RASHOMON de Ryunosuke Akutagawa - De 1914 a 1927 - ("Rashomon")
Ryunosuke Akutagawa es considerado el padre del cuento japonés moderno y un autor que en su país y en su momento fue muy avanzado al considerar que la literatura debía unir tanto a las culturas orientales como occidentales.
Se ha dicho en numerosas ocasiones que fue un gran retratista del Japón feudal del pasado, pero lo cierto es que, precisamente debido a su visión de unión entre culturas, trató todo tipo de personajes y de periodos históricos y empleó todo tipo de recursos estilísticos y estéticos.
También, como no podía ser de otra manera con estas premisas, uno de sus temas principales fue la búsqueda de una identidad cultural en un ambiente sumergido en la apertura y en el cambio constante como era el del Japón del siglo XIX y XX, un país que había pasado centurias completamente cerrado a los países vecinos y a sus influencias y que ahora mutaba de forma casi radical.
Fue, además, buen amigo, entre otros autores de su tiempo, de Natsume Soseki, al que consideraba su maestro literario y del que lamentó mucho su muerte en 1916.
El papel de la mujer en los cuentos de Akutagawa es todavía hoy discutido. En general, las mujeres aparecen en muchos de ellos como personajes dominantes y violentos, egoístas y posesivos, que ejercen el poder de forma brutal o sibilina sobre hombres que en muchas ocasiones son, directamente, sus víctimas.
Hay que decir que el autor, huérfano desde niño, fue adoptado por el hermano de su madre y la mujer de éste, su tía Fuki, fue quien se encargó de criarlo de una forma obsesiva y despectiva que empeoró incluso conforme él fue creciendo y ella se fue acercando a la vejez. Esta mujer, que además le solía decir que acabaría "demente" como su madre (que sufría psicosis), fue un estereotipo femenino negativo que le perturbó hasta su temprana muerte.
Ciertamente, Ryunosuke Akutagawa padeció toda su vida crisis nerviosas y problemas graves de salud mental que a menudo le dejaban muy incapacitado y de los que le costaba mucho recuperarse. Tanto fue así que el 24 de julio de 1927, con solamente 35 años, decidió suicidarse por sobredosis de barbital. En su honor se concede el Premio Akutagawa, uno de los más prestigiosos de Japón.
"Rashomon y otros cuentos" es donde están reunidos los relatos que, en su corta vida, dejó Akutagawa para la posteridad de la literatura. Son variados en género, en estilo, en temática y en ambientación (aunque hay una gran parte de ellos que tienen lugar en tiempos feudales), y muchos han pasado a la historia merecidamente.
En la edición que yo tengo de esta colección de cuentos, la de Miraguano Ediciones, el relato "En un bosquecillo", de 1921, abre la serie. Akira Kurosawa mezcló éste y el posterior "Rashomon" en su célebre y genial película del mismo nombre.
En "En un bosquecillo" Akutagawa emplea varias voces para tratar de esclarecer un crimen misterioso ocurrido en un bosque: un leñador, un bonzo, un gendarme, una vieja, una mujer transeúnte y los propios implicados en el mismo crimen, el ladrón Tajomaru y el asesinado, al que se contacta por medio de espiritismo.
Se trata de un relato genial, irónico, crudo, lleno de imaginación estilística y en el que la realidad se mezcla de golpe con lo mágico. Una joya polifónica con final sorprendente.
"Rashomon" es el que sigue. Es de 1915 y narra un encuentro en la puerta de Rashomon, una de las puertas de Kioto, durante la convulsa Era de Heian. Es un cuento en el que también se mezclan hechos que entrechocan entre sí, y es un cuento violento, oscuro, negro incluso, en el que se retratan las peores pasiones humanas, las que surgen en épocas de desorden y salvajismo, y en el que se pone a quién lo lee ante un dilema moral brutal, sin medias tintas. Una obra maestra que, como he dicho, inspiró junto a la anterior el filme de Akira Kurosawa.
El género cambia radicalmente en "Gachas de batata y arruruz", de 1916, que es la sátira de un samurái que es humillado constantemente por sus compañeros y sus superiores y que es víctima de una broma pesada y cruel. Es una historia de perdedores sobre el deseo y la frustración y sobre la obsesión que históricamente ha existido siempre en Japón por el rango.
De 1916 es también "La nariz", otro de los relatos imprescindibles del autor, que narra aquí una parábola muy lúcida sobre la vida espiritual y la vida material, sobre las apariencias y el interior de la persona, por medio de la historia de un monje que, aunque es un monje, valga la redundancia (alguien que supuestamente existe alejado de las perfidias cotidianas del mundo o que supuestamente debe haberlas superado) vive atormentado por su enorme y fea nariz.
En "El dragón", de 1919, Akutagawa insiste en la sátira y narra una historia que tiene dentro otra que versa sobre un dragón y una laguna y que acaba extendiéndose a la "realidad". Disecciona con fino humor el poder de las leyendas y las habladurías y cómo influyen en las personas.
El siguiente relato, "El jardín", de 1922, nos sumerge en una irónica crónica familiar con comportamientos contrapuestos de hijos diferentes y con otro final reflexivo y a la par sorprendente donde el paisaje es un personaje más (el referido jardín del título).
"Un pedazo de tierra" es de 1923 y se trata de una historia triste y muy lúcida sobre cómo una muerte condiciona a toda una familia a llevar una vida atrancada en un presente que nunca avanza. Aplicable a situaciones universales de todo momento y de todo lugar.
De 1918 es "El mártir", y es un cuento muy curioso, porque describe la relación de Japón con el cristianismo, que, aunque no es una religión autóctona ni tan extendida como otras, tiene cierto poder en ciertas zonas como Nagasaki (algo que yo desconocía hasta leerlo).
"El mártir" narra la ascensión y caída de un joven dentro de este mundo cristiano y retrata un ambiente oscuro, beato, en el que yo veo un ojo crítico hacia el fanatismo religioso y la concepción de esta religión occidental de la moral.
"La fe de Wei Sheng", de 1919, me parece un cuento sorprendente y uno de los mejores de la compilación: tiene una premisa curiosa, que va en un in crescendo intrigante hacia una resolución brutal que el lector no espera y que muestra un retrato humano y del amor desolador. Fantástico.
De 1918 es "Hilo de araña", en el que Akutagawa se interna en la pura mitología y en la fantasía para narrar una historia moral protagonizada por el propio Buda y en la que se exploran los conceptos del paraíso y del infierno.
Del mismo año es uno de los cuentos más famosos del autor, el siguiente: "Keisa y Morito". Se trata de una preciosa pero terrible historia de amor narrada en forma de monólogo por sus dos protagonistas, los que dan título a la obrita. Una vez más, el escritor toma varios puntos de vista y los contrapone para crear una realidad llena de complejidad y de aristas.
"El saludo", de 1923, es otro de los mejores relatos según mi opinión: una preciosa historia de anhelos frustrados que tiene como escenarios andenes y trenes. Muy romántica y delicada y con un desenlace sorprendente, lúcido y revelador más.
"Heichu, genio del amor", de 1919, es una suerte de relato de un Don Juan japonés que desarrolla cómo el ser un genio de alguna disciplina (como la seducción) puede llevar a alguien a ser profundamente infeliz. El desenlace, en el que Akutagawa introduce una vez más voces diferentes para complementar la historia, propone otra reflexión muy interesante.
Termina el volumen con "Relato de Yonosuke", cuyo personaje tiene algunos paralelismos con el mencionado Heichu, del cuento anterior. Es una sátira con un cierto toque melancólico, más ligera que otras historias anteriores, pero con la lucidez habitual del autor para retratar los sentimientos humanos impresa.
No están aquí todos los cuentos de este maestro, pero creo que ésta es una buena muestra de sus obras más básicas y una colección ideal para iniciarse en su mundo. Sí me gustaría tener, en algún momento, unas obras completas suyas. Ryunosuke Akutagawa es una de las voces más personales e importantes de la historia de la literatura japonesa.
Tomo nota de este autor y este libro. Tengo la película en pendiente desde hace bastante.
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