LA VIDA EN EL INFIERNO de Matt Groening - De 1977 a 2012 - ("Life in Hell")
Matt Groening es otro de esos autores míticos que, en parte por lo menos, es presa de esa extraña "maldición de la gran obra". "Los Simpsons" es tan, tan, tan indiscutiblemente mítica, y cambió tanto el panorama de la animación de su momento, que otras creaciones suyas igualmente fantásticas han sido muy (injustamente) olvidadas. Una de ellas es "La vida en el Infierno".
Cuenta el creador de la familia norteamericana animada más famosa de la historia que, cuando se mudó desde su Portland natal a Los Angeles para tratar de ser escritor, tuvo que realizar, para sobrevivir, una “serie de trabajos desagradables”.
De estas experiencias nació, en 1977, su primera tira cómica, esta sátira social que retrataba, a través de diversos capítulos, cómo era la vida en la Norteamérica moderna: es decir, cómo era la vida en el Infierno.
El mismo Groening dibujaba estos cómics a mano y los fotocopiaba para venderlos en diversos establecimientos de la ciudad o para distribuirlos entre sus amigos y conocidos.
“La vida en el Infierno” satirizaba desde la infancia hasta la adolescencia pasando por el amor y el sexo, el mundo laboral (que era despiadadamente despellejado con todas sus miserias), la familia (también puesta especialmente a parir) o la vida cotidiana en todas sus facetas.
El humor es el que ya conocemos de sobra por “Los Simpsons”: muy ácido, a veces brutal y terrible, políticamente incorrectísimo, pero con un toque de ternura y otro importante de amargura vital.
“La infancia es el Infierno”, “El trabajo es el infierno”, “El amor es el Infierno”… Eran los títulos de las “secciones” en las que fueron agrupándose los segmentos de la serie.
Los protagonistas eran conejos antropomorfos en los que ya se reconocía el particular e inimitable estilo de Groening. Vivían toda clase de desventuras más bien desagradables en su búsqueda de la felicidad en el país de las oportunidades.
Teníamos familias desestructuradas, niños solitarios, trabajadores explotados, pringados que no encontraban su lugar en la gran ciudad, frustrados amorosos y sexuales de toda clase y condición. Todos nos podemos reconocer en algunos o en varios de ellos.
Poco a poco, “La vida en el Infierno” fue haciéndose cada vez más popular y al final acabó llegando a estar nada más y nada menos que presente en doscientos periódicos de los Estados Unidos.
Poco a poco, también, y en gran parte gracias a esta tira cómica, Matt Groening fue haciéndose un hueco como dibujante, guionista y humorista en diversos medios.
Lo que viene después, cuando le ofrecieron hacer una serie animada basada en esta misma tira que él declinó para realizar otra inspirada en ciertos personajes de color amarillo que acababa de idear ya lo conocemos todos bastante bien.
Hoy, “La vida en el Infierno”, a pesar de haber sido publicada en infinidad de países tras el éxito de los mencionados “Los Simpson” o de “Futurama”, y a pesar de gozar de gran cantidad de merchandising, no es tan famosa como otras creaciones del autor, especialmente fuera de los USA.
Creo que es una tira cómica que hay que reivindicar y que nos ofrece el interesante germen de lo que iba a ser la futura carrera de este sardónico creador que cambió la animación televisiva para siempre.
Cuenta el creador de la familia norteamericana animada más famosa de la historia que, cuando se mudó desde su Portland natal a Los Angeles para tratar de ser escritor, tuvo que realizar, para sobrevivir, una “serie de trabajos desagradables”.
De estas experiencias nació, en 1977, su primera tira cómica, esta sátira social que retrataba, a través de diversos capítulos, cómo era la vida en la Norteamérica moderna: es decir, cómo era la vida en el Infierno.
El mismo Groening dibujaba estos cómics a mano y los fotocopiaba para venderlos en diversos establecimientos de la ciudad o para distribuirlos entre sus amigos y conocidos.
“La vida en el Infierno” satirizaba desde la infancia hasta la adolescencia pasando por el amor y el sexo, el mundo laboral (que era despiadadamente despellejado con todas sus miserias), la familia (también puesta especialmente a parir) o la vida cotidiana en todas sus facetas.
El humor es el que ya conocemos de sobra por “Los Simpsons”: muy ácido, a veces brutal y terrible, políticamente incorrectísimo, pero con un toque de ternura y otro importante de amargura vital.
“La infancia es el Infierno”, “El trabajo es el infierno”, “El amor es el Infierno”… Eran los títulos de las “secciones” en las que fueron agrupándose los segmentos de la serie.
Los protagonistas eran conejos antropomorfos en los que ya se reconocía el particular e inimitable estilo de Groening. Vivían toda clase de desventuras más bien desagradables en su búsqueda de la felicidad en el país de las oportunidades.
Teníamos familias desestructuradas, niños solitarios, trabajadores explotados, pringados que no encontraban su lugar en la gran ciudad, frustrados amorosos y sexuales de toda clase y condición. Todos nos podemos reconocer en algunos o en varios de ellos.
Poco a poco, “La vida en el Infierno” fue haciéndose cada vez más popular y al final acabó llegando a estar nada más y nada menos que presente en doscientos periódicos de los Estados Unidos.
Poco a poco, también, y en gran parte gracias a esta tira cómica, Matt Groening fue haciéndose un hueco como dibujante, guionista y humorista en diversos medios.
Lo que viene después, cuando le ofrecieron hacer una serie animada basada en esta misma tira que él declinó para realizar otra inspirada en ciertos personajes de color amarillo que acababa de idear ya lo conocemos todos bastante bien.
Hoy, “La vida en el Infierno”, a pesar de haber sido publicada en infinidad de países tras el éxito de los mencionados “Los Simpson” o de “Futurama”, y a pesar de gozar de gran cantidad de merchandising, no es tan famosa como otras creaciones del autor, especialmente fuera de los USA.
Creo que es una tira cómica que hay que reivindicar y que nos ofrece el interesante germen de lo que iba a ser la futura carrera de este sardónico creador que cambió la animación televisiva para siempre.
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