De todas las obras de Francisco Ibáñez, la que me resulta más interesante, con perdón de grandes clásicos como "Mortadelo y Filemón" o "Rompetechos", es "13 Rue del Percebe", que es la primera y la más famosa e importante historia ambientada en un solo edificio del cómic español.
La idea no es nueva, pues ya la habían usado autores como el mismo Will Eisner, pero en España fue Ibáñez el que la popularizó y la hizo más exitosa: tanto que llegó a exportarse a Alemania, en donde dibujantes alemanes le aportaron sus propias viñetas.
"13 Rue del Percebe" se publicó desde 1961 hasta 1970 en la revista "Tio Vivo". Aunque el creador de Mortadelo realizó la mayor parte de las entregas, fue sustituido en algunos momentos puntuales por Joan Bernet Toledado (el hermano de Bernet, inventor de "Doña Urraca"), que llegó a realizar más de 60 páginas, y por Juan Martínez Osete, que entregó una en el extra de verano del mencionado 1970.
La autoría total es sin embargo de Ibáñez, que fue el que asentó la serie y el que creó sus mejores viñetas (recopiladas hace poco en un integral fantástico, por cierto).
Francisco Ibáñez, contrariamente a otros compañeros de generación como Escobar o Vázquez, cultivó un humor mucho más loco y surrealista, más basado en el "slapstick" y en la pura astracanada que en el retrato de tipos sociales que se la metían doblada a la censura franquista en cuanto podían.
Sin embargo, en "13 Rue del Percebe" sí que encontramos, en muchas de sus historias, un costumbrismo cargado de significado, que bajo el chiste aparentemente fácil esconde realidades que son bastante tristes.
Este loco edificio representaba a la sociedad de la España de Franco y a varios de sus personajes más habituales. ¿Qué mejor que un piso de vecinos para hacerlo? Y aunque también había grandes dosis del humor habitual del autor, basado en golpes y porrazos, siempre tuvo viñetas certeras, que decían más de lo que parecían decir.
-LA AZOTEA Y EL TERCER PISO
En la azotea vivía uno de sus personajes más famosos, un moroso eterno que era constantemente acosado por acreedores y que estaba inspirado en el mencionado Vázquez. Por supuesto, siempre se salía con la suya mientras, en su "terraza", un ratón maltrataba a un gato al más puro estilo de "Tom y Jerry".
En la tercera planta vivía un ladrón (llamado Ceferino Raffles en honor a A.J. Raffles) con su mujer. Este personaje está representado a menudo en muchas obras de la época: el caco, el ratero con antifaz, cuyas aventuras eran una muestra del pillaje y de la picaresca de aquella cultura pobre y dictatorial.
Los vecinos del ladrón eran una sufrida mujer que, madre de unos niños salvajes, veía cómo a consecuencia de ellos su guapa hija no se casaba, pues espantaban a todos sus novios.
El no poder casarse, incluso estando todavía en la plena juventud, era una tragedia total en aquel tiempo, y, aún en clave de comedia, este departamento me resulta uno de los más interesantes de toda la casa.
Desgraciadamente, el personaje de la hija joven iría poco a poco desapareciendo y serían sus hermanos pequeños los que tomarían el protagonismo absoluto, acabando con este punto más social que la familia mostraba.
-EL SEGUNDO PISO
En el segundo piso vivía otro de los caracteres más importantes de "13 Rue del Percebe": una anciana que no dejaba de acoger a animales en su casa, desde perros y gatos hasta elefantes. El drama detrás de esta mujer era su soledad.
De forma similar a "Las hermanas Gilda" de Vázquez, se deja entrever que esta anciana no tenía apenas vida social y, por supuesto, mucho menos afectiva o sexual. En muchas ocasiones, hasta sus propios animales la trataban mal.
Junto a ella, vivió el único personaje que tuvo problemas con la censura: el científico loco. Que, precisamente, era uno de los pocos que no debería haberla tenido, ya que era una parodia de los filmes de terror clásicos, como "Frankenstein", que servía a Ibáñez para hacer humor negro esencialmente, pero no tanto social, como en otras viñetas.
La censura franquista, a toro pasado además (cuando la serie llevaba ya años instalada), "descubrió" un buen día que este científico loco era una aberración porque creaba monstruos y "sólo Dios puede crear vida".
¿No es surrealista? Sí, lo es. Mucho. Así que Ibáñez se vio obligado a sacarlo del edificio, no sin antes despedirse con una viñeta en la que el científico decía que se mudaba porque necesitaba más espacio para crear un monstruo más grande. Absolutamente magistral. Y además, esta vez sí que se lo pasó a los censores por las narices.
Tras la marcha de este personaje, durante unos meses el piso estuvo vacío y era enseñado a posibles inquilinos por la portera. Luego, se instaló un sastre en él, que era un pillastre de mucho cuidado y que trataba de timar a sus clientes con trajes absurdos. Otro reflejo de la picarescca española de la época.
-EL PRIMER PISO Y LA CALLE
En el primer piso, finalmente, vivía un veterinario también bastante caradura y chapucero y, en el umbral vecino, otro de los grandes personajes de "13 Rue del Percebe": una mujer que tenía una pensión en su casa y que, mezquina y avariciosa, metía a inquilinos por todas partes para cobrar más.
Se completaba el bloque de viviendas con la tienda de Don Senén, un tendero, valga la redundancia, que, al igual que tantos de sus vecinos, era un caradura que trataba constantemente de estafar a todo el que iba a comprarle algo, y con la portería, cuya portera era una cotilla que siempre estaba metida en todos los fregados.
A pie de calle vivía, para terminar, Don Hurón. Digo vivía porque su casa era la alcantarilla, que se deja entrever en las primeras historias que se la había alquilado la dueña de la pensión.
De la misma manera que ocurría con Carpanta de Escobar (que comento en este blog también), Don Hurón era un personaje que, bajo la apariencia cómica de sus aventuras, escondía una vida en la más absoluta miseria: los transeúntes solían caerse sin querer dentro de su casa y hasta tenía que pelear contra las ratas para que no se la quitasen.
"13 Rue del Percebe" nos hace reír a carcajadas, pero, también, nos da una visión de lo triste que era la vida en la España de su tiempo. Casi todos sus personajes son pobres, o rateros, o chapuzas que viven "al día", y cuando no lo son están solos o son infelices.
Leer este cómic en su momento, en los años sesenta, tuvo que ser para muchas personas como leer sus propias aventuras cotidianas amplificadas con el surrealismo del humor, pero totalmente reconocibles.
En 2002, Ibáñez publicó una viñeta especial en la que todos los vecinos del edificio habían crecido. Muy divertida y nostálgica.
Merece, y mucho, la pena el recopilatorio de esta serie. Está reunida en un tomo grande, que permite disfrutar en condiciones de cada página, y primorosamente editado.
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