LA HABANA PARA UN INFANTE DIFUNTO de Guillermo Cabrera Infante - 1979 - ("La Habana para un infante difunto")
En este blog tenéis comentada "Tres tristes tigres", la primera novela de Guillermo Cabrera Infante, novela que está entre mis imprescindibles, que pongo por las nubes y que me cambió literariamente de forma muy profunda.
Digo esto para que conste que adoro esta primera obra larga de este autor porque voy a decir ahora algo que para muchas personas posiblemente sea un sacrilegio imperdonable: no me ha gustado la segunda y última que publicó en vida, "La Habana para un infante difunto".
Sé que es una novela importantísima para su país, Cuba, y que fue símbolo de rebelión contra la dictadura de Fidel Castro (tener un ejemplar en vida del tirano era un peligro pero también una hazaña, y los pocos que quedaban en la isla eran tremendamente caros y codiciados). Cubanos que conozco me comentan que todavía hoy lo es y que aún se la considera "una obra dañina" para el régimen.
Sé además que está considerada una de las novelas más importantes de toda la literatura sudamericana y sé también que es una de las pocas obras de ficción de este arte que retrata la Cuba esplendorosa, cultural, libertina y enloquecida (y también clasista, machista y rancia, porque igualmente escondía en sus recovecos el lado oscuro que trajo la revolución) de antes de los años sesenta. Pero a mí no me ha convencido nada, y voy a tratar de explicar el porqué.
"La Habana para un infante difunto" es una colección de memorias de un narrador que se identifica perfectamente con el propio autor y que recorre La Habana de su infancia, adolescencia y primera juventud y que están centradas específicamente en el sexo y en el amor. Hay algunos retratos familiares, algunas postales infantiles, algunos cuatros de esa Cuba de antes de 1959, pero los otros dos asuntos los eclipsan casi por completo.
El propio Cabrera Infante diferenció esta obra de "Tres tristes tigres" en su temática esencialmente diurna frente a la nocturna de aquella y la catalogó según he leído como "un museo de mujeres". Hay en ella mucho erotismo y mucha alegría de vivir y también mucha sátira y mucha mala leche.
¿Qué me falla de "La Habana para un infante difunto"? Tres cosas: es excesivamente repetitiva y larga, es estilísticamente menos estimulante que "Tres tristes tigres" (por lo menos para mí) y el narrador me es profundamente antipático y creo que sus puntos de vista han envejecido fatal (todo el mundo es hijo de su tiempo: yo también).
La novela es repetitiva porque se limita a narrar una aventura (o fantasía) sexual o amorosa tras otra en capítulos larguísimos, de más de cien páginas bastantes, y a lo largo de más de quinientas (en mi edición).
Me parece también estilísticamente menos estimulante que la primera obra del autor porque echo aquí en falta el lenguaje vanguardista y experimental de aquella. Que está muy bien escrita es innegable: es Guillermo Cabrera Infante, un imprescindible de la literatura sudamericana y mundial. Pero sus juegos literarios me parecen menos arriesgados, menos redondos, menos tangibles. Insisto: todo esto a pesar de su virtuosismo, que es innegable. Esta es la opinión tal vez más subjetiva de todas las que voy a dar.
Finalmente, "La Habana para un infante difunto" tiene a un protagonista muchas veces vitalista y eufórico y muchas veces cruel y hasta despreciable con las mujeres. Hay misoginia a rabiar en su comportamiento, y entiendo que cada época es cada época con sus propios sesgos, pero aquí es verdaderamente excesivo.
Sí, hay sátira, como he mencionado. Sí, también hay un retrato de cómo alguna vez ha sido tal vez todo el mundo en el sexo y en el amor: egoísta y resentido. Eso no se niega. Pero aquí parece el narrador regocijarse con todo ello y, aún siendo consciente de su momento histórico, a mí no sólo no me ha calado sino que me ha parecido a veces verdaderamente insoportable (y a esto no ha ayudado, claro, lo repetitiva que es la novela, que te cuenta muchas situaciones muy similares una tras otra).
La parte que he disfrutado más de "La Habana para un infante difunto" ha sido la que describe a esa Habana de contrastes crudos entre pobres y ricos pero también brillante, de juergas constantes, de días enloquecidos y vitalistas y de noches interminables, esa Habana que con Fidel Castro se perdió en gran parte.
Aquí, la capital cubana es un personaje más, y Guillermo Cabrera Infante la ama con locura, lo que me produce una gran pena porque él, tras enemistarse con el dictador después de apoyarle en un principio, tuvo que exiliarse en Londres (en España la dictadura de Francisco Franco le denegó toda regularización). Murió en 2005 en la capital inglesa sin que en Cuba se dijese nada de su fallecimiento.
Soy consciente de que he escrito para muchas personas una herejía literaria, pero, sinceramente, no he conectado nada con "La Habana para un infante difunto". Ni en lo argumental, ni en lo estético, ni con el personaje. E insisto: "Tres tristes tigres" está en mi podio de libros eternos.
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