EL SIGNO DE LOS CUATRO de Arthur Conan Doyle - 1890 - ("The Sign of Four")
"El signo de los cuatro", la segunda novela de Sherlock Holmes, perfecciona las premisas de "Estudio en escarlata" y asienta el que a partir de este momento va a ser el universo del detective más famoso del mundo, que se expandirá sin cesar en relatos y en otras dos novelas.
Si "Estudio en escarlata" tenía el problema de la pérdida de ritmo que creaba su historia secundaria, esto no ocurre ya en esta segunda aventura de la saga. Todas las líneas que maneja Arthur Conan Doyle están perfectamente hilvanadas, desplegadas, desarrolladas aquí, y con consecuencia.
La maestría para el thriller, para el "noir" de este gran escritor está ya brillando con toda su luz en "El signo de los cuatro", una novela que además tiene una galería de personajes absolutamente apabullante, inolvidable.
Todas las pistas, todos los indicios, todos los crímenes, llevan, a través de un relato cargado de ritmo, con la información escrupulosamente dosificada, al desenlace redondo de un caso redondo. Este libro es uno de esos de empezar y terminar: no se puede soltar.
Es delicado y frenético, es interesante desde la primera línea, es divertidísimo y, además, es un retrato social de su época certero y crudo, y de todo tipo de pasiones humanas: desde el amor hasta la avaricia o la ambición pasando por las complicadas relaciones entre hermanos o la podredumbre del dinero.
Hay además en "El signo de los cuatro" una "escena de acción" totalmente vertiginosa y excelentemente narrada que debería estudiar cualquier persona que quiera dedicarse a la escritura: la de la persecución nocturna a través del Támesis.
Esta escena es una obra maestra sin ningún tipo de discusión; emocionante, trepidante, delirante, divertida. De pura película, aunque suene tópico decirlo. Quien quiera ser director de cine también debería estudiarla.
Y, como he dicho, los personajes de la segunda novela de Sherlock Holmes son apabullantes. Los villanos son geniales, los secundarios están perfectamente desarrollados, y en especial Watson se convierte en un gran protagonista de la trama al conocer a Mary Morstan, carácter femenino muy propio de su época machista pero que también exhibe una gran dignidad ante la adversidad.
"El signo de los cuatro" es una novela negra inolvidable que, además, desarrolla todavía más al excéntrico Holmes, que aquí muestra algunos inesperados momentos de pura humanidad dentro de su carácter casi siempre neutro, excéntrico, altivo, hiperactivo, exquisito, asexual, misógino. El mito se sigue configurando de cara a los relatos que vendrán.
Queda comentar algo que, junto al señalado machismo, es muy propio de su momento: el tratamiento del "indígena" es el que imaginan. Personaje secundario genial, indispensable en la trama, es también un retrato lleno de prejuicios propio del colonialismo inglés. Estamos en el año 1890: es esperable.
Si "Estudio en escarlata" tenía el problema de la pérdida de ritmo que creaba su historia secundaria, esto no ocurre ya en esta segunda aventura de la saga. Todas las líneas que maneja Arthur Conan Doyle están perfectamente hilvanadas, desplegadas, desarrolladas aquí, y con consecuencia.
La maestría para el thriller, para el "noir" de este gran escritor está ya brillando con toda su luz en "El signo de los cuatro", una novela que además tiene una galería de personajes absolutamente apabullante, inolvidable.
Todas las pistas, todos los indicios, todos los crímenes, llevan, a través de un relato cargado de ritmo, con la información escrupulosamente dosificada, al desenlace redondo de un caso redondo. Este libro es uno de esos de empezar y terminar: no se puede soltar.
Es delicado y frenético, es interesante desde la primera línea, es divertidísimo y, además, es un retrato social de su época certero y crudo, y de todo tipo de pasiones humanas: desde el amor hasta la avaricia o la ambición pasando por las complicadas relaciones entre hermanos o la podredumbre del dinero.
Hay además en "El signo de los cuatro" una "escena de acción" totalmente vertiginosa y excelentemente narrada que debería estudiar cualquier persona que quiera dedicarse a la escritura: la de la persecución nocturna a través del Támesis.
Esta escena es una obra maestra sin ningún tipo de discusión; emocionante, trepidante, delirante, divertida. De pura película, aunque suene tópico decirlo. Quien quiera ser director de cine también debería estudiarla.
Y, como he dicho, los personajes de la segunda novela de Sherlock Holmes son apabullantes. Los villanos son geniales, los secundarios están perfectamente desarrollados, y en especial Watson se convierte en un gran protagonista de la trama al conocer a Mary Morstan, carácter femenino muy propio de su época machista pero que también exhibe una gran dignidad ante la adversidad.
"El signo de los cuatro" es una novela negra inolvidable que, además, desarrolla todavía más al excéntrico Holmes, que aquí muestra algunos inesperados momentos de pura humanidad dentro de su carácter casi siempre neutro, excéntrico, altivo, hiperactivo, exquisito, asexual, misógino. El mito se sigue configurando de cara a los relatos que vendrán.
Queda comentar algo que, junto al señalado machismo, es muy propio de su momento: el tratamiento del "indígena" es el que imaginan. Personaje secundario genial, indispensable en la trama, es también un retrato lleno de prejuicios propio del colonialismo inglés. Estamos en el año 1890: es esperable.
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