viernes, 2 de noviembre de 2018

JIM BOTÓN Y LUCAS EL MAQUINISTA


Leí cuando era un niño "Jim Botón y Lucas el Maquinista", la primera novela del alemán Michael Ende, un autor que siempre ha sido catalogado como infantil cuando no lo es en absoluto (sólo hay que leer la anticapitalista "Momo" o la compleja "La Historia Interminable" -adaptada al cine en tres películas aberrantes-, para comprobarlo).

Ende, cuyo padre fue un pintor "prohibido" por el régimen nazi por "degenerado", escribió este libro como un ataque a la educación que él mismo recibió en las escuelas de Hitler. El chico protagonista es negro y su amigo un maquinista de estrato obrero, el villano es un dragón que secuestra a niños para encadenarlos en un aula de piedra y darles una educación clasista; Nepomuk, el mestizo de dragón e hipopótamo, es expulsado de la Ciudad de los Dragones porque es un "sangre impura", los dos protagonistas llegan a China y un malvado consejero real les echa en cara que "no existen" porque "no tienen papeles" y "si alguien no tiene papeles, es que no existe...".

Releída hoy, cuando cuento ya con 35 años a las espaldas, me ha parecido una novelita maravillosa, llena de matices de esos que, cuando eres pequeño, no terminas de pillar del todo. Estos son los cuentos infantiles que perduran, los que te llaman de nuevo cuando eres adulto y te invitan a redescubrirlos y a seguir aprendiendo.

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