WATCHMEN de Alan Moore y Dave Gibbons - De 1986 a 1987 - ("Watchmen")
Cuando afronto la crítica de ciertas obras capitales, de calado inmenso, de las que parece que se ha dicho todo, me siento, lo reconozco, algo abrumado.
He releído "Watchmen" hace poco, y aprovecho para darle su lugar de honor en este blog. Y la tarea de simplemente reseñarla me parece titánica. Y estimulante, por supuesto.
"Watchmen", la obra capital de Alan Moore al guión, pienso, junto a "From Hell", y de Dave Gibbons al dibujo (y la tinta de John Higgins es también una maravilla, no la olvidemos), no deja de obtener premios y de reeditarse y de generar nuevo material desde que terminó en 1987.
Ahora mismo, tiene serie en curso, y tuvo hace diez años una película de Zack Snyder. Ambas, como todo lo que adapta algo de Moore, vinieron con polémica por no respetar la esencia de su mensaje. También tiene precuelas de sus personajes principales en cómic, escritas por otros autores, que igualmente no dejan de generar discusiones y debates.
"Watchmen" nació cuando DC adquirió los derechos de una serie de personajes de Charlton Comics que, tras ser encargados a Moore, terminaron mutando en un mundo completamente nuevo y en una de las más grandes obras maestras de la historia de las viñetas.
Se publico entre 1986 y 1987, y fue una auténtica revolución dentro del género de los superhéroes. De hecho, lo cambió para siempre. Aún más que otras historias similares de la época como las de Frank Miller.
Alan Moore ponía en la picota el propio concepto del superhéroe y le daba una vuelta de tuerca radical hasta convertir a los luchadores por la justicia por excelencia de los USA en personas normales y corrientes producto de una época convulsa y llena de contradicciones.
Los héroes con capa y máscara de "Watchmen" surgían en los años cuarenta y eran un trasunto de los ideales norteamericanos. Como en los cómics. Pero estos vivían en la sociedad realmente. Unos, peleaban contra villanos de opereta. Otros, ayudaban a los USA a aprovechar los restos de la Segunda Guerra Mundial para hacerse con la hegemonía mundial.
A mitad de los ochenta, justo cuando se ambienta este cómic, las máscaras han caído sin embargo. La mayoría de estos superhéroes están retirados o ilegalizados y el trauma de la Guerra de Vietnam y la tensión enfermiza de la Guerra Fría han calado hondo en ellos.
En este ambiente, un asesinato brutal da el pistoletazo de salida de una trama retorcida y magistral en la que Alan Moore refleja las preocupaciones de su momento.
La ristra de temas que trata "Watchmen" es apabullante. En unos pocos números retrata y critica la escalada nuclear de la Guerra Fría, el imperialismo norteamericano, la corrupción y la manipulación de los grandes estados y las grandes empresas, la demagogia de los medios, la violencia, la homofobia, el machismo, la hipocresía, la guerra cultural o la guerra entre diferentes concepciones morales.
Y no lo hace ejemplarizando, sino mostrando. Y revolviendo la mente del lector. Porque "Watchmen" es un cómic difícil. Muy difícil. No da nada masticado. No hace juicios para tranquilizar a quien lo lee. No crea personajes blancos o negros. No da una solución moral que nos deje satisfechos.
"Watchmen" es pura complejidad, pura escala de grises. Y sus personajes, también. El antihéroe más brutal y sanguinario puede tener la lucidez que le falta al idealista más aparentemente perfecto. El ser humano más avanzado puede ser la persona más fría y deshumanizada del mundo y el ser más débil el único que clame por la empatía y la compasión. El fascista más rancio puede ser también el humano más íntegro y el izquierdista más intachable el más helado de los manipuladores.
Si alguien que todavía no haya leído esa colección espera algo sencillo, de buenos y de malos, de claridad moral meridiana, que se olvide de ello. Absténganse también personas ultrapolitizadas que quieran que les doren la píldora.
Alan Moore no se casa con nadie, aunque sea una persona verdaderamente de izquierdas, como ha demostrado en muchas ocasiones y en muchas obras. No hace propaganda barata y no se corta un pelo a la hora de putear a quien tenga que putear, aunque sea de su propio bando.
Toda la serie está ordenada en una cuadrícula de nueve viñetas en la que fluye el maravilloso dibujo de Dave Gibbons, lleno de detalles imprescindibles para comprender toda la trama. Se alternan varias líneas de narración y otras que corresponden a la ficción que impera en este universo: la de las historias de piratas, que triunfan en un mundo donde los superhéroes con cotidianos.
Todo está perfectamente ensamblado en un fresco social riquísimo, apabullante pero extremadamente estimulante, lleno de guiños, de homenajes, de insinuaciones, de metáforas y de símbolos, de alegorías, de regalos que hay que cazar poco a poco, de secundarios tan básicos como los personajes principales.
También lo complementa todo una serie de documentos que se presentan al final de cada número (menos del último) y que son un collage delicioso de leer: desde fragmentos de libros hasta ensayos pasando por noticias, archivos clasificados, meros apuntes, biografías o artículos sobre cómic. Lo dicho: una delicia.
Mención especial merecen los "Relatos del Navío Negro", el mencionado cómic de piratas que se intercala en la narración de la historia principal, una auténtica delicatessen para los fans del género y del terror que, además, está relacionada con la trama a través de un ejercicio precioso de metaficción.
Aunque es una aseveración injusta, se dice mucho que "Watchmen" fue el cómic que lanzó a este arte como un arte "de derecho propio". No es cierto, pero sí que desde luego ayudó de forma definitiva a hacerlo.
Esta obra es esencial. En todos los aspectos. Su aura mítica es merecida, y Alan Moore, desde luego, cambió para siempre no solamente el género de los superhéroes, sino su medio completo. Si aún no la han leído, corran a por ella. Y sí la han leído... ¿A qué esperan para volver a leerla?
He releído "Watchmen" hace poco, y aprovecho para darle su lugar de honor en este blog. Y la tarea de simplemente reseñarla me parece titánica. Y estimulante, por supuesto.
"Watchmen", la obra capital de Alan Moore al guión, pienso, junto a "From Hell", y de Dave Gibbons al dibujo (y la tinta de John Higgins es también una maravilla, no la olvidemos), no deja de obtener premios y de reeditarse y de generar nuevo material desde que terminó en 1987.
Ahora mismo, tiene serie en curso, y tuvo hace diez años una película de Zack Snyder. Ambas, como todo lo que adapta algo de Moore, vinieron con polémica por no respetar la esencia de su mensaje. También tiene precuelas de sus personajes principales en cómic, escritas por otros autores, que igualmente no dejan de generar discusiones y debates.
"Watchmen" nació cuando DC adquirió los derechos de una serie de personajes de Charlton Comics que, tras ser encargados a Moore, terminaron mutando en un mundo completamente nuevo y en una de las más grandes obras maestras de la historia de las viñetas.
Se publico entre 1986 y 1987, y fue una auténtica revolución dentro del género de los superhéroes. De hecho, lo cambió para siempre. Aún más que otras historias similares de la época como las de Frank Miller.
Alan Moore ponía en la picota el propio concepto del superhéroe y le daba una vuelta de tuerca radical hasta convertir a los luchadores por la justicia por excelencia de los USA en personas normales y corrientes producto de una época convulsa y llena de contradicciones.
Los héroes con capa y máscara de "Watchmen" surgían en los años cuarenta y eran un trasunto de los ideales norteamericanos. Como en los cómics. Pero estos vivían en la sociedad realmente. Unos, peleaban contra villanos de opereta. Otros, ayudaban a los USA a aprovechar los restos de la Segunda Guerra Mundial para hacerse con la hegemonía mundial.
A mitad de los ochenta, justo cuando se ambienta este cómic, las máscaras han caído sin embargo. La mayoría de estos superhéroes están retirados o ilegalizados y el trauma de la Guerra de Vietnam y la tensión enfermiza de la Guerra Fría han calado hondo en ellos.
En este ambiente, un asesinato brutal da el pistoletazo de salida de una trama retorcida y magistral en la que Alan Moore refleja las preocupaciones de su momento.
La ristra de temas que trata "Watchmen" es apabullante. En unos pocos números retrata y critica la escalada nuclear de la Guerra Fría, el imperialismo norteamericano, la corrupción y la manipulación de los grandes estados y las grandes empresas, la demagogia de los medios, la violencia, la homofobia, el machismo, la hipocresía, la guerra cultural o la guerra entre diferentes concepciones morales.
Y no lo hace ejemplarizando, sino mostrando. Y revolviendo la mente del lector. Porque "Watchmen" es un cómic difícil. Muy difícil. No da nada masticado. No hace juicios para tranquilizar a quien lo lee. No crea personajes blancos o negros. No da una solución moral que nos deje satisfechos.
"Watchmen" es pura complejidad, pura escala de grises. Y sus personajes, también. El antihéroe más brutal y sanguinario puede tener la lucidez que le falta al idealista más aparentemente perfecto. El ser humano más avanzado puede ser la persona más fría y deshumanizada del mundo y el ser más débil el único que clame por la empatía y la compasión. El fascista más rancio puede ser también el humano más íntegro y el izquierdista más intachable el más helado de los manipuladores.
Si alguien que todavía no haya leído esa colección espera algo sencillo, de buenos y de malos, de claridad moral meridiana, que se olvide de ello. Absténganse también personas ultrapolitizadas que quieran que les doren la píldora.
Alan Moore no se casa con nadie, aunque sea una persona verdaderamente de izquierdas, como ha demostrado en muchas ocasiones y en muchas obras. No hace propaganda barata y no se corta un pelo a la hora de putear a quien tenga que putear, aunque sea de su propio bando.
Toda la serie está ordenada en una cuadrícula de nueve viñetas en la que fluye el maravilloso dibujo de Dave Gibbons, lleno de detalles imprescindibles para comprender toda la trama. Se alternan varias líneas de narración y otras que corresponden a la ficción que impera en este universo: la de las historias de piratas, que triunfan en un mundo donde los superhéroes con cotidianos.
Todo está perfectamente ensamblado en un fresco social riquísimo, apabullante pero extremadamente estimulante, lleno de guiños, de homenajes, de insinuaciones, de metáforas y de símbolos, de alegorías, de regalos que hay que cazar poco a poco, de secundarios tan básicos como los personajes principales.
También lo complementa todo una serie de documentos que se presentan al final de cada número (menos del último) y que son un collage delicioso de leer: desde fragmentos de libros hasta ensayos pasando por noticias, archivos clasificados, meros apuntes, biografías o artículos sobre cómic. Lo dicho: una delicia.
Mención especial merecen los "Relatos del Navío Negro", el mencionado cómic de piratas que se intercala en la narración de la historia principal, una auténtica delicatessen para los fans del género y del terror que, además, está relacionada con la trama a través de un ejercicio precioso de metaficción.
Aunque es una aseveración injusta, se dice mucho que "Watchmen" fue el cómic que lanzó a este arte como un arte "de derecho propio". No es cierto, pero sí que desde luego ayudó de forma definitiva a hacerlo.
Esta obra es esencial. En todos los aspectos. Su aura mítica es merecida, y Alan Moore, desde luego, cambió para siempre no solamente el género de los superhéroes, sino su medio completo. Si aún no la han leído, corran a por ella. Y sí la han leído... ¿A qué esperan para volver a leerla?
Cuando una obra es reeditada una y otra vez, y uno cada vez que la relee saca cosas nuevas se aprecia la grandeza de la misma. Buena reseña.
ResponderEliminarUn saludo