Alabada desde el principio por Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez o Susan Sontag, "Pedro Páramo" marca una ruptura con la novela revolucionaria clásica que se cultivaba en México en su tiempo y abre un camino hacia el realismo mágico y el "boom sudamericano".
Muchos de los parámetros de los relatos de "El llano en llamas" se repiten en esta novela, aunque hay uno nuevo que la diferencia claramente de ellos: la irrupción de la fantasía, de lo onírico, en forma de relato de fantasmas (a mi "Pedro Páramo" siempre me lo ha parecido) en el que se superponen el pasado y el presente de forma constante.
Volvemos a las zonas rurales más depauperadas del México profundo y volvemos a encontrarnos un lenguaje coloquial, diálogos rápidos y escuetos que describen toda la situación, monólogos y una presencia brutal de un paisaje brutal y decisivo: la naturaleza indómita y seca, abrupta, despiadada, de parajes asesinos y pueblos abandonados.
Ahora, sin embargo, el mencionado realismo mágico se cuela por todos los poros de la novela. Porque Comala, el pueblo en el que transcurre, es un pueblo fantasma, lleno de ecos, de retazos de otras vidas, de murmullos que se hacen reales.
Hay escenas de "Pedro Páramo" que me parecen de auténtica novela de terror y que me ponen los pelos de punta.
La trama sigue dos líneas temporales: en la "actual", un joven llamado Juan Preciado viaja a la mencionada Comala para encontrar a su padre, Pedro Páramo; en la del "pasado", se narra la historia del propio Pedro Páramo, un cacique brutal y sin escrúpulos.
La narración sin embargo está fragmentada entre ambos mundos, y se superponen además en ella otras realidades constantemente, como el monólogo de Dolores Preciado, la madre de Juan, que completa un fresco social terrible y monstruoso, de una época de violencia y terror en la que las revoluciones sociales se han acabado convirtiendo en un circo de injusticia.
La Comala de esta novela (existe una "Comala real" en el estado mexicano de Colima) es en mi opinión igual de importante que el Macondo de Gabriel García Márquez o la Yoknapatawpha de William Faulker, aunque estos pueblos imaginarios hayan aparecido en muchas más novelas.
Comala es un trasunto del campo mexicano en su totalidad. Las revoluciones fracasan, los nuevos sistemas son iguales o peores que los antiguos, la gente pobre sigue siendo pobre, cunden el hambre y la miseria, la ignorancia y el temor religioso, y los caciques se hacen con el poder y se suceden unos a otros.
Pedro Páramo, que me recuerda a Artemio Cruz de "La muerte de Artemio Cruz" de Carlos Fuentes, es un hombre cruel, violento, egoísta y soberbio hasta la extenuación, que domina a sus vecinos con mano de hierro y que sin embargo tiene unos pocos destellos de amor por unos pocos seres humanos.
Novela caleodoscópica, breve pero muy compleja, llena de estampas sociales y políticas ordenadas y vueltas a ordenar, "Pedro Páramo" es una obra maestra de la historia de la literatura.
Tras ella, Juan Rulfo dejó la escritura de cuentos y novelas hasta que en 1980 publicó la mencionada "El gallo de oro" (no la he podido leer todavía). Sí escribió guiones cinematográficos y artículos y se dedicó a una de sus pasiones menos conocidas: la fotografía.
Contaba él mismo que dejó de escribir tanto tiempo porque su tío Celerino, personaje que existió realmente, murió tras la publicación de "Pedro Páramo". Este hombre era el que según él le contaba todas las historias del campo mexicano que él después pasaba a sus libros.
De lo mejor que he leído en mi vida, Jose. Como tú, tampoco he leído "El gallo de oro", ni "El llano en llamas", habrá que repararlo.
ResponderEliminarSaludos.