jueves, 12 de diciembre de 2019

EPISODIO I: LA AMENAZA FANTASMA. LA GRAN DECEPCIÓN


En 1994 George Lucas anunció que iba a dirigir, otra vez personalmente, una nueva trilogía ambientada en el universo de “Star Wars” que narraría todo lo acontecido justo antes de su primera “Una nueva esperanza”.

Fue uno de los más famosos y sorprendentes anuncios de la década de los noventa, y cuatro años después llegaba a los cines “La amenaza fantasma”, la primera cinta de esta trilogía, que repitió el éxito comercial, la histeria colectiva y el maremoto de merchandising de las entonces anteriores tres entregas.

Sin embargo, artísticamente pienso que George Lucas destrozó no sólo este filme, sino los otros dos que le siguieron y por consiguiente su propio mundo y su propio mito: configuró un fiasco de tríptico que decepcionó a una grandísima parte del público y que aún hoy sigue suscitando iracundas reflexiones (a fans acérrimos incluidos).

Lo mismo ocurrió posteriormente, ya en esta década, con la nueva trilogía secuela que hasta ahora han dirigido J.J. Abrams y Rian Johnson, una trilogía que para mi es muy superior a ésta pero que también tiene fallos de bulto que la lastran (de ella hablaré también estos días).


Nunca he alcanzado a comprender cómo un magnate del cine y del merchandising del calibre de George Lucas pudo cargarse vilmente su propia creación.

Él mismo confesó que le vino muy largo dirigir “La Guerra de las Galaxias” en 1976 a pesar de su excelente acabado final.. Y yo me pregunto: ¿Por qué, sencillamente, no optó por la opción de dejar los nuevos rodajes en manos de otros cineastas como hizo con “El Imperio contraataca” y con “El retorno del Jedi”?


El dinero le sobraba y le sobra, y era del todo impensable que su nueva trilogía terminase siendo un fracaso. Contactos tampoco le faltaban: es amigo (y además íntimo) de grandísimos del celuloide como Steven Spielberg, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese. 

Sea como fuere, el caso es que terminó dirigiéndolas todas él solito... Y salió lo que salió. Veinte años sin ponerse detrás de una cámara no pueden dar buenos resultados: su dirección es torpísima, su sentido del ritmo está deteriorado, sus escenas de acción ya no son imaginativas y su estética se basa exclusivamente en la acumulación vulgar de elementos. 


Lucas se sentó delante de un carísimo ordenador y se limitó a dar órdenes caprichosas y a veces puramente aleatorias a un equipo de informáticos de primera y a un gran reparto. Y punto. Por si fuera poco, el guión que escribió era terrible.

La trama no tiene bastante con ser anodina y olvidable, sino que además ha que cargar con unos diálogos pueriles, con unas situaciones ridículas y con unos personajes superficiales hasta decir basta y pésimamente desarrollados.

Ni el carisma de intérpretes como Liam Neeson, Ewan McGregor, Natalie Portman o Samuel L. Jackson saca adelante a unos caracteres helados que no inspiran prácticamente nada o que incluso dan risa.


El Anakin niño por otra parte, Jake Lloyd, no tiene apenas fuerza como representación de lo que va a ser más tarde, y en la batalla final en el espacio el decir tanta chorrada no le favorece.

Únicamente ofrece algo medianamente emocionante este episodio durante el aceptable combate contra Darth Mual y durante la espectacular carrera de vainas en Tatooine, sin ninguna duda lo mejor de todo el filme.

Quedan ya otros bochornosos personajes como Jar Jar Binks, el secundario cómico más patético y despreciable de la historia del cine moderno (no sólo no tiene gracia, sino que además produce vergüenza ajena –tanto que en las otras dos películas su papel fue reducido prácticamente a la nada ante las peticiones de los propios fans, lo cual ya lo dice todo-) y Darth Maul, un villano con un diseño soberbio y aterrador pero desaprovechado hasta límites indignantes, sin apenas diálogo y con una muerte verdaderamente estúpida y precipitada.


No puedo tampoco dejar de mencionar la maldita idea que tuvo Lucas de incluir personajes míticos de las anteriores entregas metidos con calzador únicamente para contentar a ciertos fans y para establecer relaciones forzadas con ellas que para colmo ni siquiera están bien planificadas.

¿Qué diablos pintan C3-PO y R2-D2 en “La amenaza fantasma”? Y no me vengan con lo de que posteriormente “les borraron la memoria”, porque ese truco es una infame burla dirigida al espectador propia del más pésimo y chapucero de los escritores (y además ni Darth Vader ni Obi-Wan los reconocen en el futuro).


Para terminar (de una vez) queda ahí el horripilante cuento chino de los midiclorianos, que le quita a “La Fuerza” todo su mito y toda su aura de un plumazo y gratuitamente para reducirla a una tontería vírica.

“La amenaza fantasma” no fue más que eso: una película fantasma, una fantasmada de alguien que se cargó su propio universo desconozco por qué razón. Pero no se vayan, que la cosa no terminó aquí. Mañana, "El ataque de los clones".


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