: la ambientación sombría y el legado terrorífico y angustiante de la de 1984, a pesar de que en esta se logran momentos de tensión excelentes en la lucha contra el T-1000, que también ha quedado impreso para siempre en el imaginario colectivo.
Rodada con muchísimo más presupuesto que la primera parte y con los mejores efectos especiales de la época, fue una de las primeras películas en las que se utilizaron imágenes generadas por ordenador -CGI- y el androide de metal líquido, su nueva adquisición, es gracias a esto un villano inolvidable.
"Terminator II. El juicio final" dejaba un poco de lado el aspecto más oscuro y terrorífico de su antecesora para centrarse en la acción pura y dura, configurando una trepidante road-movie de persecución con unos personajes desarrollados a la perfección, una historia emocionante y conmovedora conectada sin fisuras con la de la anterior entrega, unas soberbias escenas de acción (tal vez las mejores de toda la primera mitad de la década de los noventa) y unos actores muy carismáticos y más que competentes en sus papeles.
Schwarzenegger humaniza muchísimo a su "nuevo-viejo" personaje y demuestra que puede ser más que un simple actor de acción (otra cosa es que haya querido repetir hondura en siguientes productos, lo que no ha hecho por norma general), la por desgracia bastante olvidada Linda Hamilton da vida a un caracter mucho más fuerte y configura a la Sarah Connor definitiva que se quedó marcada en nuestras retinas como ejemplo de mujer luchadora e incansable, el malogrado Edward Furlong clava al joven y perdido John Connor y el también bastante devaluado Robert Patrick sabe dar miedo como villano frío y totalmente falto de sentimientos para crear un papel tan mítico como el del antagonista de la primera parte.
Comercialidad no es sinónimo de mala calidad; es más, en este caso es sinónimo de excelente calidad, como en casi todos los filmes de Cameron.
En una época en la que estaba muy de moda soltar esa estúpida y absurda coletilla de "segundas partes nunca fueron buenas" la secuela de "Terminator" le dio una patada en la boca a más de uno.
Sólo echo, tal vez, algo en falta en esta película: la ambientación sombría y el legado terrorífico y angustiante de la de 1984, a pesar de que en esta se logran momentos de tensión excelentes en la lucha contra el T-1000, que también ha quedado impreso para siempre en el imaginario colectivo.
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