sábado, 29 de febrero de 2020

LOS NIÑOS DEL MAR. UN PRECIOSO SOPOR QUE NO VA A NINGUNA PARTE


LOS NIÑOS DEL MAR de Ayumo Watanabe - 2019 - ("Kaiju no kodomo")

"Los niños del mar" está basada en el manga homónimo de Daisuke Iragashi. No he leído nada de él, pero no paro de leer, valga la redundancia, que es uno de los autores más personales de Japón.

Digo esto porque es importante señalar que posiblemente, de conocer su versión de las viñetas, mi opinión sobre esta película habría sido bastante diferente.

Esta cinta, visualmente preciosa, es un canto ecologista al respeto por la naturaleza y por los animales ambientada en el medio marino. El cómic, también, al parecer. Sea como fuere, dicho cómic tiene cinco tomos y su adaptación dura un poco menos de dos horas.


Lo cierto es que no me enterado de nada de esta película de Ayumo Watanabe, especialista en adaptar obras de otros autores. Pero de nada, de nada, de nada.

Sí, hay un mensaje básico que está ahí y que es evidente: el ecologista, el mencionado. También, algunos sobre la incomunicación, sobre la unión de la familia, sobre el perdón y sobre la superación. Pero todo está tan difusamente expuesto y narrado que resulta imposible conectar con nada de lo que se propone.


La primera parte del filme tiene un cierto sentido: se presentan a unos personajes, se presenta una pequeña ciudad marítima, y aunque algunos de estos personajes aparecen de forma algo atropellada, hay un sentido narrativo.

Luego, todo se le va de las manos al director. Empiezan a suceder cosas que no sabemos de dónde vienen, los personajes comienzan a actuar de forma inexplicable, y la metáfora visual y el simbolismo se meten en la trama arrasando con todo y estamos de repente y sin darnos cuenta en una especie de videoclip que parece sacado de la publicidad de un centro de espiritualidad.


Y ya a partir de aquí todo pierde el sentido. El espectador se sumerge en un batiburrillo de escenas inconexas y de frases supuestamente trascendentales pero desligadas de todo que se vuelve verdaderamente infumable. Porque además es largo, largo, largo: se come la última media hora de la película.

Cuando "Los niños del mar" termina, se queda uno con cara de tonto, pensando en qué leches le han contado y en qué leches ha perdido dos horas de su vida.

Visualmente, es preciosa, eso sí, como he señalado. La animación, los escenarios, el trato de la luz. Todo. Pero eso no salva a un conjunto que no es más que una plasta soporífera de hechos inconexos incapaz de llegar a nadie. Espero poder leer algún día el manga y olvidar esta invitación a dormir una siesta demoledora.


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