Después del gran éxito de “Batman Forever”, Joel Schumacher se puso a trabajar con rapidez en la que iba a ser su siguiente película y la cuarta entrega de las aventuras del defensor de Gotham: "Batman & Robin". Y obtuvo (y miren que era bien difícil) resultados infinitamente peores (unos resultados del todo deleznables).
El ambiente vuelve a ser el mismo, pero mucho más hiperbólico en todos los aspectos. Gotham es ya un puro circo/opereta colosal glam/kitsch/camp/pop: el neón literalmente se sale de la pantalla y hasta los objetos más insignificantes desprenden algún tipo de fosforescencia.
El empalagoso aspecto visual de “Batman & Robin” no importaría de todas formas hasta cierto punto (hay algunos a los que la Gotham de Schumacher no les desagrada) si el guión mereciera un mínimo la pena. Pero no: el guión no hay por donde cogerlo.
Si “Batman Forever” era plana e infantil, “Batman & Robin” es una película que en puerilidad se queda incluso por debajo de la serie de Adam West y Burt Ward a la que pretende, como aquella, imitar u homenajear.
Sus diálogos son los más vergonzosos que he escuchado nunca en una cinta comercial (y miren que los hay horribles). Pongamos varios ejemplos que he podido sacar de Internet: -Alfred: “Señor, ¿les dejo listas las pizzas?”, -Batman: “Nunca salgo de casa sin la Bat-Tarjeta”, -Robin: “Yo también quiero un coche, eso enrolla a las nenas”, -Batman (respondiéndole): “Por eso Superman trabaja solo” o –Batgirl (dirigiéndose a Poison Ivy): “Mujeres como tú hacen que las chicas queden siempre mal”.
De puro infarto, pero hay más. La película es un encadenamiento lineal y sin ritmo ninguno de interminables escenas de acción que son un compendio de chorradas pirotécnicas (montadas de forma videoclipera) a cada cual más absurda: lucha en bat-patines sobre hielo, surfing aéreo, carreras ilegales, vuelos imposibles…
Los personajes ya no son simplemente planos: ya es que parece que no han salido de ninguna parte y, además, son verdaderamente de vergüenza ajena. Batman (ahora George Clooney tras el abandono de Val Kilmer) y Robin (de nuevo Cris O’Donnell) sólo viven para discutir por el traicionero amor de Poison Ivy, que les seduce de la manera más infantiloide nunca vista (y ellos caen en sus garras y repiten sin parar).
Esta Poison Ivy es, sin ninguna duda, el peor papel de Uma Thurman en toda su carrera: si pretende ser seductor lo que consigue es dar risa. Lo mismo le ocurre a la Bat Chica que interpreta Alicia Silverstone: su ridículo disfraz y su actitud de niña de instituto desata la carcajada.
Pero no acaba aquí la galería, porque tenemos como malo malísimo a un Señor Frío interpretado por el mismo Arnold Schwarzenegger (que se llevó una gran parte del presupuesto de la película y que aparecía en los créditos antes que el propio Clooney) que es para llorar.
Hay villanos sin carisma, y otros a los que dan ganas de estrangular. Él es uno de ellos, una suerte de Terminator congelado (él mismo lo definió así) que no hace sino trazar planes absurdos e inútiles y soltar idioteces sin descanso intentando parecer frío y distante y logrando asemejarse a un juguete mecánico.
Y luego, está Bane. Sí, ya apareció en esta película, aunque algunos, por suerte, lo han olvidado. Y por supuesto queda reducido a una bestia estúpida que no sabe ni hablar. Y nos quedamos tan panchos.
Después de este desastre de película que no gustó ni a los niños pequeños, la saga se paralizó un tiempo. Por suerte, Joel Schumacher no se encargaría de su oportuno reinicio: sería Christopher Nolan.
El ambiente vuelve a ser el mismo, pero mucho más hiperbólico en todos los aspectos. Gotham es ya un puro circo/opereta colosal glam/kitsch/camp/pop: el neón literalmente se sale de la pantalla y hasta los objetos más insignificantes desprenden algún tipo de fosforescencia.
El empalagoso aspecto visual de “Batman & Robin” no importaría de todas formas hasta cierto punto (hay algunos a los que la Gotham de Schumacher no les desagrada) si el guión mereciera un mínimo la pena. Pero no: el guión no hay por donde cogerlo.
Si “Batman Forever” era plana e infantil, “Batman & Robin” es una película que en puerilidad se queda incluso por debajo de la serie de Adam West y Burt Ward a la que pretende, como aquella, imitar u homenajear.
Sus diálogos son los más vergonzosos que he escuchado nunca en una cinta comercial (y miren que los hay horribles). Pongamos varios ejemplos que he podido sacar de Internet: -Alfred: “Señor, ¿les dejo listas las pizzas?”, -Batman: “Nunca salgo de casa sin la Bat-Tarjeta”, -Robin: “Yo también quiero un coche, eso enrolla a las nenas”, -Batman (respondiéndole): “Por eso Superman trabaja solo” o –Batgirl (dirigiéndose a Poison Ivy): “Mujeres como tú hacen que las chicas queden siempre mal”.
De puro infarto, pero hay más. La película es un encadenamiento lineal y sin ritmo ninguno de interminables escenas de acción que son un compendio de chorradas pirotécnicas (montadas de forma videoclipera) a cada cual más absurda: lucha en bat-patines sobre hielo, surfing aéreo, carreras ilegales, vuelos imposibles…
Los personajes ya no son simplemente planos: ya es que parece que no han salido de ninguna parte y, además, son verdaderamente de vergüenza ajena. Batman (ahora George Clooney tras el abandono de Val Kilmer) y Robin (de nuevo Cris O’Donnell) sólo viven para discutir por el traicionero amor de Poison Ivy, que les seduce de la manera más infantiloide nunca vista (y ellos caen en sus garras y repiten sin parar).
Esta Poison Ivy es, sin ninguna duda, el peor papel de Uma Thurman en toda su carrera: si pretende ser seductor lo que consigue es dar risa. Lo mismo le ocurre a la Bat Chica que interpreta Alicia Silverstone: su ridículo disfraz y su actitud de niña de instituto desata la carcajada.
Pero no acaba aquí la galería, porque tenemos como malo malísimo a un Señor Frío interpretado por el mismo Arnold Schwarzenegger (que se llevó una gran parte del presupuesto de la película y que aparecía en los créditos antes que el propio Clooney) que es para llorar.
Hay villanos sin carisma, y otros a los que dan ganas de estrangular. Él es uno de ellos, una suerte de Terminator congelado (él mismo lo definió así) que no hace sino trazar planes absurdos e inútiles y soltar idioteces sin descanso intentando parecer frío y distante y logrando asemejarse a un juguete mecánico.
Y luego, está Bane. Sí, ya apareció en esta película, aunque algunos, por suerte, lo han olvidado. Y por supuesto queda reducido a una bestia estúpida que no sabe ni hablar. Y nos quedamos tan panchos.
Después de este desastre de película que no gustó ni a los niños pequeños, la saga se paralizó un tiempo. Por suerte, Joel Schumacher no se encargaría de su oportuno reinicio: sería Christopher Nolan.
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