viernes, 5 de marzo de 2021

LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE. FRUSTRACIÓN VITAL EN LA NORTEAMÉRICA PROFUNDA

LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE de Carson McCullers - 1951 - ("The Ballad of the Sad Cafe")

Si existe una seña de identidad clara del estilo, tanto narrativo como estético, de Carson McCullers, es, pienso, la sugerencia. La omisión que siempre queda en el aire y que, sin embargo, marca a todo el relato. 

La Norteamérica de su tiempo, cerrada y conservadora especialmente en sus pueblos y pequeñas ciudades (sus escenarios a menudo habituales) era una Norteamérica de tragar y callar, de reprimir, de no hacer lo que verdaderamente se quería hacer.


Carson McCullers
 es una escritora que deja acciones sin terminar, que deja impulsos sin cumplir. Sus personajes tienen anhelos, deseos profundos, y muchísimas veces son incapaces de llevarlos a cabo o se quedan estos presos en una intimidad cortante que los aísla del resto del mundo.

Estos personajes son a menudo marginados, inadaptados, solitarios, perdedores. En parte, como lo fue ella misma durante su corta vida: tuvo un matrimonio complicado con un marido que tenía amantes masculinos que iba y venía constantemente entre los problemas y el amor, tuvo relaciones con mujeres en una sociedad homófoba e hipócrita y estuvo enferma prácticamente desde su juventud (y falleció con solamente cincuenta años, en 1967, de una hemorragia cerebral y tras varios ataques al corazón y un cáncer de mama).

"La balada del café triste" es un volumen conformado por la novela corta que da título al conjunto y por seis relatos, y creo que, aún siendo la penúltima obra de esta autora, es ideal para iniciarse en su literatura (amén de ser una maravilla).

Las siete historias que tenemos aquí se ambientan, la mayoría, en pueblos o en ciudades pequeñas de la Norteamérica profunda (McCullers nació en Columbus, Georgia) donde todo el mundo se conoce y donde el aburrimiento crea cotilleos, problemas y hasta pasiones. Ambientes cerrados, a veces enrarecidos, asfixiantes, intolerantes y en ocasiones incluso violentos.

McCullers tiene, como he dicho, un estilo sugerente, donde cobra una gran importancia (clave, diría yo) lo que sus personajes no hacen y no dicen: por encima está en importancia para la trama, incluso, de lo que sí que se hace y sí que se dice. Este estilo es también firme y fino, delicado, lleno de descripciones que se pueden palpar y que nunca son barrocas. Es elegancia y realismo descarnado cogidos de la mano: cosa harto difícil de conseguir.

Como temas centrales, tenemos la incomunicación, la hipocresía, la frustración vital de todo tipo (a menudo amorosa y sexual), los problemas de pareja, las familias rotas o en descomposición, la pobreza, el fanatismo moral, las adicciones. Puros USA profundos; puro Sueño Americano en bancarrota en los años cincuenta del milagro económico que escondía podredumbres mil tras su falsa promoción de la felicidad.


"La balada del café triste"
, la novelita que abre la serie, es una joya. Una pequeña obra maestra. Narra la historia de un local que revoluciona un pequeño pueblo durante generaciones y de su dueña, una mujer fuerte que está relacionada por dos hombres que condicionan su vida: su ex marido, ex presidiario y violento, y un jorobado que dice ser su primo.

Novela corta hermosa y dolorosa, deprimente y brutal, sirve a McCullers para narrar una historia de anhelos ocultos (muchos de ellos tendrán que suponerlos los lectores) que llevan a la tragedia a los que los padecen, personajes atrapados por circunstancias opresivas y terribles.

Como curiosidad, fue adaptada al cine en 1991 por Simon Callow, aunque la película como adaptación, valga la redundancia, no gusta a todos los fans de la escritora.

El cuento que le sigue, "Wunderkind", un prodigio de sencillez, narra un momento cotidiano concreto de una niña que es una joven promesa de la música que, sin embargo, cree que en realidad no es tal cosa, lo cual enrarece la relación entre ella y sus familiares y sus profesores. Difícil condensar tanta decepción vital en tan pocas páginas.

En "El jockey" tenemos a otro perdedor: a un jinete de carreras que, tras un accidente, no se hace a la idea de que ya no va a poder montar a caballo como lo ha hecho hasta ahora y monta un pollo ridículo en un local público. Igualmente desolador y con un asunto central que entronca con el anterior.


"Madame Zilensky y el Rey de Finlandia"
 me parece el segmento más flojo del conjunto. De nuevo tenemos a una mujer que se dedica a la música, aunque ahora en un cuento de extrañamiento cotidiano, con hechos crípticos y un desenlace algo abrupto y confuso.

"El transeúnte" es, para mi, el mejor de los relatos, sin embargo. Una preciosidad sobre el peso del pasado, sobre los sueños rotos, sobre las relaciones románticas que no salieron bien, en la que Carson McCullers narra la historia de un hombre que, en un viaje a Nueva York, visita a la que fue su novia de juventud y el conocer a su marido y a su hijo crea en él un auténtico tsunami emocional.

El siguiente cuento, "Dilema doméstico", me parece otra obrita magistral. Un matrimonio se viene abajo a pasos agigantados aplastado por la rutina, por un cambio de domicilio no deseado y, también, por el alcoholismo cada vez más galopante de uno de sus miembros. Una vez más, puro Sueño Americano destrozado, hecho añicos.

"Un arbol. Una roca. Una nube" cierra la colección con otro relato de extrañamiento cotidiano en el que un joven repartidor escucha, en un bar, una curiosa historia de boca de un curioso personaje. Creo que, al lado de los dos anteriores, pierde potencia y definición.

"La balada del café triste" es una imprescindible colección de historias cortas de una autora irrepetible, que retrató como nadie el mencionado mundo oscurantista y deprimente, de supuesta prosperidad económica que encerraba decadencia emocional y moral, en el que le tocó vivir.

Fue una pena que Carson McCullers falleciese tan pronto y de forma tan terrible. Se perdió demasiado temprano a una de las escritoras más grandes que han dado nunca los Estados Unidos.

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