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sábado, 7 de diciembre de 2019

EL INCAL. SPACE-OPERA, CRÍTICA POLÍTICA Y METAFÍSICA EN UN COMPENDIO INIMITABLE


EL INCAL de Alejandro Jodorowsky y Moebius - De 1980 a 1988 - ("El Incal")

Pocos artistas hay más completos e inclasificables que el chileno Alejandro Jodorowsky. Novelista, poeta, ensayista, guionista, creador de cómics, director de teatro, director de cine, actor, es, en lo que a arte de viñetas se refiere, autor de una de sus obras más míticas y también inclasificables: "El Incal".

"El Incal" es un proyecto que tuvo su génesis en la supuesta adaptación que Jodorowsky iba a hacer de la novela de "Dune" para el cine a finales de los años setenta y que fue descartada (luego, la terminó rodando David Lynch en la que fue otra historia igual de frustrante a la vez que apasionante).


Con los restos del mencionado "Dune" que Jodorowsky había planeado construyó "El Incal", una space-opera delirante, loquísima, única, en la que volcó todas sus obsesiones y que dibujó un absolutamente esplendoroso y soberbio Moebius, con el que ya había trabajado en "Los ojos del gato".

"El Incal" es todo. Todo. O por lo menos engloba casi todo. Y cuando digo que engloba casi todo, no miento. Es un thriller, pero también una space opera, y una historia distópica, y una epopeya de aventuras homérica, y una feroz crítica social a su momento, y un tratado de metafísica y de filosofía.


Todo comienza con las desventuras de John Difool, un detective de pacotilla, desastrado, egoísta y hasta algo cabroncete que se mete en un lío y que acaba poseyendo un objeto cósmico que buscan numerosos bandos implicados en una guerra o con diferentes intereses.

A partir de aquí, se desata una loquísima espiral de aventuras incesantes en la que no paran de entrar personajes cada vez más geniales, tanto buenos como malos, y en la que termina comprometido el destino del universo.

"El Incal" es un compendio de todo lo místico que obsesiona a Jodorowsky. Es una historia cíclica que hunde sus raíces en la metafísica, el psicoanálisis, la filosofía, lo onírico o el tarot. Está llena de alegorías y de simbolismos, y está muy relacionada con el arte de la "psicomagia" que él mismo practica: la sanación personal a través de actos psicológicos, simbólicos, "mágicos".


Con toda la controversia que esto crea (para muchos gente como Jodorowsky son farsantes; para otros, iluminados), este cómic reproduce en sus ciclos y círculos el pensamiento de su creador, que por otra parte siempre ha afirmado, y hasta con humildad incluso, que lo que él hace no tiene nada que ver con la ciencia. 

Su discutido desenlace, que encanta a unos y decepciona a otros (yo creo que es perfectamente coherente con el cuerpo de la obra), viene a corroborar todo esto: es cíclico, es transmutación, es vida y es cambio de piel. Y no digo nada más por si no leyeron el cómic, pero insisto: me parece totalmente coherente, independientemente de si se cree o no en los postulados del chileno.


"El Incal" es sin embargo mucho más que metafísica: es también una feroz e inmisericorde crítica social y política, la mayor parte de las veces expuesta a modo de sátira.

Su mundo galáctico desquiciado le permite crear inteligentes e irónicas alegorías de una civilización idiotizada por los medios de comunicación y del ocio (aquí, en los años ochenta, los dardos van esencialmente contra la televisión, que seduce y atonta a millones de planetas).

También se ceba con las clases políticas, a las que dibuja como egoístas, ineptas, insensibles, ególatras, abotargadas en el poder y decadentes y semejantes muchas veces a grandes estrellas de la música o de la moda, infladas de banalidad y de tontería.


Todo en "El Incal" está perfectamente redondeado para que sea una obra compendio. Es cien por cien espiritual y cien por cien política y social. Y, además, cien por cien aventura.

Este cómic es acción, acción, acción y acción. De hecho, su falta de respiros, de momentos de tranquilidad, puede llegar a ser atosigante. Pero eso es lo que se busca. Enlazamos peripecias sin parar y no acaba de terminar una cuando ya viene la otra. Es, en todos los aspectos, una space opera absolutamente histérica, pero muy cachonda.


Porque si algo se le da bien a Jodorowsky es mezclar lo serio con lo cómico, el humor con la aventura más puramente homérica, lo grave y filosófico con lo canalla y lo zafio. Y sus personajes, tan carismáticos como tiernos, tan brutales como comprensibles, se mueven también en estas líneas.

Los protagonistas de "El Incal" tienen un lugar especial en la historia del cómic. Desde el principal, John Difool, hasta el pájaro Deepo o las hermanas Animah y Tanatah pasando por el perro humanoide Cabeza de Perro o el Metabarón y Soluna.


Moebius nos regala, además, una obra de arte a los lápices. Todo lo que se le ocurre a Jodorowsky en su mente enloquecida él lo dibuja. Y el color es otra maravilla.

Página a página nos deleitamos con una galaxia psicodélica, surrealista, de sueños de todo tipo, llena de parajes inimaginables, de seres increíbles (desde humanos y extraterrestres hasta animales pasando por robots, mutantes o entidades). Todo es posible entre estos dos grandes autores que se solapan como pocos.

"El Incal", publicado en la revista "Metal Hurlant" desde 1980 a 1989, es una obra capital del cómic. Ha tenido precuelas y secuelas ya más flojas y discutidas como "Antes del Incal" o "Después del Incal", pero el más grande e importante de todos los productos derivados de su universo gigantesco es "La Casta de los Metabarones", otra obra maestra de la que hablaré mañana.


miércoles, 31 de julio de 2019

ESTELA PLATEADA: PARÁBOLA. STAN LEE Y MOEBIUS CONTRA EL FANATISMO RELIGIOSO


Hay talentos que solamente se cruzan una vez en la vida pero que dan obras inolvidables. Dos de ellos fueron Stan Lee y Moebius, dos de los grandes del cómic que, pertenecientes a mercados radicalmente diferentes, coincidieron en la feria del libro de Anaheim, en California, en 1987, en donde comenzó esta única aventura.

Cuenta Stan Lee que él y Jean Giraud acabaron comiendo juntos aquel día, y que el francés le comentó que le fascinaba Estela Plateada, un personaje que, aunque fue creado por Jack Kirby, Lee amaba y que, por desgracia, no había tenido las grandes ventas de otros suyos.


Tras esa comida, decidieron trabajar juntos y crearon este cómic que nos ocupa: "Estela Plateada: Parábola", una de las más grandes obras de arte de la historia de las viñetas.

Estela Plateada tuvo su propia serie desde 1968 a 1970, pero fue cerrada por falta de grandes ventas y el personaje principal fue condenado, como suele pasar tras estos cierres, a deambular por el universo de Marvel como un secundario ocasional de otras colecciones.


A Stan Lee esto siempre le dolió mucho y, en 1978, volvió a la carga junto a Kirby, con el que creó un universo alternativo donde solamente existían la mencionada Estela Plateada y su enemigo Galactus y que se llamó con el paso del tiempo "Tierra-7888".

En este universo fue donde ambientó años más tarde el cómic que nos ocupa, en el que recuperó la visión original de Galactus como Dios.

Stan Lee, en sólo dos números, ponía en la picota el fanatismo religioso y lo contraponía a la voluntad individual de las personas. El mencionado Galactus, un ser onmipresente, es en realidad casi una excusa para que un predicador de masas llamado Candell se meta a medio mundo en el bolsillo.


La fe enfermiza, la locura fanática, los dogmas, son agarres que los seres humanos, perdidos y llenos de terror por la vida, utilizan para sentirse protegidos, para no pensar, para que se lo den todo hecho y con todas las respuestas ya masticadas.

Estela Plateada, a pesar de ser un ser del espacio condenado a la soledad, demuestra más humanidad que casi todos ellos al tratar de que abran los ojos. El mensaje es claro: la verdadera fe está como he señalado dentro de nosotros mismos, y es por no cuestionar nada por lo que han existido a lo largo de la historia tantos tiranos.


Hay, además, otro retrato en "Estela Plateada: Parábola": el de la soberbia del poder. Galactus, inhumano, sin sentimientos, sin inclinarse al bien o al mal, piensa que la vida de cualquier ser que sea más "pequeño" que él no vale absolutamente nada. 

Su hambre lo justifica todo y usa la vida ajena a su antojo para satisfacerla (y de aquí se pueden extraer multitud de parábolas, nunca mejor dicho).


El dibujo de Moebius es sencillamente fascinante. Su trazo minimalista, su perfecta combinación de sencillez y detalle, su visionaria ambientación onírica, su sentido de la acción, su disposición de las viñetas, el color empleado, hacen de "Estela Plateada: Parábola" una obra única, algo que nunca se ha visto y por desgracia ya nunca se verá en los cómics de Marvel.

Con un desenlace espectacular y revelador, alejado de todo maniqueísmo, este cómic de dos números míticos es una obra maestra de dos grandes creadores que, tristemente, no volvieron a trabajar juntos. Imprescindible.