domingo, 24 de marzo de 2019

DUBLINESES. DUBLÍN ES EL MUNDO. DUBLÍN SOMOS TODOS


"Dublineses" fue el primer libro de narrativa de James Joyce tras su poemario "Música de Cámara". El gran escritor irlandés tuvo muchos problemas para publicarlo debido a que muchos de sus pasajes eran considerados obscenos y al uso de palabras malsonantes.

Aunque el primer relato, "Las hermanas", fue compuesto en 1904, la colección no llegó a las librerías hasta 1914, y no fue precisamente un gran éxito de ventas a pesar sus polémicas y escándalos.


Joyce, en un momento muy convulso para Irlanda (se independizaría del Imperio Británico por fin en 1921 tras la guerra que comenzó en 1919), retrató, por medio de historias diversas, las vidas cotidianas de los habitantes normales y corrientes de su Dublín natal, la ciudad que mejor conocía.

Según él mismo, "Dublineses" pretendía ser una "historia moral" de su país, y por ello eligió la capital como escenario, a la cual él llamó "el centro de la parálisis".

Las historias contenidas en este libro abarcan todas las clases sociales, todas las edades, todos los sexos, todos los estratos de la sociedad dublinesa de su momento. Importa en ellas el detalle: la revelación cotidiana, la epifanía; sienta las bases de lo que sería el resto de su corta obra, sobre todo de "Ulises".


Dublín, entonces una capital provinciana, es puesta a parir como símbolo del resto de Irlanda, igualmente pacata. Vida estancada en todos los aspectos: en el cultural, en el mental y en el social. Incluso los movimientos políticos tardan en arrancar en esta ciudad.

Joyce, en sus retratos, sugiere más que muestra. En cualquier pequeña acción del día a día hay una clave básica para retratar el espíritu maltrecho de la Irlanda de su tiempo.


Hay relatos más simpáticos, y otros más duros. Por ejemplo, "Duplicados" es sombrío y oscuro como pocos: un oficinista borracho paga su frustración laboral y vital dándole una paliza a su hijo.

En "Eveline", una muchacha se quiere fugar con un marinero para dejar atrás su vida aburrida y sin futuro. En "Dos galanes" conocemos a un par de timadores verdaderamente despreciables. Y en "Una nubecilla" un padre descubre que su hijo pequeño le ha quitado el amor de su esposa.


Destacan también "Un triste caso", una joya desoladora sobre el amor perdido, y por supuesto "Los muertos", el relato más largo y amargo, que adaptó John Huston de forma magistral al cine en 1987.

Pero todos son maravillosos sin excepción. Los más duros y los más ligeros. Y todos son cuadros magníficos de una Irlanda atrapada en una moral rancia y beata, en una división religiosa y política constante, en un colonialismo británico aplastante.

Pobreza, alcoholismo, delincuencia, frustración sexual, hipocresía, prejuicios, clasismo, soledad, machismo, matrimonios forzados, nacionalismo, activistas políticos divididos, enfrentamientos generacionales. Dublín es el mundo. Dublín somos todos.


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