martes, 5 de mayo de 2020

LA SONRISA DEL VAMPIRO II: PARAÍSO. EL DESENLACE DEL CARNAVAL DEL HORROR


En "La sonrisa del vampiro II. Paraíso", Suehiro Maruo continúa con las macabras andanzas de los vampiros de la primera parte y, en este retorno, articula una historia que, en parte, los humaniza.

Aunque él mismo dijo, como comenté en la anterior crítica, que sus obras son "la visión artística de un mal sueño" y que en ellas "no se ha de sacar ninguna conclusión filosóficamente profunda", en esta secuela hay un poso de amargura y profundidad que no está en su predecesora, que era un desprejuciado y surrealista carnaval de horrores.


Las constantes son las mismas, y más alocadas aún si cabe. Los vampiros protagonistas siguen matando y escondiéndose de la humanidad y se topan con otros seres tan peligrosos o más que ellos.

En este caso, vamos a tener nuevos vampiros, y nuevos psicópatas, y nuevos monstruos urbanos. Se sigue rizando el rizo de lo grotesco y de lo extravagante, y nos encontramos desde orgías en las que participan adolescentes hasta bandas de motoristas nazis pasando por familias descompuestas hasta lo inimaginable.


Por supuesto, vamos a tener sangre. Sangre a litros. Y vísceras, y deformidad, y suciedad, y brutalidad, y sexo enfermizo, y todo ello sin ninguna concesión y, además, bellísimamente ilustrado.

Mis definiciones más exhaustivas de lo que es el Grand Guignol están en la entrada inmediatamente anterior a ésta o, en esta misma etiqueta, en la entrada dedicada a la obra del mismo autor "Midori, la niña de las camelias".


Sí dejo claro que esto vuelve a ser puro Grand Guignol, y que vuelve a darle vueltas y vueltas a lo grotesco y a sorprender una y otra vez al lector después de cada página (y Maruo se supera: cuando crees que has visto lo más aberrante que podías ver, en el siguiente capítulo te vuelves a encontrar con otra invención suya todavía más chocante).

Sin embargo, como he dicho, "La sonrisa del vampiro II. Paraíso", a la vez que es más desquiciada aún en lo que se refiere a trama, a personajes y a caos de encuentros azarosos que terminan en lo que se imaginan, tiene un poso de cuento triste y de amargura.


Por fin, sus personajes se desarrollan algo más allá de la maldad pura que veíamos en su primera aventura. Sienten y sufren, y se acercan a la humanidad, aunque sea según los parámetos de Maruo, que no son habituales, desde luego.

Las dos entregas de esta corta saga de horror y sadismo, si bien creo que son inferiores a la mencionada "Midori", por ejemplo, especialmente porque ésta es más sugerente y estas son más simplemente desbocadas, son otra buena muestra del estilo inconfundible de este autor japonés y dos de sus obras más celebradas.


1 comentario:

  1. Me apunto esta como la otra que mencionas........buen pinta ambas.
    Un saludo

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