martes, 13 de junio de 2023

CONAN, EL DESTRUCTOR. UNA SECUELA DESASTROSA, INFANTILIZADA Y CUTRE

CONAN, EL DESTRUCTOR de Richard Fleischer - 1984 - (“Conan, the Destroyer”)

Aunque ahora es un gran clásico del cine de aventuras, “Conan, el Bárbaro” no gozó de todo el éxito del que en su momento se esperaba que gozara, aunque tampoco fuera un fracaso estrepitoso. Aun así, Arnold Schwarzenegger tenía un contrato para rodar la prevista secuela y volvió a interpretar al bárbaro de Robert E. Howard. 

John Milius fue sustituído tras la cámara, y por nada más y nada menos que por el gran Richard Fleischer. Este hecho alimentó unas expectativas que desgraciadamente no se cumplieron. 

Richard Fleischer fue uno de los grandes directores todoterreno de la historia del cine, autor de obras imprescindibles como “Los vikingos”, “20.000 leguas de viaje submarino”, “El príncipe y el mendigo”, “Barrabás”, “El estrangulador de Boston”, “El estrangulador de Rillington Place” o “Un viaje alucinante”.

Eso sí, “Conan, el Destructor” le pilló en horas bajas, muy, muy bajas: prácticamente en plena decadencia artística y poco antes de abandonar su gloriosa carrera cinematográfica.

La secuela de la primera de las aventuras cinematográficas del famoso bárbaro de Robert E. Howard es una de las películas fantásticas de acción más desastrosas, ridículas y nefastas de los años ochenta, además de una de las que peor han envejecido (y miren que hay para elegir…). 

No fue, de todas formas, toda la culpa de Fleischer. El guión del filme tal vez fuera el máximo responsable: ni Milius ni Stone estuvieron implicados en él, sino Stanley Mann, que hizo un trabajo terrible. 

Basándose en retazos de las aventuras del héroe en los relatos originales, como se hizo en la primera parte, delineó una trama lineal, simplona y anodina hasta decir basta, predecible desde el primer momento, llena de diálogos de vergüenza y poblada de personajes mal desarrollados o directamente sin desarrollar.

Conan es gracias a esto mucho menos profundo y mucho menos carismático: Schwarzenegger no lo hace mal ni bien; dejémoslo en que “lo hace”, porque el personaje que interpreta da para muy poquito. 

El toque de antihéroe que tenía en “Conan, el Bárbaro” se ha perdido, así como los momentos en los que hacía gala de su humor bárbaro y brutal. Lucha por resucitar a su amada Valeria, fallecida en la primera parte, pero parece realmente que no le importa que siga muerta. 

Es indignante, pero no pasa de ser un bruto sin cerebro, un personaje plano como pocos, tan plano como cualquiera de los del grupo de aventureros que se le une: pueden resultar atractivos, pero no aportan casi nada a la trama. 

Además, el genial Subotai, el gran amigo inseparable del héroe, no aparece sin razón alguna en esta entrega, mientras que Akiro, el místico narrador de las gestas de Conan interpretado por Mako (ya lo hizo también en la primera parte) es ahora un típico secundario de corte cómico.

Las escenas de acción tampoco ayudan: están construidas y rodadas de manera mediocre y aburren. Los efectos especiales cumplen con su cometido, aunque por momentos resultan realmente cutres, y el ambiente, con muchos elementos de la serie B, como el anterior, no está mal retratado pero tampoco destaca: mantiene el aura fantástica decadente con elementos eróticos propia de la saga, aunque la infantiliza bastante con respecto a la de la anterior cinta con decorados más suntuosos y menos oscuros. 

Básicamente “Conan, el Destructor” es un desastre de película, un terrible despropósito que, viniendo de un director como Fleischer, duele de verdad. De pena. .

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