De Franz Kafka hay miles de millones de libros, de estudios, de trabajos. De "La metamorfosis", su obra más célebre, ídem. Estoy otra vez ante una de esas reseñas en las que todo lo que diga creo que será poco, muy poco.
Esta novelita corta, que originalmente iba a ser solamente un relato, está unida indisolublemente a la vida del propio Kafka, y las interpretaciones que ha suscitado llenan volúmenes y volúmenes.
Sobre Kafka pesan una serie de tópicos que le han convertido en un personaje extravagante que tal vez no fue. Hay contradicciones y diferentes biografías, pero una idea común que se ha asentado es que era un misántropo, un tipo asocial y casi asexual incluso, dedicado a la literatura y amargado constantemente por tener que trabajar en una horrible oficina que odiaba.
Puede haber parte de verdad en esto, y seguro que es así. Pero también, algunos biógrafos suyos, han dejado patente que tuvo más amigos de los que se le han adjudicado, que tuvo relaciones con varias mujeres a lo largo de su corta vida (murió con solo cuarenta años), que estuvo interesado en las causas judías de su momento y que frecuentó círculos artísticos, intelectuales y hasta bohemios de la Praga de su tiempo.
Qué hay de verdad o de mentira en todo esto tal vez nunca lo sabremos. Sí sabemos que "La metamorfosis", publicada en 1916, se gesta en un momento en el que él está pasando por una crisis en la relación con su novia de entonces, Felice Bauer, y en la relación con su familia: su padre está enfermo y él teme tener que ponerse al mando de su negocio, cosa que le aterroriza, ya que quiere dedicarse a escribir y odia el mundo mercantil en el que su progenitor se mueve y en el que hace dinero (la relación de ambos nunca fue bien: es otro de los grandes temas de la obra del escritor, sintetizado en su "Carta al padre").
"La metamorfosis" (traducida más acertadamente como "La transformación" en nuevas ediciones) narra la historia de Gregor Samsa, un joven viajante de comercio de Praga que se levanta un día convertido en un gigantesco insecto que no es del todo descrito y que ha sido retratado en el imaginario popular como una cucaracha o como un escarabajo.
Desde el principio, Kafka impide que el lector se distancie de este desgraciado joven: lo coloca dentro de él mismo, para que lo viva todo casi de primera mano, con una narrativa que se mueve casi a ras del suelo para sugerir su forma insectoide (que es aún más horrible al quedar solamente sugerida) y lo que va ocurriendo en el apartamento de varios cuartos que compone su casa.
Él mismo se negó siempre a que este insecto apareciese dibujado en ninguna de las ediciones que conoció en vida: ni en la portada del libro, ni tampoco en el interior.
La transformación de Gregor, si bien en un principio es descubierta con horror por su familia y con una cierta soñolencia por él, que la acepta bastante pronto (lo que resulta todavía más escalofriante), se convierte en algo cotidiano con rapidez.
En la obra de Kafka el terror absurdo es un protagonista absoluto, y él es un maestro a la hora de elaborar este terror que se infiltra en la vida diaria y la transforma con una tranquilidad delirante.
Incluso las visitas, la criada, los jefes de Gregor, que no pertenecen a la familia, aceptarán su transformación tras un breve estado de miedo al verle o al asomarse a su habitación.
Esto, unido al tema eterno del individuo impotente ante un poder superior, anónimo, inexplicable, ambiguo y azaroso, terminan de configurar la esencia inicial de "La metamorfosis". Lo "kafkiano".
En un plazo de varios meses se desarrolla la novela (desde noviembre hasta marzo, aproximadamente). En estos meses, Gregor irá aceptando su situación con una pasividad de bestia alienada mientras sus tres familiares (el padre, la madre y la hermana) reaccionarán de formas radicalmente diferentes ante su perdición.
Sorprende no ya solamente la mencionada pasividad de Gregor, sino su sumisión total a su familia cuando ésta le falla a pesar de que él es quien la mantiene con su oficio, un oficio que odia profundamente. La crítica al mundo laboral castrador es otro punto clave y total de "La metamorfosis": el mundo de los negocios que solamente entiende de productividad, de dinero, y que condena a los trabajadores a vidas agobiadas o aburridas, sin alicientes de ninguna clase salvo la mera supervivencia.
Como he dicho, sorprende la sumisión del protagonista, que llega a sentir culpa y vergüenza por una situación que no controla y que, además, le hace víctima del egoísmo de los suyos (en especial, del padre).
"La metamorfosis" es una descripción genial, pienso, del Síndrome de Estocolmo que padecen muchos obreros, que defienden a sus explotadores o los justifican con la mirada baja, sean estos sus jefes o sus propios familiares.
Otra interpretación que se le ha dado a esta obra, aunque es menos popular, es la de que hace referencia a la identidad de los judíos en la Praga de las primeras décadas del siglo XX: una gran ciudad sumida en un tiempo convulso, en un mundo imperial que se desmorona, y que deja a estos judíos a caballo entre varias culturas como son la suya propia, la de herencias germanas o la de los propios checos y eslovacos.
El contexto, no lo olvidemos, es es del fin del Imperio Austrohúngaro y los destrozos sociales, morales y geográficos que iba a dejar la Primera Guerra Mundial.
"La metamorfosis", escrita en el estilo ciertamente burocráfico, desnudo, pero descriptivo de Kafka, retrata también de forma espeluzante la caída de su protagonista en el estado animal.
Lo que empieza siendo terrorífico, esa cucaracha o escarabajo encerrada en un cuarto, que apenas se intuye debajo de los muebles o pegada a las esquinas, en la penumbra, termina siendo asqueroso y patético.
La mutación, el comer comida en mal estado, el cuarto vaciado para que el insecto pueda correr por todas partes, la podredumbre posterior, llevan al lector del mencionado terror a la pura tristeza.
El desenlace de "La metamorfosis" es uno de los más desoladores de la historia de la literatura. Franz Kafka retrataba al hombre trabajador y alienado contemporáneo como nadie e inventaba la expresión artística de un concepto de opresión totalmente nuevo.
Uno de mis escritores favoritos, José. "La metamorfosis", "El proceso", "El castillo", "La colonia penitenciaria" o "Investigaciones de un perro" son novelas o relatos que me han marcado profundamente. En cuanto a lo que dices al principio, y por las biografías y artículos que he leído, sí creo que la personalidad de Kafka era muy retorcida y sus relaciones con las mujeres, patéticas. En todo caso, su sufrimiento interior quedó perfectamente plasmado en sus textos, en el que nos traes hoy especialmente.
ResponderEliminarSaludos.