Quien diga que David Lynch es un director incomprensible o que sólo hace cine metafórico porque no sabe hacer otra cosa (que hay muchos que piensan esto, es cierto), seguro que no ha visto ni "El hombre elefante" ni "Una historia verdadera".
Ambas son dos de las mejores películas de este inclasificable director, y ambas son puro, cien por cien cine clásico.
"El hombre elefante" viene justo detrás de su fulminante debut, "Cabeza borradora", y es una una película "clásica" en todas sus acepciones y que incluso homenajea conscientemente al cine clásico en su estilo.
Rodada en un esplendoroso y precioso blanco y negro, con un ritmo pausado y con una narrativa directa y alejada de lo que había sido la mencionada "Cabeza borradora" (alguna escena onírica hay en el filme, pero es lo menos y es parte del "toque Lynch"), "El hombre elefante" narra la historia real de Joseph Merrick (llamado John Merrick en la cinta), un ciudadano inglés que vivió durante el siglo XIX y que padecía terribles deformaciones.
"El hombre elefante" es ante todo una declaración de lucha por la dignidad humana a toda costa. John Merrick es un monstruo físicamente hablando: sólo puede ganarse la vida en un circo de freaks (es conocido por el nombre que da nombre a la película, valga la redundancia), en donde su jefe abusa de él constantemente, o ser requerido por la ciencia para ser estudiado por interés médico.
Sin embargo, es una de las personas interiormente más bellas que la humanidad ha conocido. Por suerte, la solidaridad existe: ha existido en todas las épocas. Un buen doctor ayudará a Merrick a reencontrarse con su humanidad y también lo harán los freaks, los marginados como él.
"El hombre elefante" es el ejemplo perfecto de drama preciso, sin efectismos, que es tan brutal y emotivo que hace llorar. Yo he llorado con esta película. Me ha puesto los pelos de punta. En muchas, muchas escenas.
David Lynch es un mago del cine: de toda clase de cines. La trama es una delicia de fluidez, concisión y dramatismo inteligente; los diálogos son magníficos, la estética está cuidadísima, la ambientación (homenaje claro al Expresionismo Alemán) es una maravilla y los actores brillan, refulgen.
Anthony Hopkins, jovencísimo aquí, está inmenso, y John Hurt, que da vida al "Hombre Elefante", embutido en maquillaje consigue llegar al corazón.
La segunda película de David Lynch, que fue un éxito, arrasó en los Oscars y le permitió confirmarse como un director promesa, es una obra maestra imprescindible. Cine del bueno, del mejor, del que llegó al podio automáticamente.
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