Después del estrepitoso fracaso de “THX 1138”, que incluso llegó a hundir a la American Zoetrope, George Lucas rodó, según recomendación de Francis Ford Coppola, una historia menos fría que la de la distopía de su debut, más cercana a la realidad y menos oscura.
Se le ocurrió entonces, a partir de recuerdos de su niñez y adolescencia, contar la aventura cotidiana de un grupo de jóvenes cualquiera de una pequeña ciudad norteamericana cualquiera durante el
verano de 1962.
De aquí surgió su única película no enmarcada en el género de la ciencia ficción: “American Graffiti”, una de las películas nostálgicas míticas de la primera mitad de los setenta en los USA.
Su argumento era sencillo: cuatro amigos que han terminado el instituto, la noche antes de empezar sus nuevas vidas (unos con sus trabajos, otros con sus estudios superiores) salen a la calle con otros tantos jóvenes a disfrutar de la última gran fiesta del verano, que correrá por toda la ciudad.
Estructurada como una colección de memorias de la generación que había sido joven en los años cincuenta y sesenta, dividida en “pedazos” de noche independientes, la segunda película de Lucas es un cajón de pequeñas estampas cotidianas de la vida de provincias de la época que retrataba, la de la llegada del rock n'roll por la puerta grande.
Con una fotografía y un ambiente coloristas y festivos y una banda sonora de grandes éxitos evocadores (desde Buddy Holly a The Platters pasando por Bill Halley & His Comets), “American Graffiti” dejaba escapar un aire nostálgico lleno de encanto que aún no se ha perdido hoy.
En un tomo siempre amable, desenfadado, sentimental, sin violencia, firmemente optimista e incluso algo ingenuo para nuestros días, disertaba superficialmente pero con un cariño sin par sobre el futuro de sus protagonistas y su pérdida de la inocencia, protagonistas que eran arquetipos básicos de jóvenes del momento: el mediocre inseguro, el ligón sin aparentes sentimientos, el freak, el cachas chulito, el matón y sus matones.
Llena de acción y con una irresistible aura romántica, fue un taquillazo que encandiló a la generación que la pudo ver en los cines: a los jóvenes por su temática, a los adultos por permitirles recordar viejos tiempos.
A George Lucas le permitió además ganar un dinero que le iba a venir muy bien para rodar su gran obra, la que le lanzó a las estrellas: “La guerra de las galaxias”.
“American Graffiti”, película algo sobrevalorada pero mítica y divertidísima, tal vez fue un lejano comienzo de la leyenda. También fue el inicio de una gran carrera para sus protagonistas, entre los que estaban unos jovencísimos Richard Dreyfuss, Ron Howard (el director), Paul Le Mat o Harrison Ford.
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