lunes, 4 de mayo de 2020

LA SONRISA DEL VAMPIRO. SUEHIRO MARUO PURO. GRAND GUIGNOL DESBOCADO


De sus creaciones, el mismo Suehiro Maruo ha dicho: "Mis obras no tienen ningún mensaje complicado. No se ha de sacar ninguna conclusión filosóficamente profunda, ni nada de eso. Lo que sí me gustaría es que los lectores viesen en mis obras lo que realmente son: la visión artística de un mal sueño".

No obstante, en cómics suyos como "Midori, la niña de las camelias", sí que encuentro, yo por lo menos, un mensaje y un retrato social y humano. En mi reseña de dicha obra, en esta misma etiqueta, me explayo.


En "La sonrisa del vampiro" y en su secuela, "La sonrisa del vampiro II: Paraíso", sí que veo, en cambio, lo que él ha señalado: simples transcripciones artísticas de pesadillas y, por supuesto, puro, purísimo "Grand Guignol".

Ambientadas en Japón, entre la actualidad y un pasado cercano, pero indefinidos ambos tiempos, narran ambas partes historias que llegan a un nivel de exageración retorcida que creo que en algunos momentos se llevan por delante a la propia y mencionada "Midori".

La trama es simple en esta primera parte que hoy comento: un grupo de personajes, todos bastante aberrantes y terroríficos, se cruzan con la maldad pura como telón de fondo absoluto.


Tenemos puro Maruo, y al cuadrado. No hay ningún descanso: la espiral de horror, de brutalidad, de sangre, de suciedad, de fealdad, da vueltas, y vueltas, y vueltas hasta ponernos contra las cuerdas como lectores.

Aquí no hay ambigüedad, como en otras obras suyas: todos los personajes son malos. Pero malos, malísimos. Y los pocos que no lo son, lo terminan siendo. O, por lo menos, terminan enfermando moralmente.


En "La sonrisa del vampiro" tenemos maldad que va más allá del simple egoísmo: tenemos maldad pura. Ganas de hacer daño, ganas de hacer sufrir a los demás, ganas de ser auténticos monstruos, en todos los sentidos.

Tenemos vampiros, tenemos psicópatas, tenemos adolescentes hijos de puta de la peor calaña, tenemos violadores. Y tenemos asesinatos que no discriminan absolutamente a nadie, y abusos de todo tipo, y sexo enfermizo, y masacres.

Maruo riza el rizo. Varias veces. Y hace piruetas de trapecista. Cuando creemos que hemos visto algo verdaderamente demencial y horrible, nos sorprende con otra cosa que le da la vuelta y que es todavía peor. Así, hasta el final.


Todo ello, claro, con su lirismo particular. Porque el dibujo de "La sonrisa del vampiro" es una delicia. Es bellísimo. Y las aisladas escenas que están en color, también. Es poesía en cómic, aunque sea poesía macabra y de manicomio.

La ambigüedad de sentimientos que este autor es capaz de introducir en quien lee sus obras resulta provocadora porque, y tal vez lo haga sin pretenderlo, nos sacude interiormente y nos hace preguntarnos cómo algo tan terrible puede ser estéticamente tan bello e incluso tan romántico en algunos de sus pasajes.


Como dije con "Midori", no esperen ninguna concesión. Este cómic es puro arte del sadismo y de la degradación. El contrapunto radical, las reacciones encontradas, las interpretaciones a pares, están servidas.

Suehiro Maruo no es un plato del gusto de todos, pero es uno de los autores de cómic de terror más inimitables de Japón. Mañana, comentaré la secuela de esta obra, "La sonrisa del vampiro II: Paraíso".


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