SUSURROS DEL CORAZÓN de Yoshifumi Kondo - 1995 - ("Mimi wo sumaseba")
Yoshifumi Kondo era uno de los animadores más prometedores de Japón. Lo era porque nos dejó en 1998, y nos dejó con solamente 47 años a causa de una disección aórtica debida al exceso de trabajo. Esta muerte, muy habitual según leo en el país, tiene hasta una palabra propia allí: "Karoshi", que viene a ser "muerte por exceso de trabajo".
No es el de Kondo el único caso conocido de persona famosa japonesa (y concretamente del mundo de su arte, del manga, del anime) que fallece debido a esta lacra del entorno laboral de la nación, que ha llegado a ser un "asunto de estado" que se discute entre los políticos.
Yoshifumi Kondo estaba llamado a convertirse en uno de los grandes autores del Studio Ghibli: había trabajado en "Lupin III", "Conan, el niño del futuro", "Sherlock Hound", "Ana de las Tejas Verdes", "Recuerdos del ayer" o "La princesa Mononoke" y solamente dirigió una película, esta maravilla que hoy comento que es "Susurros del corazón".
Basada en el manga homónimo de Aoi Hiiragi, este filme es una obra maestra sobre el paso de la adolescencia a la madurez, sobre el primer amor y sobre la decisión de dedicar la vida al arte (algo que posiblemente tanto el mencionado mangaka como Kondo conocían bien).
Shizuku Tsukishima es una chica que va al instituto y que se enfrenta estos dilemas en la mencionada adolescencia. Está enamorada de Seiji Amasawa, un compañero con el que comparte el sacar los mismos libros de la biblioteca.
Gran lectora, Shizuku comienza a investigar a este chico y acaba encontrando un lugar muy especial y conociendo a personas muy especiales que van a hacer virar su vida hacia el encuentro pleno de la vocación artística.
Dedicarse a la creación artística no es fácil: no lo es ningún lugar. Estamos sumidos en una sociedad enloquecida (ya en 1995, año del filme, lo era) en la que prima el tener que ganarse la vida con trabajos o aburridos o frustrantes y que no respeta a quien trata de encontrar su oficio en algo que se salga de esta norma (en Japón además parece estar este pensamiento especialmente extendido).
Kondo no idealiza no obstante el mundo del arte: es un mundo difícil, muy difícil, y requiere de responsabilidad y valentía para poder enfrentarse a sus exigencias (paradójicamente, esas exigencias que a él mismo le minaron la salud y le acabaron matando).
Alrededor de este asunto pivota el del eterno amor, el mencionado primero de todos (y tal vez por ello el más puro y entregado), el de las relaciones familiares (con el esperable desencuentro generacional), el de los mecanismos de la creación literaria (aplicados a todo arte) y el del primer choque con las dificultades de la primera vida adulta.
El director nos narra todo esto con un lirismo mágico, delicado, que toca nuestros anhelos profundos, y con metáforas geniales como la de la historia del Barón Humbert von Gikkingen, que escenifica perfectamente la dicotomía entre el mundo real y el mundo de la imaginación y del arte y cómo se nutren ambos el uno del otro.
La animación es una preciosidad, como siempre en el Studio Ghibli, y escenas como la del concierto improvisado ponen los pelos de punta y han quedado para los anales de la historia del cine de animación.
"Susurros del corazón" es una obra maestra de un creador que por desgracia nos dejó muy joven y de forma trágica. Rindamos culto a su figura y a su memoria reivindicando esta joya animada imperecedera.
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