MALDITOS BASTARDOS de Quentin Tarantino – 2009 – (“Inglorious bastards")
Inspirada muy libremente según he leído en la película de 1978 de Enzo Castellari “Aquel maldito tren blindado” (traducida al inglés precisamente como “The Inglorious bastards”), “Malditos bastardos”, sexto largometraje de Quentin Tarantino, narra la clásica historia de un grupo de hombres extravagantes que en una guerra se dedican a hostigar al enemigo de maneras todavía más extravagantes (y salvajes).
La guerra es una vez más la Segunda Guerra Mundial, y estos hombres son unos brutales y delirantes “matanazis” sedientos de venganza.
A caballo entre el cine bélico, el negro (cómo no), la comedia negra (cómo no de nuevo) y el drama (muchas de las películas de Tarantino terminan resultando puros dramas), “Malditos bastardos” es un nuevo collaje de influencias que se erige como todo un homenaje a toda una época (la que ambienta al filme) y al propio cine, contemplado de una manera muy cachonda como un arte-ente asesino que otorga justicia allí donde no la hay.
Canalla por encima de todo y cargada de referencias culturales (a la UFA y al cine de propaganda de Goebbles, a las películas de Leni Riefenstahl y de Georg Wilhelm Pabst, a actores como el gran Emil Jannings, al cine francés...), este filme de Tarantino realiza una suerte de reconstrucción de la Alemania del momento realista pero con aires de western e incluso de kitsch en la que no dejan de sucederse las escenas que el director adora (un “duelo mexicano a la alemana” en el que todos se apuntan mutuamente, conversaciones rápidas e inteligentes cargadas de guiños, momentos sádicos y sangrientos –que no falten-, pantomimas históricas delirantes...) que configuran una película agilísima cargada de tensión que, a pesar de durar dos horas y media, se pasa en un vuelo.
“Malditos bastardos” es una vez más un precioso y completamente desprejuiciado ejercicio de estilo con protagonista coral (y qué protagonista coral: Brad Pitt, Mélanie Laurent, Diane Kruger, Michael Fassbender, Eli Roth y unos inolvidables Daniel Brühl –genial su tontaina personaje- y Christoph Waltz –un villano de opereta carismático como pocos, estremecedor y despreciable pero también patético-) en el que todo vale, hasta pasarse la historia por el forro en aras de una venganza romántica. Muy buena película en todos los aspectos.
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