lunes, 12 de octubre de 2020

ENOLA HOLMES. EL MUNDO DE CONAN DOYLE SIN PRETENSIONES PARA LOS MÁS JÓVENES

ENOLA HOLMES de Harry Bradbeer - 2020 - ("Enola Holmes")

"Enola Holmes" posiblemente me habría encantado si tuviese doce años. O trece. O diez. Porque creo que es una película completamente orientada para niños y adolescentes, y creo que como tal es como hay que juzgarla.

Estrella de "Stranger Things" como protagonista, adultos opresores o incomprensivos, aventuras y acción, un poco de feminismo básico, una pizca de humor, alguna escena más oscura que otra, una historia romántica (aunque sin elementos exagerados, pienso) y una introducción facilita a lo que es el mundo de Sherlock Holmes (con muchas cosas trastocadas de mala manera también, es cierto).  

Es una película como digo para un público infantil y juvenil. Es verdad que podría haber cumplido con el público adulto también, como se suele hacer por ejemplo en Pixar o en Ghibli, pero tampoco es ésta una obligación.

"Enola Holmes", el debut en el largometraje del curtido en series Harry Bradbeer, es una obra con fallos pero sin pretensiones de ninguna clase salvo las de entretener. 

Tiene muchas cagadas, sí. En especial, un Mycroft Holmes aberrante, verdaderamente horrendo, en el que es el recurso más facilón de toda la película para crear una opresión familiar barata sobre la protagonista (no veo mal toquetear a personajes clásicos, pero desfigurarlos sí me parece un error, y este Mycroft es terrible incluso en este contexto de película juvenil).

También tiene virtudes: especialmente en su aspecto técnico. La ambientación es excelente, y los decorados y el vestuario muy ricos, y hay muchas escenas de acción verdaderamente notables.

La película se sigue con ritmo, por otra parte: no es corta, y a mi no me aburrió en ningún momento, a pesar de que me pudiese resultar predecible o floja en muchas ramas de su trama general.

"Enola Holmes" es la enésima versión de los personajes estrella de Arthur Conan Doyle. No es la mejor, pero tampoco es la peor. Ha habido muchas antes y va a seguir habiendo millones después. Y es una película para un público muy joven, lo cual no es sinónimo de desprecio en absoluto pero sí, tal vez, de que no creo que haya que tratarla con mucha dureza: es lo que es, y no da gato por liebre (ni lo intenta siquiera).

viernes, 9 de octubre de 2020

BATMAN: GOTHAM NOIR. EL COMISARIO GORDON SE CONVIERTE EN UN SAM SPADE

BATMAN: GOTHAM NOIR de Ed Brubaker y Sean Phillips - 2001 - ("Batman: Gotham Noir")

"Batman: Gotham Noir" posiblemente no va a quedar como uno de los mejores cómics conjuntos de Ed Brubaker y Sean Phillips (el dúo ha dado maravillas increíbles, y las sigue dando), pero sí que es una traslación excelente de los parámetros del hombre murciélago a un nuevo ambiente: el del género negro de los años cuarenta.

Los dos autores experimentan, en el año 2001, con algunas de las líneas que les harían famosos posteriormente: en esencia, la relectura del "noir" clásico y del pulp y, también, la relectura, valga la redundancia, de los personajes y temas clásicos del cómic de superhéroes.

En "Batman: Gotham Noir" estamos en un "Elseworld" de DC y en la Gotham de 1949. Aquí, el comisario Gordon, expulsado de la policía y adicto al alcohol después de haber vuelto traumatizado de la Segunda Guerra Mundial, se mete en un lío muy retorcido para intentar hacer justicia en un mundo podrido. 

¿Les suena? Sí, todo huele y sabe a Raymond Chandler y a Dashiel Hammett, a casos de Philip Marlowe o de Sam Spade.

Batman aparece, pero como figura casi mefistofélica, como una suerte de alucinación que a veces parece sacada de un delirio alcohólico del propio Gordon, que, acertadamente, se erige como el protagonista absoluto de una trama llena de tópicos conscientes pero muy bien trabajados e insertados.

Brubaker, al guión, nos lleva por un inicio de los mitos de la ciudad gótica que pone a sus personajes a trastear en un mundo oscuro y podrido, de policías y de mafiosos, de detectives y de alcaldes corruptos, donde no falta la "femme fatale" o el anti-héroe pasado de rosca.

Además de Gordon y Batman, encontraremos en estas páginas a otros grandes conocidos como Selina Kyle, Harvey Dent o un curioso Joker que homenajea al de Tim Burton.

El dibujo es una joya. Sean Phillips ya demostraba aquí su habilidad para retratar delicias a los lápices y, sobre todo, para crear ambientaciones perfectas. Sus años cuarenta se sienten y se huelen: los trajes crujen, los cigarros hieden, los coches resuenan, y los disparos también. Todo sin perder la esencia de Batman: el claroscuro constante y elegante. De matrícula de honor.

"Batman: Gotham Noir" sí que se resiente, tal vez, cerca de su desenlace: todo se precipita con bastante rapidez (posiblemente debido a que es un cómic bastante cortito), aunque también haya sorpresas finales.

A pesar de esto, me parece un "Elseworld" magnífico, entrañable, que juega perfectamente sus cartas para ofrecer algo diferente y con encanto y personalidad. Su comisario Gordon es del todo impagable. Todo este buen hacer anticipaba la carrera fulminante de un dúo creativo que hoy me resulta imprescindible.

jueves, 8 de octubre de 2020

INSIDE OUT. APOLOGÍA DE LA FAMILIA AMERICANA, PERO BELLA Y COHERENTE

INSIDE OUT de Pete Docter y Ronaldo del Carmen - 2015 - ("Inside Out")

En "Inside Out" noté, y lo he vuelto a notar cuando la he revisado, un extraño giro a la apología de la familia en Pixar que antes no tenía (ya empezó en parte en "Brave", pero aquí es todavía más acusado, y repetirá en obras como "Coco"). No es esto malo ni bueno siempre se trate el asunto sin demagogias y sin moralinas.

"Inside Out", dejando a un lado esta apología, me parece una delicia y otro de los cúlmenes de este estudio de animación. 

Es, primero, una fantástica manera de explicarnos cómo funciona la mente humana (a los niños y a los adultos). 

Es, segundo, un homenaje al poder de la familia, como he dicho, pero sin discursitos, sin moralinas, sin ñoñería, sin juicios y exaltaciones baratas y sin comentarios referidos a la plasta del Sueño Americano de casi siempre (que suelen venir en esta clase de producciones). 

Es, tercero, una oda a la imaginación, a la infancia, al poder sanador de los buenos sentimientos y a la comprensión de que la vida es un camino agridulce a veces y que sólo comprendiendo la tristeza podemos abarcar todo lo bueno que tiene y superarnos. 

Y es, por último, una aventura fantástica, cargada de acción imaginativa, de delirantes y evocadores escenarios, y con una animación que sobra decir que es fascinante.

Pixar se vuelve a superar con "Inside Out" (una vez más. no me gusta la traducción de su título al español -"Del revés" la han llamado aquí-). 

Todo es una joya, una delicia, y sus personajes son un prodigio de la comprensión de la naturaleza humana: ellos mueven un cerebro, pero sus cerebros también están cargados de ricos matices. 

Su diseño es genial, además, y sus expresividades y sus conflictos internos representados de forma visual se salen de la pantalla y se comen al espectador. 

El humor también es marca de la casa: es desternillante, fino, inteligente, con un toque absurdo delicioso y por supuesto lleno de guiños a las personas de todas las edades. Pixar volvió a la carga por todo lo alto con esta cinta de 2015 que se convirtió con rapidez en otro de sus clásicos.


miércoles, 7 de octubre de 2020

LA ESTACIÓN DE LAS LUCES. TERROR SURREALISTA DE SABOR MADRILEÑO

LA ESTACIÓN DE LAS LUCES de Toni Ramos - 2020 - ("La estación de las luces") 

Aunque "La estación de las luces" es su primera novela, Toni Ramos tiene ya una dilatada carrera en el mundo del arte y, concretamente, en el de la música: es guitarrista del mítico grupo de pop-rock La Caja de Pandora.

Ramos tiene también como su otra gran pasión los libros e, igualmente, cosa que se deja entrever claramente en esta obra, la historia y el mundo ferroviario.

"La estación de las luces" es una novela de terror que bebe de la mejor tradición de Richard Matheson o de su "discípulo" Stephen King: del horror que irrumpe de golpe en la cotidianeidad. Los homenajes están ahí, pero también el toque personal del autor.

Como escenario principal tenemos el metro de Madrid durante los años sesenta y, como una protagonista más, a la mítica estación de Chamberí, que fue cerrada en 1966 ante la imposibilidad de ser sometida a una ampliación que diese cabida a los nuevos trenes de mayor capacidad con los que se iba a ampliar el servicio.

Esta estación, situada debajo de la Plaza de Chamberí y entre las estaciones de Bilbao e Iglesia, fue convertida en un museo en 2008, y todavía sigue generando leyendas e historias de todo tipo.

"La estación de las luces" habla de luces, como su nombre indica: de luces cálidas y de luces amenazantes. El protagonista es un trabajador de mantenimiento del metro que, con un brutal trauma a sus espaldas, empieza a descubrir que cosas extrañas ocurren en este lugar clausurado por el que, sin embargo, él y sus compañeros tienen que seguir pasando a menudo para hacer sus labores diarias.

Toni Ramos articula a partir de esta premisa una historia de terror con garra que equilibra perfectamente el mencionado terror, valga la redundancia (de corte surrealista, además, en muchos pasajes) con el drama personal. Lo hace alternando dos líneas de acción y el pasado y el presente.

Los personajes respiran realismo y naturalidad, y sus problemas vitales son perfectamente reconocibles en sus luces y sus sombras, sus heroísmos cotidianos y sus vilezas. Estos personajes también vienen con sorpresas estimulantes.

Como el buen género, "La estación de las luces" se apoya en hechos extraños para retratar la realidad y los dramas humanos a los que todos nos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. 

Tiene sin embargo esta novela un curioso y muy acertado "sabor madrileño". La capital española durante los años sesenta (y más allá) es retratada con una visión aguda y conscientemente castiza: todo está dentro de un bello cuadro en sepia.

Madrid y sus locales típicos y abarrotados, sus calles abigarradas, sus personajes oscuros de la dictadura se pueden palpar en la narrativa de Toni Ramos. En especial, se pueden oler sus platos clásicos de la cocina madrileña: la comida humea y el vino burbujea ante el lector. 

Este Madrid, que se fusiona con la propia estación de Chamberí, es otro personaje más de "La estación de las luces", una novela llena de vida desde las profundidades hasta su mundo exterior ya desaparecido de niños jugando a las chapas en las calles, de bares de barrio inflados de bocatas de calamares y de kioskos empapelados de revistas y cómics que ya no se publican.

Agradezco mucho esta "invocación a retratar lo patrio" de Toni Ramos, que explota la capacidad que tienen los escenarios españoles para provocar el mejor miedo, tanto o más que el de cualquiera de los pueblos de Maine a los que estamos tan acostumbrados.

Finalmente, tengo que decir, pero esto es una apreciación propia, que "La estación de las luces" me lleva también a pensar en el mejor terror del recientemente fallecido Narciso Ibáñez Serrador: el surrealismo y lo castizo de la mano, las posibilidades explotadas de la cultura hispana para crear desasosiego, están bien presentes en esta novela excelente. 

Si les gusta el buen terror, no se pierdan "La estación de las luces". Da miedo, emociona, tiene pasajes absolutamente delirantes y fusiona lo mejor de las tradiciones de su género con inventiva y siempre con un pie en nuestra idiosincracia, a la cual retrata con ojo agudo.

martes, 6 de octubre de 2020

DRÁCULA. INNOVAR SIEMPRE ESTÁ BIEN; INNOVAR HACIENDO UN REFRITO, NO

DRÁCULA de Steven Moffat y Mark Gatiss - 2020 - ("Drácula")

A estas alturas, cualquier adaptación de una obra como "Drácula", que  ha sido llevada tantísimas veces a tantos medios, va a ser, pienso, polémica.

Si calca a la novela de Bram Stoker (aunque realmente no hay muchas que lo hagan), será criticada. Si innova y se pasa, digamos, de la raya, será criticada.

En este sentido, "Drácula", la última serie de Steven Moffat y Mark Gatiss, pertenece al segundo grupo. Se arriesga, y mucho. Lo cual es de agradecer, pienso. Eso sí, al arriesgar también hay que "ganar": no vale cualquier innovación más o menos radical para salvar un producto por ciencia infusa.

El dúo creador ya tiene un sello propio: llevar obras clásicas de la literatura a nuestros días o darles una relectura o una reinterpretación. Lo hizo Moffat en solitario con la excelente "Jekyll" y lo hizo de nuevo con Gatiss en "Sherlock", que hasta su última temporada fue una serie absolutamente magistral.

Su "Drácula" tiene solamente tres capítulos, los tres muy, muy diferentes entre sí, y en cada uno de ellos se trata de dar una vuelta de tuerca al mito (y en cada uno de ellos más desquiciada, de forma consciente).

Hay que decir que el aspecto técnico y ambiental está cuidadísimo en los tres, y que el plantel de actores y actrices es excelente. 

En especial, Claes Bang como Drácula está inmenso y Dolly Wells como la particular Van Helsing de la historia también. Los dos se comen la pantalla y mantienen en todo momento un duelo tenso y brutal, carismático y con garra.

Ahora bien, la trama es un desastre, y su tratamiento también. Y esto tira por el suelo todo el resto del buen hacer de Moffat y Gatiss en estos dos aspectos. 

El problema de este "Drácula" de 2020 no es que innove demasiado o que ponga al espectador ante giros radicales. Eso lo han hecho miles de Dráculas antes: casi desde el inicio de la historia del cine el personaje célebre de Stoker ha sido volteado y vuelto a voltear con resultados de todo tipo.

El problema de este "Drácula" de 2020 es que tiene un guión terrible y ridículo, lleno de personajes que no aportan nada, de momentos patéticos y bochornosos y de huidas hacia adelante que son puras lagunas en el argumento.

Su primer capítulo es el más reconocible si se mira a la novela: la clásica y mil veces repetida visita de Jonathan Harker al apartado y siniestro castillo del conde en Transilvania. 

En este episodio, el más aceptable desde mi punto de vista, ya tenemos elementos que chirrían con respecto a la historia original. Sin embargo, se llevan bien porque hasta ahora no resultan ridículos y porque las mencionadas actuaciones y el mencionado ambiente salvan bastante la papeleta (junto a una agonía de Harker bien llevaba, todo sea dicho).

En el segundo experimentamos un cambio radical más. Ahora estamos de repente ante un thriller psicológico y de asesinatos con homenajes al más puro estilo de la gran Agatha Christie o de Arthur Conan Doyle.

Agradezco esta osadía a la hora de experimentar. Sin embargo, todo se va de las manos. La intriga es tonta y predecible, montones de personajes actúan estúpidamente y son tirados a la basura, muchos hechos son gratuitos y la resolución es absolutamente idiota. La ambientación de nuevo muy bien, pero ya está. Se masca la tragedia.

En el tercero llega el desastre final y mayúsculo. Todo se termina ya de ir al garete en un refrito lamentable de personajes de la novela y de hechos mal desplegados y peor desarrollados donde todo corre que se las pela, donde se olvidan a montones de secundarios y donde se soluciona todo con uno de los desenlaces más vergonzantes que he tenido la desgracia de ver últimamente en una serie.

Insisto: innovar está bien. Y es de agradecer, sí. Pero innovar a toda costa, no, por favor. Una cosa es leer códigos y parámetros y ajustarlos a otro contexto, y otra cosa es hacer un batiburrillo de chorradas y meterlo todo en una batidora y a ver qué sale.

"Drácula" de Moffat y Gatiss es un desastre y un horror. Va de mejor (o de "normal") a peor y de peor a mucho peor. No me cuadra que estos autores hayan podido perpetrar semejante bodrio. No es propio de lo que hasta este momento han hecho.

Algunos buenos detalles (insisto, Claes Bang y Dolly Wells están esplendorosos) no la salvan de la quema. Por lo menos, es corta.

Esta vez, el dúo que nos trajo "Sherlock" mete la pata desde el principio. Una lástima. Espero que en su siguiente producción afinen un poco más, porque esta última no hay por dónde cogerla.

lunes, 5 de octubre de 2020

A LA GUERRA CON SATÁN. EL SUEÑO HIPPIE QUE ACABÓ EN SECTAS DELIRANTES

A LA GUERRA CON SATÁN de varios autores - 2011 - ("A la guerra con Satán")

Los años sesenta fueron muchas cosas, y de todas ellas se han escrito y se escriben ríos de tinta. Fue una era de ruptura social, de rebeldía, de apertura sexual, de experimentación con drogas nuevas y viejas y por supuesto de una expansión musical sin precedentes. 

Fue también una era dorada para las sectas, especialmente en los siempre turbulentos USA y en su no menos complicada hermana Inglaterra.

El sueño hippie, inicialmente rompedor, se acabó, como tantos otros, transmutando en muchos aspectos en una pesadilla fanática o en una parodia delirante o directamente estúpida de sus postulados iniciales. Fue el caldo de cultivo ideal para estos grupos.

Uno de los más curiosos de este corte y de esta década fue El Proceso, también conocido como La Iglesia del Juicio Final. 

Fue fundado por una pareja inglesa, Mary Ann MacLean y Robert de Grimston, y ha sido calificada como secta satánica, aunque su satanismo era un tanto especial.

Los dos mencionados fundadores venían de la Iglesia de la Cienciología, donde se conocieron, y crearon un grupo que operó con mucho éxito entre los mencionados USA, el Reino Unido e incluso México y que mezclaba la adoración a Satán con la adoración al mismo Jesucristo en un berenjenal ideológico donde se agitaban también ideas muy particulares sobre la fraternidad y el amor y su unión con la violencia (Cristo perdonaba y Satán ejecutaba sentencias), sobre la llegada del Fin del Mundo, sobre la imperfección del ser humano y su capacidad destructiva e incluso sobre el animalismo (eran grandes defensores de los animales).

Editaron una revista cultural con sus ideas, rodaron sus propias películas, montaron sus propias bandas de música y vendieron sus propios productos, y desarrollaron una gran estructura de miembros y una jerarquía extraña donde al parecer se combinaba el celibato con en los primeros estratos con el sexo desenfrenado en los últimos.

El Proceso fue especialmente fuerte en el San Francisco de finales de los sesenta y principios de los setenta, en donde sus miembros eran famosos por aparecer por sus calles vestidos de negro, con crucifijos colgantes y acompañados de grandes pastores alemanes.

En sus filas militaron fanáticos de todo pelaje, miembros de los célebres moteros Ángeles del Infierno e incluso hubo famosos que, por una causa u otra, se acercaron a ellas (como Marianne Faithfull o el mismo Mick Jagger) o directamente estuvieron dentro (como el cineasta maldito Kenneth Anger).

También se dijo que Charles Manson fue seguidor de El Proceso y que su grupo actuó movido por este hecho (lo cual no se ha demostrado nunca) o que Sirhan Sirhan, el asesino de Robert F. Kennedy, encontró en sus ideas su inspiración.

El Proceso está, como otras tantas sectas, entre el hecho demostrado y la leyenda urbana: siempre en este espacio neblinoso en el que han quedado unas décadas de cambios y rupturas, de excesos de todo tipo, de aciertos y de desaciertos que, como toda revolución cultural, tuvo luces y sombras.

Cuando sus dos líderes se separaron como pareja amorosa, el culto se dividió en varios grupúsculos que acabaron perdiendo influencia o siendo directamente insignificantes. Muchos todavía existen o se han reciclado, pero sin el poder que tenían en aquellas décadas.


"A la guerra con Satán"
, editada por La Felguera, es un libro muy interesante que recopila los textos principales de esta iglesia en una traducción de Raquel Duato (a la que los editores agradecen su labor al haberse hecho cargo de estos escritos tan retorcidos y difíciles de trasladar a otros idiomas) con varias aportaciones decisivas.

Primeramente, se abre con un texto de Dwid Hellion, líder de la banda musical de metal hardcore Integrity, dedicada como él a la causa procesana y todavía activa, en el que se explican los fundamentos de esta extraña ideología de la mano de alguien que cree de verdad en ella y que no se acerca a sus pautas como un mero analista o crítico. Muy interesante.

Luego, llega el famoso escrito "El Proceso", del periodista y escritor Ed Sanders, que estuvo infiltrado en el grupo La Familia de Charles Manson, del cual publicó el libro "The Family", en cuyo quinto capítulo habla de la existencia de vínculos entre dicho grupo y el grupo procesano original.

Cuando este libro se publicó en 1971 desató la ira de El Proceso, que logró ganar una demanda contra Sanders que obligó a eliminar el polémico quinto capítulo de las páginas de la obra... En su versión americana. En Inglaterra, por suerte para él, la demanda no prosperó.

En tercer lugar, los escritores Servando Rocha y Andrés Devesa aportan un ensayo final, muy completo y exhaustivo y a la vez ágil, sobre la historia de esta secta y sus devenires a través de las décadas, su explosión como movimiento contracultural importante y su ruptura y posterior decadencia.

Finalmente, tenemos los textos originales que he mencionado, en una traducción excelente. Puro delirio, para unos lleno de lucidez, para otros lleno de chorradas y de tonterías, pero creo que extremadamente interesante en su conjunto como documento que refleja lo que fue un aspecto menor pero también básico de una época que a muchos se les fue de las manos. 

"A la guerra con Satán" es un ensayo muy particular, especial, un collage muy completo e instructivo editado además, por cierto, con muchísimo mimo.

Independientemente de que te interese o no el asunto de las sectas, este recopilatorio de material hasta ahora muy difícil de conseguir es un excelente complemento para entender sociológicamente un tiempo inimitable, complicado, sorprendente y tan maravilloso como siniestro.

viernes, 2 de octubre de 2020

LOS ARISTOGATOS. UNA NUEVA Y ¿CLASISTA? AVENTURA ANIMALISTA DE DISNEY

LOS ARISTOGATOS de Wolfgang Reitherman - 1970 - ("The Aristocats")

Después de "El libro de la selva", la factoría de Walt Disney entregó "Los Aristogatos", otra comedia que, si bien carece de la genialidad de la mencionada adaptación libre de la obra de Rudyard Kipling y es una obra tal vez menor de la compañía, no deja de ser divertida como la comedia que es. 

Tenemos ahora a una gata con unos pequeños gatitos que están en peligro porque su dueña, una anciana rica, les ha dejado una enorme herencia que quiere para él su mayordomo Edgar, avaricioso y malvado. 

Y tenemos a los nuevos amigos que esta gata y estos gatitos hacen en su aventura en el "mundo exterior" que se encuentra más allá del lujo en el que siempre han vivido, entre los cuales destaca Thomas O'Malley, que viene a ser una suerte de trasunto gatuno del Baloo de la mencionada "El libro de la selva". 

Lo que hay es aventura, mucha aventura, y muchos gags basados en el slapstick bastante ingeniosos. También queda un sitio, por supuesto, para el romance, otro para criticar el mal trato a los animales (cómo no) y otro para lanzar un mensaje a favor del hermanamiento entre especies y clases sociales diferentes y del "Vive y deja vivir" de la mencionada "El libro de la selva", personificado en los gatos callejeros amantes del jazz, de la juerga y de la vagancia que se contraponen a la perfidia de humanos como el mayordomo que es el villano de turno de la función.

Por supuesto, la animación de la película es fantástica, y los decorados, ambientados en un idílico y evocador París de principios del siglo XX, son una delicia. 

Queda en el tintero una cierta polémica: he leído, y no les falta razón a estas críticas, que "Los Aristogatos" presenta un retrato de la clase obrera negativo en el sentido de que el mencionado mayordomo Edgar es un hombre avaricioso y envidioso que traiciona a su rica jefa de clase alta, representada como una mujer tranquila, bondadosa y comprensiva, para quedarse con su dinero. 


No sé qué pensar de esto, pero teniendo en cuenta los mensajes que la factoría de Walt Disney ha colado muchas veces (sobre todo en sus primeros filmes) esta acusación no carece de sentido. 

¿Con qué nos quedamos? ¿Tenemos razón al sospechar de esta lectura o le estamos buscando los tres pies al gato? (Nunca mejor dicho...) ¿Qué piensan?


jueves, 1 de octubre de 2020

EDUARDO MANOSTIJERAS. LA PRIMERA OBRA MAESTRA DE TIM BURTON

EDUARDO MANOSTIJERAS de Tim Burton - 1990 - ("Eward Scissorhands")

“Eduardo Manostijeras” es una de las mejores muestras del estilo creativo de Tim Burton. Es también, desde mi punto de vista, su mejor película junto a la magistral "Ed Wood" y una de las culminaciones de su mejor etapa creativa, la que va desde "Bitelchus" hasta la mencionada "Ed Wood" pasando por sus dos inolvidables y personalísimas aportaciones al universo de Batman y por la también maravillosa "Pesadilla antes de Navidad" (que no dirigió él pero que es de su total e indiscutible autoría por tratarse de un proyecto suyo en casi todos los aspectos). 

"Eduardo Manostijeras", estructurada como los clásicos cuentos de hadas, es una metáfora muy clara, algo simple pero efectiva, de la marginación del diferente en la sociedad norteamericana moderna. 

Visualmente ya establece esta diferencia desde un primer momento: el joven Eduardo (soberbio e inolvidable Johnny Depp en uno de sus primeros grandes papeles), un freak "burtoniano" absoluto de vestimenta negra y retorcida, una figura gótica con manos de tijera y barrocamente despeinada, sale de su oscura mansión en ruinas y se encuentra en un pueblo lleno de colorido, de jardines bien cuidados, de casas color pastel… Y de vecinos intransigentes y temerosos.

Por supuesto, y como en tantos cuentos de hadas, Eduardo se enamora de una joven que le corresponde (excelente Winona Ryder recién venida de "Bitelchus") y, por supuesto, la vecindad no va a tolerar este amor de ninguna de las maneras. 

Romántica, lírica, evocadora y emotiva como pocas, "Eduardo Manostijeras" está llena de referencias y de homenajes a cuentos sobre la exclusión y la valoración del diferente y sus amores imposibles como “Frankenstein”, "El fantasma de la ópera" o “La Bella y la Bestia", a filmes clásicos como "El gabinete del Doctor Caligari" (Eduardo es un homenaje estético absoluto a Cesare, el esclavo hipnotizado del referido doctor), al expresionismo alemán (el castillo hiperbólico frente al pueblo es un truco de consciente irrealidad), al cine mudo (la palidez de Eduardo remite al maquillaje de esta época) y al terror mítico de la Universal y de la Hammer (el gran Vincent Price es incluso el padre del protagonista en el que es su último trabajo frente a las cámaras).

También está plagado el filme de habilísimas metáforas, entre las que destaca la propia de las tijeras: Eduardo quiere tocar a los que le quieren, pero no puede porque no tiene manos y, si lo intenta, les hace daño. 

Genial y conmovedora obra maestra es "Eduardo Manostijeras", una película que no envejece y que no pierde su capacidad para sorprender tanto en lo estético como en lo argumental. 

Es un tópico decirlo, pero creo que es cierto y justo: ojalá el Tim Burton de los últimos años fuese capaz de hacer algo la mitad de original que esto.