Echo de menos a Jiro Taniguchi. Creo que murió demasiado pronto y que nos dejó sin un buen puñado de obras que todavía tenía que mostrarnos.
Pocos autores como él me emocionan tanto. Pocos, muy pocos, son capaces de extraer de la cotidianeidad más simple y pasmosa tanta poesía, tanto lirismo, tanto amor por la vida. Y de forma sencilla, sin forzar nada, sin apretar la poética o hacerla barata.
"El caminante" es una de sus mejores obras. Otra más. En ella, lleva su estilo hacia la simpleza del día a día más absoluta: se limita a contar los paseos que un hombre da, durante su tiempo libre, por su vecindario y un poco más allá. Y de ellos extrae lecciones de vida puras.
El protagonista es un tipo común, sin nada especial, de mediana edad, que vive con su mujer en una casa con jardín de un barrio que parece estar a las afueras de su ciudad. Su ciudad es una ciudad japonesa normal y corriente, de provincias, que no parece grande. Trabaja en una oficina y no sabemos mucho más de él salvo lo evidente: que le encanta caminar.
Taniguchi elabora capítulos cortos: uno por cada paseo. Sin apenas diálogo. Sin apenas explicaciones. Viñetas, viñetas y viñetas. Paseos, paseos y paseos. Y vida cotidiana. Y paz. Y unos dibujos impresionantes en los que se puede sentir el piar de los pájaros y el susurro del viento y el pitido lejano de los coches.
En las acciones más niminas hay un significado profundo, una belleza increíble. Adoptar a un perro abandonado. Ayudar a unos niños a recuperar su avión, atrancado en un árbol. Echarse a dormir una siesta improvisada debajo de un cerezo. Observar las pequeñas acciones de los gatos de los vecinos. Salir a caminar en la ciudad y acabar llegando a las lindes del campo. Ir a la playa a escuchar a las olas.
"El caminante" es una colección preciosa de trozos de vida. Nos sentimos reconocidos en su personaje central, y descubrimos que toda ciudad, todo barrio, toda calle, es fascinante. La aventura de lo habitual está llena de posibilidades.
En un mundo acelerado, cada vez más acelerado incluso, donde no parece haber tiempo para simplemente detenerse y sentarse en un parque para ver pasar el tiempo, Jiro Taniguchi nos regala un "haiku visual" donde todo es reducido a la mínima expresión y, sin embargo, esta mínima expresión se hace gigante, universal.
No dejen de leer este manga. Una y otra vez, porque es además de esos que en cada relectura aportan algo nuevo, algún detalle que se nos escapó la vez anterior y que está cargado de significado. "El caminante" es una obra maestra pequeña e inmensa, preciosa y maravillosa.
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