lunes, 1 de abril de 2019

EL LLANO EN LLAMAS. TESTIMONIO DEL HUNDIMIENTO DEL CAMPO MEXICANO


Es una lástima que Juan Rulfo no hubiese escrito más. Aunque con sólo dos obras, "El llano en llamas" y "Pedro Páramo", cambió la literatura latinoamericana.

La primera de ellas, publicada en 1953, reúne diecisiete cuentos que el autor mexicano fue publicando en diversos medios y fue un éxito desde su salida a las librerías.

En estos relatos se encuentra la semilla de "Pedro Páramo". Aunque son todos de corte realista, los temas de su novela están ya aquí: en esencia, la caída en el abandono del campo de México. Y, alrededor, otros tantos: el caciquismo, los estragos de las revoluciones, la pobreza, la violencia. 


En todos ellos se usa el lenguaje popular de las zonas rurales del país, y se recurre con asiduidad al monólogo interior, que retrata el mundo de los personajes y describe los paisajes en los que se mueven, los otros grandes protagonistas: secos, abrasadores, rudos, muertos, llenos de naturaleza indómita y hostil o de pueblos destrozados o abandonados.

"El llano en llamas" es crítica social y política descarnada: nadie sale indemne. Rulfo pone en la picota el problema del latifundismo y de la apropiación de las mejores tierras por parte de los que tienen dinero, pero también da fe del fracaso de las revoluciones.


Los asuntos centrales son estos, y alrededor pivotan otros como la corrupción, la violencia atávica, el terrorismo de estado, la hipocresía y brutalidad de los mencionados movimientos revolucionarios, la pobreza, el hambre, el machismo, las relaciones familias destruidas por la miseria, el oscurantismo, el fanatismo religioso, la emigración a los Estados Unidos y el clasismo.

En "Nos han dado la tierra" expone cómo el gobierno deja a los más pobres las peores tierras para que las cultiven y se lava las manos. En "Macario" dibuja un ambiente familiar estancado en el que surge la ternura inesperada. En "Luvina" retrata cómo es un pueblo prácticamente abandonado donde sólo quedan unos cuantos desesperados que se aferran a el porque no pueden ir a ninguna otra parte.


"Es que somos muy pobres" narra cómo una familia pierde lo poco que tiene y cae en la miseria absoluta. Y "Talpa" cómo unos desesperados se agarran a la religión, lo único que les queda, para poder salir adelante en un ambiente muerto.

Otros como "La Cuesta de las Comadres", "¡Diles que no me maten!", "Acuérdate", "La noche que lo dejaron solo" o "No oyes ladrar a los perros" hablan de la violencia en todas sus formas, entre padres e hijos (la figura del padre opresor o decepcionante está muy presente siempre en Rulfo), entre bandos enfrentados en una guerra, entre matones brutales de familias de caciques, entre agentes del gobierno y simples vecinos que pagan sus desmanes y negligencias.

"El llano en llamas" es un testimonio desolador de todo un mundo que se hunde en el horror de la pobreza. Ni siquiera la Revolución Cristera (en la que el autor perdió a su padre) o la Revolución Mexicana, ampliamente criticadas, consiguen acabar con la explotación de los pobres y los débiles por parte de los ricos y los fuertes, ya sean estos terratenientes, políticos, mafiosos o los propios revolucionarios.


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