EL ÚLTIMO HOMBRE... VIVO de Boris Sagal - 1971 - ("The Omega Man")
La segunda adaptación de “Soy leyenda” vio la luz casi ocho años después del turbulento rodaje de la primera y la superó en fama debido a la cara de su protagonista, Charlton Heston, y al hecho de que aquella había sido una película de serie B muy maltratada y casi maldita en su momento (y todavía lo era entonces) que apenas había llegado al gran público.
Contaba además con el hecho a su favor de que en aquellos últimos años, con la triste Guerra Fría, habían proliferado bastantes películas de ambiente postapocalíptico en todas sus variantes (desde grandes dramas como la también protagonizada por Heston “El planeta de los simios” hasta comedias como “¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú”).
“El último hombre… vivo” es la versión menos parecida de las tres existentes a la de la novela "Soy leyenda" de Richard Matheson, menos parecida incluso que la última, la de 2007.
La película es ambiciosísima pero está rodada con un presupuesto muy bajo, por lo que los efectos especiales son muy mediocres, así como la caracterización de los personajes y las escenas de acción. Se ha convertido “El último hombre… vivo” debido a esto en uno de los clásicos del cine pop y kistch de manera tal vez involuntaria.
Charlton Heston no está mal en su papel, el de un Robert Neville (esta vez si se mantiene el nombre del protagonista del libro) más cínico y duro que el de Price que, sin embargo, se pasa toda la película luciendo torso desnudo de manera gratuita y soltando frases supuestamente irónicas que no tienen, la verdad, ninguna gracia (alguna que otra es hasta vergonzante o no viene al caso).
La banda sonora es horripilante y consigue que algunas escenas que han de ser dramáticas resulten cómicas (es uno de los elementos del filme peor elegidos) y los antagonistas ahora no son vampiros, sino mutantes de breves rasgos vampíricos (no pueden ver la luz del sol y poco más) que visten y actúan como fanáticos religiosos de la Edad Media.
Por si fuese poco (aunque no es de extrañar dada la época en la que el filme está rodado), la catástrofe que ha sumido al planeta en la ruina la han provocado… los rusos y los chinos, que se enfrentaron en una guerra y lo destruyeron todo. De risa o de llanto, como ustedes elijan.
El desenlace original también varía, dando paso a una historia típica y tópica de sacrifico personal por el bien de la humanidad que se repitió en la versión de Will Smith y que ignora totalmente el mensaje desesperanzado y descorazonador de la novela, así como sus críticas y alegorías a la condición humana y a ciertos sistemas políticos.
Quedan ya un ritmo que se desinfla constantemente y, también (todo hay que decirlo) algunos escasos buenos momentos, como las partidas de ajedrez del protagonista con una estatua, la visión del mítico documental “Woodstock” en el cine abandonado o la escena de la crucifixión. Pero ahí queda todo, en apuntes acertados.
Aunque es una película de culto por sus circunstancias, “El último hombre… vivo” no deja tampoco de ser un inmenso bodrio al que ni su bajo presupuesto redime (se pueden hacer maravillas con poco dinero, y todavía no dejan de demostrárnoslo). Para olvidar. Una lástima que superase en fama a “El último hombre vivo sobre la Tierra”.
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