ARIZONA BABY de Joel e Ethan Coen - 1987 - ("Raising Arizona")
Tras debutar con “Sangre fácil”, su primer filme negro, los hermanos Joel e Ethan Coen cambian radicalmente de registro para rodar su primera comedia: esta genial “Arizona Baby” (la filmografía de los Coen se puede dividir en líneas muy generales en dramas y en comedias, aunque a veces incursionan en otros géneros y a veces, también, la línea que los separa es muy difícil de vislumbrar).
En ella cambian completamente de estilo para regalarnos una alocada cinta que homenajea en sus formas y en su estética a los dibujos animados clásicos, en especial a los míticos de la Warner (lo han dicho miles de veces, pero es que se ve demasiado claro: las referencias al Coyote y al Correcaminos son constantes en esta obra).
En un profundo desierto colorista de personajes estrambóticos y un tanto inexplicables se desarrolla la historia de amor de un ladrón reincidente y una policía que, queriendo llevar una vida “normal” (es decir, adecuada al cánon políticamente correcto de familia clásica y "feliz" del Sueño Americano), se casan, adquieren una humilde caravana para vivir y, faltándole los hijos para ser una "familia completa", pues no pueden tenerlos, se deciden a robar uno a alguien que no lo va a echar de menos porque tiene otros cuatro todavía (una familia rica que, además de abundancia monetaria, tiene abundancia de niños -nótese la ironía de los hermanos Joel e Ethan-).
Los Coen, una vez más, y no sería la última, critican como he señalado a la sociedad norteamericana y a su sueño de la familia perfecta con la aventura de esta pareja caricaturesca de la clase baja (absolutamente desternillantes Nicholas Cage y Holly Hunter, que demuestra con son unos actores geniales con montones de registros) que quieren, simplemente, "ser como los demás": una familia típica con críos, sobre todo con críos.
No lo consiguen en un principio por no poder tener a los deseados niños, pero también por la condición del padre de ex preso al que se le niega la apertura de las puertas de la reinserción social.
El humor, como vendría siendo en su filmografía posterior, es paródico (sobre todo paródico con los grandes mitos de los USA), absurdo y canalla, muy canalla (“Arizona Baby” se emparienta muchísimo con la loca “El Gran Lebowski”, la obra tal vez más canalla, valga la redundancia, de los hermanos).
Finalmente la acción, frenética a lomos de una cámara no menos frenética y de un montaje de inteligente ritmo, no deja parar un momento al espectador, gracias también a un guión agilísimo y plagado de gags memorables entre los que destaca la lucha final del protagonista contra el “motero del infierno” (¿una parodia desmitificadora de los viajes interiores y exteriores hacia la redención?). Lo pasarán muy bien con “Arizona Baby”. Y no crean: también se emocionarán.
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