domingo, 25 de octubre de 2020

EL PROCESO. EL CIUDADANO PERDIDO EN EL MANICOMIO DE LA ADMINISTRACIÓN

EL PROCESO de Franz Kafka - 1925 - ("Der Process")

Franz Kafka murió de tuberculosis con sólo cuarenta años en 1924. Aunque le dijo a su mejor amigo, Max Brod, que sus manuscritos fuesen destruidos, éste por suerte no le hizo caso y empezó a mover y a publicar estos escritos.

Después de la delirante y genial "La metamorfosis", posiblemente sea "El proceso" su obra más conocida. Es una novela, y está parcialmente sin terminar. Hay párrafos suprimidos (incluidos en varias ediciones) y también hay fragmentos que se quedaron fuera del "montaje" que Kafka tenía antes de fallecer (también incluidos en varias ediciones).

Igualmente, el estilo literario, aún siendo el característico sobrio y preciso, como le han llamado muchos "de despacho" o "de informe" del autor, está sin pulir aquí: hay cacofonías, hay párrafos más trabajados que otros, hay capítulos alargados con ritmo defectuoso y hay incluso discrepancias en el orden de algunos de ellos según la edición.

Sin embargo, la novela está lo suficientemente perfilada y completa como para resultar lo que es: otra obra maestra de este escritor, obra maestra todavía más loca y asfixiante si cabe que "La metamorfosis" (parece difícil, pero es cierto).


En "El proceso", un hombre llamado Josef K. (como siempre, las teorías sobre lo que este personaje tiene o no del Kafka real están servidas a tutiplén) es acusado de un día para otro de algo que no sabe ni siquiera qué es y su vida se desliza a partir de aquí en una pesadilla de juzgados y abogados, de papeleos y de locura administrativa.

Podría parecer una comedia, pero no lo es: en todo caso, podría ser una comedia de humor negro, y de humor negro bastante perturbado.

"El proceso" es una obra difícil de leer. Por no estar acabada y por la dureza de lo que cuenta y, además, por la dureza de su propia narrativa.

Aún habiendo muerto antes de haberla redondeado, se nota que Kafka quería conseguir aquí un efecto de repetición, de tedio, de aburrimiento desquiciante. La prosa a veces parece un informe judicial, y los diálogos también, y los lectores se vuelven locos ante tanto delirio procesal, ante tanto lío legal expuesto y desarrollado y vuelto a exponer (llega a ser de puro manicomio).

"El proceso" recuerda a uno de esos días que todos hemos tenido alguna vez en los que necesitamos algún tipo de documento que nos hace ir de un lado a otro de un mismo edificio (o a veces de un edifico a otro de la misma ciudad) durante toda una mañana de frustración y de dolores de cabeza.

"El proceso" es una novela atroz. Un descenso a los infiernos de una administración omnipresente y omnipotente que aplasta a un individuo que ni siquiera sabe qué es lo que ha hecho. Es una fábula moral sin moral, un cuento simbólico sin alegoría.

En su deambular por instancias de su ciudad (se presupone que es la Praga natal del autor), Josef K. es consumido por el papeleo constante, por las visitas a abogados, a tribunales, a funcionarios, a "enchufados" del gobierno. 

Es, además, señalado en su pensión y en su trabajo y hasta por su propia familia (volvemos a uno de los temas habituales del autor, muy básico en "La metamorfosis"): es socialmente degradado sin saberse siquiera por qué. Sólo importa que está metido en un proceso: eso es suficiente para condenarle.

Este proceso, para colmo, consume todos sus recursos: desde los económicos hasta los energéticos (empieza a irle mal en la oficina y a verse indefenso ante compañeros trepas) pasando por los psíquicos (acaba agotado y pasa de la fuerza inicial a la histeria de la frustración para acabar en la pura desidia de la derrota).

Kafka crea también un mundo demencial como escenario de este periplo: un mundo donde los juzgados están por todas partes. En las casas de vecinos hay tribunales, en los bancos hay salas para administrar castigos, en cualquier habitación particular hay una puerta que lleva a alguna instancia de la administración, y por supuesto la propia iglesia con sus ministros está también amarrada al aparato legal del estado.

Los personajes de la novela también son desquiciantes: parecen sacados directamente de una casa de locos. Actúan de forma arbitraria, sin coherencia a veces, en ocasiones altaneros y en ocasiones arrastrados, siempre enigmáticos, a la deriva. Es todo una auténtica pesadilla con momentos verdaderamente surrealistas.

"El proceso" es agobiante, aplastante. Es una novela muy difícil, como he dicho, por lo que narra y por las circunstancias en las que quedó su acabado final. 

¿Interpretaciones? Pues hay miles: desde las marxistas hasta las existencialistas pasando por las anarquistas o las expresionistas. Mares de tinta. 

Sí me queda claro, a mí por lo menos, el ataque que se le hace en ella a la burocracia brutal y absurda, al poder que juega con los ciudadanos. También, el retrato terrible que contiene sobre la ansiedad del mundo de su momento en la gran ciudad, donde las personas son números alienados, sin vida más allá de estar representados en los papeles del gobierno.

De la misma manera, se han visto alusiones en "El proceso" al ambiente de antisemitismo que se vivió en gran parte de Europa central en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. A algunos críticos no les queda claro.

"El proceso" es dura, es brutal, es inmisericorde y es ingrata. Es corta (apenas 140 páginas en mi edición) pero se alarga por su dificultad y su exigencia. Creo que es, también, imprescindible leerla. Es inimitable y única, y aunque suene tópico decirlo, es uno de los grandes faros literarios de la historia. Podríamos estar horas discutiendo sobre su significado y sus mil matices. 

De camino, recomiendo la adaptación de Orson Welles para el cine: creo que no puedo cerrar este artículo sin mencionarla. Me parece fantástica y representa muy bien el martirio de Josef K. con un plantel de actores muy adecuado y con toda la maestría a la cámara de este director.

1 comentario:

  1. Novela para mí absoluta, una de las mejores que he leído en mi vida. Yo creo que el hecho de que Kafka no la redondeara, como dices, no la hace incompleta; es un texto coherente y escalofriante de principio a fin. Coincido contigo en lo de la adaptación de Orson Welles, la considero excelente y muy olvidada.

    Un abrazo.

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