El cómic de "Buñuel en el laberinto de las tortugas" es de 2008 ya, y por suerte ha sido reeditado en color. Su autor, Fermín Solís, exploraba en él, convirtiendo al gran director español en un personaje de ficción, su aventura en la región extremeña de las Hurdes en busca de sacar adelante su tercera película, en la que quiso retratar la miseria del que entonces era el lugar más pobre de toda España.
Ahora, tenemos en los cines su adaptación en forma de obra animada. Y es una cinta maravillosa, al igual que lo es el referido cómic. Muy similares ambos, pero con un estilo visual diferente, narran la loca historia de Buñuel y de su amigo Ramón Acín, su productor.
Pintor y escultor anarquista oscense, Acín, tras prometerle al director de "El ángel exterminador" que si le tocaba la lotería financiaría su siguiente película, tuvo que hacerlo porque, efectivamente, le tocó la lotería (150.000 pesetas de 1931). Sí, a veces la realidad supera a la ficción.
El filme, de Salvador Simó Busom, presenta una animación más "naif" que la que sugiere el cómic, pero clava perfectamente, a pesar de ello, su esencia y su ambiente y también a sus personajes.
Ambas obras me han parecido dos maravillas necesarias. Suena a tópico decirlo, pero creo que lo son. Más allá de lo que nos pueda interesar a los seguidores de Luis Buñuel la delirante aventura de "Las Hurdes. Tierra sin pan", "Buñuel y el laberinto de las tortugas" es un alegato a favor del artista y de la necesidad de reconstruir la realidad, por muy cruda y fea que sea, para acabar con la hipocresía y los prejuicios.
En las dos obras, centradas en el retrato psicológico del cineasta, con acertadas metáforas y símbolos, se trata de bucear en lo que él sintió en aquellos frustrantes años treinta en los que su obra era odiaba tanto en España, su país natal, como en Francia, el de acogida, en donde había conseguido estrenar "Un perro andaluz" y "La edad de oro" y, sin embargo, también había sido marginado por una sociedad beata y rancia.
Más importante a veces que el retrato del propio Buñuel es el de Ramón Acín, uno de los mejores amigos que nunca tuvo: solidario, luchador, comprometido con su mundo. La relación de los dos es conmovedora.
El director de "Viridiana", que siempre ha sido visto como un tipo algo huraño, es mostrado con una humanidad que parece que sólo puede sacar Acín (y aún así, no se escatima en mostrar los episodios más polémicos de este rodaje: la tortura y el asesinato de dos animales, una cabra montesa y un burro, en pos del arte).
Ramón Acín es, pienso, una figura que hay que reivindicar. Artista como Buñuel, algo olvidado, fue un auténtico pionero de la lucha por mejorar la sociedad en una sociedad, valga la redundancia, que le daba la espalda primero y que, posteriormente, acabó con él: fue fusilado en su Huesca natal por los sublevados durante la Guerra Civil Española, el 6 de agosto de 1936 (su esposa también sería asesinada de la misma forma diecisiete días después).
"Las Hurdes. Tierra sin pan" fue un escándalo más en la lista de escándalos de Luis Buñuel, y fue fulminantemente prohibida en 1933 por el gobierno de la Segunda República y, también, en 1937, por el francés. Por suerte, su creador nunca se rindió y siguió rodando como pudo para seguir poniendo patas arriba a la sociedad de su tiempo.
"Buñuel en el laberinto de las tortugas" merece la pena en sus dos versiones por trascender la anécdota de un rodaje accidentado para convertirla en el reflejo de una lucha universal contra la injusticia utilizando las armas de la verdad.
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