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jueves, 6 de junio de 2019

MOMO. UNA METÁFORA GENIAL DENTRO DE UN GRAN CUENTO FANTÁSTICO


Sobre escritores como el alemán Michael Ende pesa esa eterna y absurda losa en la que viene escrita la frase "escritor para niños". Y cualquiera que lo haya leído puede comprobar que no hay nada más lejos de la realidad.

A veces, la literatura infantil y juvenil es injustamente despreciada, como le ocurre a la que tiene que ver con géneros como la fantasía o el terror, cuando lo cierto es que es una literatura que suele guardar mensajes claros para los adultos en sus páginas.


"Momo" es una novela para todos los públicos. Es más, me atrevería a decir que son precisamente los mayores los que más hemos de leerla y releerla. Porque su metáfora está, desgraciadamente, de plena actualidad.

Publicada en 1973, esta obra, cuyo título es el nombre de su mítica protagonista, narra la historia de una niña que descubre una conspiración para robar el tiempo de la humanidad que va a ser perpetrada por los Hombres Grises, unos seres que tienen ramificaciones en las sombras, en todas partes, y que viven de nuestro mencionado tiempo, el cual consumen en forma de cigarrillos.


Los Hombres Grises son mustios, pálidos, sin color, y además visten trajes y llevan bombín: son una clara alegoría del capitalismo agresivo, hoy perfectamente extrapolable al neoliberalismo económico más violento. Su aspecto empresarial, siniestro, oscuramente aséptico, no es ninguna casualidad.

No se me ocurren mejores villanos que ellos para representar los modelos economistas desaforados que tratan de imponerse entre la gente por medio del control de su tiempo, de su ocio, de sus gustos, de sus sueños. Son pura malevolencia, pero malevolencia triste: ellos mismos están más perdidos que nadie.


En el otro lado, está Momo, una de las más grandes heroínas de la literatura fantástica: una niña pobre pero que se conforma con lo que tiene, que es capaz de jugar horas y horas con sus amigos con unas cuantas cajas de cartón, que descubre la falacia de estos ladrones de tiempo y que es capaz de plantarles cara.

Personajes secundarios inolvidables también los hay, y son casi todos. Desde Gigi Cicerone hasta Beppo Barrendero pasando por el maestro Segundo Minuto Hora o por su tortuga Casiopea (genial personaje animal).


La trama nos lleva desde la cotidianeidad más divertida (está ambientada en una ciudad italiana que comparte muchas características con Roma, en donde vivió Ende muchos años) hasta la pura aventura de corte metafísico. Viene acompañada la novela, como tantas del autor, de sus propios y entrañables dibujos.

"Momo", de plena actualidad y que tuvo una película en 1986, es un canto único a la libertad, a la vida espiritual, y contra el consumismo brutal y los modelos de producción más inhumanos y despiadados. Hoy, con el mencionado neoliberalismo económico tratando de ganar cada vez más parcelas de nuestros derechos laborales, se me antoja una novela del todo imprescindible. Para niños, y para adultos.


viernes, 2 de noviembre de 2018

JIM BOTÓN Y LUCAS EL MAQUINISTA


Leí cuando era un niño "Jim Botón y Lucas el Maquinista", la primera novela del alemán Michael Ende, un autor que siempre ha sido catalogado como infantil cuando no lo es en absoluto (sólo hay que leer la anticapitalista "Momo" o la compleja "La Historia Interminable" -adaptada al cine en tres películas aberrantes-, para comprobarlo).

Ende, cuyo padre fue un pintor "prohibido" por el régimen nazi por "degenerado", escribió este libro como un ataque a la educación que él mismo recibió en las escuelas de Hitler. El chico protagonista es negro y su amigo un maquinista de estrato obrero, el villano es un dragón que secuestra a niños para encadenarlos en un aula de piedra y darles una educación clasista; Nepomuk, el mestizo de dragón e hipopótamo, es expulsado de la Ciudad de los Dragones porque es un "sangre impura", los dos protagonistas llegan a China y un malvado consejero real les echa en cara que "no existen" porque "no tienen papeles" y "si alguien no tiene papeles, es que no existe...".

Releída hoy, cuando cuento ya con 35 años a las espaldas, me ha parecido una novelita maravillosa, llena de matices de esos que, cuando eres pequeño, no terminas de pillar del todo. Estos son los cuentos infantiles que perduran, los que te llaman de nuevo cuando eres adulto y te invitan a redescubrirlos y a seguir aprendiendo.