Tras haber reseñado, en el mes de enero, la primera saga oficial cinematográfica de James Bond, procedo a reseñar ahora, en marzo, las dos películas independientes que generó la franquicia de 007: "Casino Royale" (la de 1967) y "Nunca digas nunca jamás".
En 1952 Ian Fleming publicó la primera novela de la saga de James Bond, "Casino Royale", y ese mismo año, el productor y director Gregory Ratoff se hizo con sus derechos. Por desgracia, murió de leucemia a sus 63 años, y su viuda los vendió a Charles K. Feldman, que fue el artífice de una versión para la televisión de dicha novela que contó con un James Bond encarnado por Barry Nelson (y con el gran Peter Lorre dando vida a su enemigo de turno).
Tras el éxito de este telefilme (y el de la novela en la que se basaba, que encumbró a 007 como uno de los grandes héroes de la literatura de espionaje de la historia), el propio Fleming se puso manos a la obra junto al director Kevin McClory y al guionista Jack Whittingham para desarrollar una teleserie que fue cancelada.
Tras ello, ya llegaron, como todos saben, Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, que se hicieron con los derechos de todas las obras del escritor exceptuando a la mencionada "Casino Royale" para llevarlas a las grandes pantallas, en donde sí que funcionaron, y de sobra.
Así, su productora, EON, se ha encargado hasta la fecha de todos los títulos oficiales de las aventuras del espía británico.
Sin embargo, debido a numerosos problemas legales y de licencias, existen dos películas no oficiales basadas en el mundo del agente 007. Una es el filme de 1983 llamado "Nunca digas nunca jamás", remake de "Operación Trueno", la cuarta película de EON, producto nada más y nada menos que del antes mencionado Kevin McClory, que entabló una batalla legal contra Saltzman, Broccoli y contra el propio Ian Fleming para exigir que se le reconociese co-autor del mundo de James Bond, batalla que le salió bien a medias y que le permitió crear dicho filme, del que hablaré mañana.
Pues bien, la otra película no oficial sobre el mundo de James Bond fue precisamente "Casino Royale", ya que Charles K. Feldman tenía en su poder los derechos de esta novela.
En un principio, dicho productor, uno de los habituales de Columbia Pictures, trató de adaptar dicha obra escrita de una manera fiel, por lo que, contrariamente a Kevin McClory, quiso acercarse de buenas maneras a Saltzman y a Broccoli para rodar el filme junto a ellos y que éste perteneciese a la línea oficial de la productora de ambos.
Sin embargo no hubo, por desgracia, un acuerdo, por lo que Feldman entabló relaciones con Sean Connery para que protagonizase la película... Y él le pidió la exorbitada cantidad de un millón de dólares por hacerlo (estamos hablando de mitad de la década de los sesenta).
Feldman entonces decidió cortar de raíz con toda seriedad o relación con la saga de EON y rodar una comedia alocada que parodiase los filmes de James Bond. Sustentándose en lo más estríctamente básico de la primera novela de Fleming, el productor construyó un argumento base y lineal... Que entregó a varios guionistas, directores y actores para que improvisaran sobre él y que después se armaría como un conjunto.
Así, "Casino Royale", con un reparto estelar de ensueño (geniales todos sus componentes), fue un extrañísimo popurrí paródico de las aventuras del agente 007 dirigido nada más y nada menos que por cinco directores: John Huston, Val Guest, Kenneth Hughes, Joseph McGrafth y Robert Parrish (aunque el filme fue montado y ensamblado por Guest).
El resultado fue tremendamente fallido. Y es que este "Casino Royale" de 1967 que pretendía ser una obra maestra de la comedia caótica (fue un filme carísimo y muy ambicioso en su momento) no es más que, precisamente, un caos, pero un caos insufrible por sus pérdidas constantes de ritmo y por sus gags habitualmente sin la más mínima gracia.
Hay un buen montón de personajes que, aunque están interpretados de manera genial por unos actores y actrices soberbios, nadan en una sinrazón completamente descoordinada en la que se alternan unos muy pocos buenos momentos (como los exámenes de elección de nuevos James Bond o las escenas de espionaje en el extraño mundo expresionista alemán protagonizadas por Mata Bond) con un muy considerable puñado de escenas desgraciadamente patéticas por presentar un humor de tintes absurdos y surrealistas por lo general tontorrón y poco efectivo cuando no directamente vergonzante.
El filme estrella de Charles K. Feldman es un delirio desaforado de efectos especiales psicodélicos en el que las escenas están mal atadas (cuando no son completamente incoherentes), los tiempos de cada una están mal repartidos, el ritmo está mal llevado y pésimamente acompasado y el humor, su supuesto punto fuerte, está mal explotado y es inefectivo a casi todos los niveles.
Toda la primera parte del filme, en la casa de M, es infumable; el encuentro con Mata Bond está alargado en demasía, la seducción de James Bond II es innecesariamente extensa, la partida de cartas contra Le Chiffre es soporífera, la muerte del mismo James Bond II es absurda y además desentona en la trama, la aparición de la nave espacial no viene a cuento y el desenlace es brusco, facilón y gratuito (una vorágine de efectos especiales y de personajes chorras verdaderamente cansina que termina, como no, estallando por los aires).
Ni siquiera las actuaciones geniales del reparto de "Casino Royale" son capaces de sacarlo adelante. Y agárrense, porque en esta película participan nada más y nada menos que Peter Sellers, Orson Welles y Woody Allen (sin ninguna duda, los mejores papeles, aunque están muy mal explotados), Ursula Andress (haciendo homenaje a "007 contra Dr. No"), David Niven (que fue barajado como el primer Bond junto a Cary Grant), Deborah Kerr, John Huston o Jean-Paul Belmondo.
A pesar de resultar un filme pésimo en líneas generales, este "Casino Royale" de 1967 fue la tercera película más taquillera de su año (la superaron "El libro de la Selva" y "Sólo se vive dos veces", la quinta aventura del James Bond de Sean Connery). Desgraciadamente, Charles K. Feldman murió al año siguiente, 1968.
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