1941 de Steven Spielberg - 1979 - ("1941")
El propio Steven Spielberg admitió, con respecto a "1941", que fue una de las más grandes y duras lecciones de su carrera: le pilló, según él mismo reconoció, lleno de arrogancia después de los exitazos de "Tiburón" y de "Encuentros en la tercera fase", y se dio un batacazo de crítica y de taquilla que fue auténticamente espectacular.
"1941" tiene un problema que es un error mortal en toda comedia que se precie: no tiene gracia. Con este punto de partida, no hay nada que hacer. Spielberg no se ha prodigado en este género prácticamente nada (esta película y algunos toques humorísticos en otras y paren de contar) y posiblemente sea, pienso, porque no se le da bien y porque aquí lo descubrió con dolor.
El humor de este filme, ambientado en la Segunda Guerra Mundial y que narra una invasión alemana y japonesa absurda a los USA, no funciona en prácticamente ningún momento. Es de tipo slapstick en general, y aunque el despliegue técnico del que hace gala es espectacular, todo consiste en romper cosas y romper escenarios mientras los protagonistas ponen caras con las bocas muy abiertas. Y así dos horas.
Tampoco ayudan estos protagonistas, que son montones (es una obra coral) y que no tienen ningún relieve ni atractivo y que, además, al aparecer tan poco, no dan pie a empatizar un mínimo con ellos. Y eso que están interpretados por un repartazo (lo es, absolutamente, y hay además hasta cómicos destacados en él que aquí no funcionan tampoco).
Todo en esta obra es una plasta repetitiva de escenarios siendo destrozados y carreras y gritos y humor tonto, repetitivo, sin pizca de la más mínima picaresca. La película se hace verdaderamente insoportable, interminable: es puro aburrimiento más allá de ver cómo un Spielberg desatado en la destrucción tira dinero a espuertas para cargarse escenarios y máquinas sin cesar.
"1941" se llevó tres Oscar: a la mejor fotografía, al mejor sonido y a los mejores efectos especiales. Los merecía, porque desde luego en lo visual es espectacular. Pero la espectacularidad visual en una comedia sin gracia no sirve para absolutamente nada. El primer resbalón de la carrera del Rey Midas de Hollywood. Por suerte, sabemos que se recuperó.
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