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domingo, 8 de diciembre de 2019

LA CASTA DE LOS METABARONES. EL ESPECTACULAR SPIN-OFF DE EL INCAL


LA CASTA DE LOS METABARONES de Alejandro Jodorowsky y Juan Giménez - De 1998 a 2003 - ("La Caste des Méta-Barons")

De "El Incal" han surgido varias sagas secundarias, como su precuela "Antes del Incal" y su secuela "Después del Incal", que tuvieron críticas mixtas. No las he podido leer todavía: en un futuro, espero hacerlo.

Sin embargo, su spin-off más importante y el único aclamado por unanimidad ha sido "La Casta de los Metabarones", en el que se desarrolla la historia de la loca familia del que era uno de sus personajes más carismáticos: el Metabarón. 


Ahora el dibujante no es Moebius, sino el argentino Juan Giménez, que nos dejó una obra visual que igualaba o incluso en mi opinión superaba a la del creador de "El Teniente Blueberry".

Giménez dedicó, de 1998 a 2003, alrededor de cinco días para crear cada página de las más de quinientas que tiene "La Casta de los Metabarones". Un trabajo titánico, increíble, que ha dado una de las obras de arte de las viñetas más espectaculares y preciosas de la historia del cómic.

Cada simple página tiene la calidad de una portada, y cada una de las ocho portadas que tuvo la serie está inspirada en los retratos que realizaba el pintor Rembrandt de los miembros de las casas reales a los que pintó, valga la redundancia.


Cada recuadro es una delicia. Cada personaje, cada escenario por mínimo que sea, cada nave, cada paraje: todo está hecho con un mimo, con un dominio de la perspectiva, con un color palpable, que llega a ser pura lujuria artística. Lo dicho: llega a superar a Moebius.

Luego, tenemos el guión. Alejandro Jodorowsky vuelve a poner en la picota sus obsesiones en otra historia sobre filosofía, metafísica y sobre lo cíclico. La reencarnación, la transmutación, el paso del tiempo, la muerte, lo onírico, la disertación sobre qué es o no es realmente humano: está de nuevo poderosamente presente todo el sustrato espiritual de "El Incal", y además con algunos temas nuevos.


También lo está el político y social, y algo más acentuado. Las ambiciones desmedidas de un imperio inhumano, de unos entes capitalistas dictatoriales y agresivos que disparan el inicio de las desventuras de los Metabarones son una crítica bien clara de nuestra era.

Igualmente, en la casta que da nombre al cómic encontramos un catálogo de asuntos que también son un reflejo de los peores defectos humanos: clasismo, sometimiento, violencia, avaricia, egoísmo, decadencia, hipocresía, injusticia. 


"La Casta de los Metabarones" es la historia de una familia enloquecida por un código demencial que se instaura debido a la acción destructora del mencionado capitalismo dictatorial y agresivo de una sociedad galáctica monstruosa. 

El tono se aleja del más cómico y enloquecido de su obra madre para volverse más pausado, más minimalista, más grave, más duro, más épico. Hay más batallas, más guerra, más tragedia, más influencias de temas orientales, del teatro clásico griego o de Shakespeare.

Sin embargo, sí que existe un punto cómico: el de los dos androides, Tonto y Lothar, que narran la historia de la familia Metabarón, que recuerdan por cierto mucho, y no es casualidad creo, a C3PO y R2 de "Star Wars".


Igualmente, existe, pienso, una clara influencia de las novelas de "Dune" de Frank Herbert, la gran espina que se le quedó clavada a Jodorowsky, que nunca pudo adaptarla al cine. No sólo en el asunto central de la lucha por la posesión de un recurso natural único en el universo, sino también muchas ideas estéticas y muchos conceptos argumentales.

Está también esta obra llena de sorpresas. En especial, creo que tiene giros verdaderamente inesperados y rompedores: más que en "El Incal".


Y, por supuesto, la ristra de planetas, de ambientes, de seres de toda clase, de entidades, de naves espaciales, de armas, es absolutamente apabullante. Todo lo que sale de la imaginativa e incansable mente de Jodorowsky, Giménez lo dibuja. Y lo clava.

"La Casta de los Metabarones", que tuvo una continuación menos exitosa en "Castaka", en la que los lápices pasaban a las manos del dibujante español Das Pastoras, es un cómic único e imprescindible y un espectáculo puro y maravilloso. Tan indispensable como "El Incal": este dueto creo que debe estar en toda estantería que se precie.


sábado, 7 de diciembre de 2019

EL INCAL. SPACE-OPERA, CRÍTICA POLÍTICA Y METAFÍSICA EN UN COMPENDIO INIMITABLE


EL INCAL de Alejandro Jodorowsky y Moebius - De 1980 a 1988 - ("El Incal")

Pocos artistas hay más completos e inclasificables que el chileno Alejandro Jodorowsky. Novelista, poeta, ensayista, guionista, creador de cómics, director de teatro, director de cine, actor, es, en lo que a arte de viñetas se refiere, autor de una de sus obras más míticas y también inclasificables: "El Incal".

"El Incal" es un proyecto que tuvo su génesis en la supuesta adaptación que Jodorowsky iba a hacer de la novela de "Dune" para el cine a finales de los años setenta y que fue descartada (luego, la terminó rodando David Lynch en la que fue otra historia igual de frustrante a la vez que apasionante).


Con los restos del mencionado "Dune" que Jodorowsky había planeado construyó "El Incal", una space-opera delirante, loquísima, única, en la que volcó todas sus obsesiones y que dibujó un absolutamente esplendoroso y soberbio Moebius, con el que ya había trabajado en "Los ojos del gato".

"El Incal" es todo. Todo. O por lo menos engloba casi todo. Y cuando digo que engloba casi todo, no miento. Es un thriller, pero también una space opera, y una historia distópica, y una epopeya de aventuras homérica, y una feroz crítica social a su momento, y un tratado de metafísica y de filosofía.


Todo comienza con las desventuras de John Difool, un detective de pacotilla, desastrado, egoísta y hasta algo cabroncete que se mete en un lío y que acaba poseyendo un objeto cósmico que buscan numerosos bandos implicados en una guerra o con diferentes intereses.

A partir de aquí, se desata una loquísima espiral de aventuras incesantes en la que no paran de entrar personajes cada vez más geniales, tanto buenos como malos, y en la que termina comprometido el destino del universo.

"El Incal" es un compendio de todo lo místico que obsesiona a Jodorowsky. Es una historia cíclica que hunde sus raíces en la metafísica, el psicoanálisis, la filosofía, lo onírico o el tarot. Está llena de alegorías y de simbolismos, y está muy relacionada con el arte de la "psicomagia" que él mismo practica: la sanación personal a través de actos psicológicos, simbólicos, "mágicos".


Con toda la controversia que esto crea (para muchos gente como Jodorowsky son farsantes; para otros, iluminados), este cómic reproduce en sus ciclos y círculos el pensamiento de su creador, que por otra parte siempre ha afirmado, y hasta con humildad incluso, que lo que él hace no tiene nada que ver con la ciencia. 

Su discutido desenlace, que encanta a unos y decepciona a otros (yo creo que es perfectamente coherente con el cuerpo de la obra), viene a corroborar todo esto: es cíclico, es transmutación, es vida y es cambio de piel. Y no digo nada más por si no leyeron el cómic, pero insisto: me parece totalmente coherente, independientemente de si se cree o no en los postulados del chileno.


"El Incal" es sin embargo mucho más que metafísica: es también una feroz e inmisericorde crítica social y política, la mayor parte de las veces expuesta a modo de sátira.

Su mundo galáctico desquiciado le permite crear inteligentes e irónicas alegorías de una civilización idiotizada por los medios de comunicación y del ocio (aquí, en los años ochenta, los dardos van esencialmente contra la televisión, que seduce y atonta a millones de planetas).

También se ceba con las clases políticas, a las que dibuja como egoístas, ineptas, insensibles, ególatras, abotargadas en el poder y decadentes y semejantes muchas veces a grandes estrellas de la música o de la moda, infladas de banalidad y de tontería.


Todo en "El Incal" está perfectamente redondeado para que sea una obra compendio. Es cien por cien espiritual y cien por cien política y social. Y, además, cien por cien aventura.

Este cómic es acción, acción, acción y acción. De hecho, su falta de respiros, de momentos de tranquilidad, puede llegar a ser atosigante. Pero eso es lo que se busca. Enlazamos peripecias sin parar y no acaba de terminar una cuando ya viene la otra. Es, en todos los aspectos, una space opera absolutamente histérica, pero muy cachonda.


Porque si algo se le da bien a Jodorowsky es mezclar lo serio con lo cómico, el humor con la aventura más puramente homérica, lo grave y filosófico con lo canalla y lo zafio. Y sus personajes, tan carismáticos como tiernos, tan brutales como comprensibles, se mueven también en estas líneas.

Los protagonistas de "El Incal" tienen un lugar especial en la historia del cómic. Desde el principal, John Difool, hasta el pájaro Deepo o las hermanas Animah y Tanatah pasando por el perro humanoide Cabeza de Perro o el Metabarón y Soluna.


Moebius nos regala, además, una obra de arte a los lápices. Todo lo que se le ocurre a Jodorowsky en su mente enloquecida él lo dibuja. Y el color es otra maravilla.

Página a página nos deleitamos con una galaxia psicodélica, surrealista, de sueños de todo tipo, llena de parajes inimaginables, de seres increíbles (desde humanos y extraterrestres hasta animales pasando por robots, mutantes o entidades). Todo es posible entre estos dos grandes autores que se solapan como pocos.

"El Incal", publicado en la revista "Metal Hurlant" desde 1980 a 1989, es una obra capital del cómic. Ha tenido precuelas y secuelas ya más flojas y discutidas como "Antes del Incal" o "Después del Incal", pero el más grande e importante de todos los productos derivados de su universo gigantesco es "La Casta de los Metabarones", otra obra maestra de la que hablaré mañana.