viernes, 12 de febrero de 2021

DIOS EMPERADOR DE DUNE. LA SAGA VUELVE CON SU LIBRO MÁS PARTICULAR

DIOS EMPERADOR DE DUNE de Frank Herbert - 1981 - ("God Emperor of Dune")

Aunque en su momento parecía que "Dune" iba a quedar cerrada en una trilogía, cinco años después de "Hijos de Dune" Frank Herbert volvió a su saga estrella con la que posiblemente sea una de sus obras más curiosas y diferentes: "Dios Emperador de Dune".

La tercera novela del universo de "Dune", la mencionada "Hijos de Dune", me resultó, como he comentado en este blog, repetitiva, pedante, pretenciosa, poco natural y sin demasiados alicientes: estancada en definitiva, muy a grandes rasgos.

Esta cuarta, con sus fallos, cambia radicalmente el estilo y el panorama de la saga y muestra a un Frank Herbert con ganas de innovar y de explorar nuevos caminos argumentales y narrativos.

Originalmente narrada al parecer en primera persona en su mayor parte, "Dios Emperador de Dune" acabó teniendo más escenas en tercera persona tras numerosas correcciones.

El protagonista es el Dios Emperador que da nombre a la novela: Leto II, ahora convertido en un gusano gigante y omnipotente que domina a la humanidad desde hace 3.000 años y que a la par que es adorado como un ser divino es también visto como un tirano.

Leto II ha dado todos estos siglos de paz a todos sus reinos: gobierna con mano de hierro y usa métodos expeditivos, pero lo cierto es que proporciona estabilidad y reprime con rapidez y eficacia toda conspiración o revuelta. También, para ello, se ha sacrificado a sí mismo: su vida como dios casi inmortal le ha costado su físico y su humanidad.

"Dios Emperador de Dune" podría ser calificada perfectamente como una "novela de dictador de ciencia ficción". Salvando su espacio, que es el galáctico, el interplanetario, define perfectamente el periplo de un líder apoltronado en el poder supremo.

Volvemos a tener el mensaje ecológico y la crítica a la figura mesiánica, al salvador endiosado y a la corrupción del poder, pero el asunto central de la saga se vuelca ahora en el dilema de la humanidad según Herbert: esta humanidad necesita expandirse sin cesar para evolucionar, pero la expansión trae la inestabilidad mientras que la paz trae el estancamiento y la muerte (de otra forma distinta, pero la trae).

Leto II controla a esta humanidad desde una omnipresencia que entronca con la eugenesia que ya se había tratado en otras entregas de la serie de novelas: él la guía y la salva de sus enemigos y demonios y, a la vez, la domestica y la priva de la libertad de elección por medio del control de la eterna especia.

"Dios Emperador de Dune" es compleja, muy compleja, y está llena de sugerentes preguntas. A veces ni el propio Herbert parece tener la solución al dilema central de la novela: a Leto II no le gusta ni la democracia ni el conservadurismo, y parece mantener a ambos sistemas a veces en un precario equilibrio enfrentado.

Es también este libro, además, un estudio sobre la soledad del poder. Leto II puede parecer un ser repugnante tanto física como psicológicamente, pero ciertamente también puede llegar a dar mucha, muchísima lástima. Su sacrificio desde "Hijos de Dune" es evidente: lo ha perdido todo por sus súbditos. Su soberbia, también: no deja de ser un tirano y, como todos los tiranos, si tiene que ser cruel y sanguinario lo es sin ningún problema (y además justificándose o autocompadeciéndose).

El maniqueísmo brilla por su ausencia: no sólo este personaje es redondo y vive en un gris constante lleno de actos magnánimos y actos viles. Todos los demás protagonistas y secundarios de "Dios Emperador de Dune" están muy bien definidos. Todos tienen claroscuros, todos tienen dudas, ya sea para adorar y salvar al gran gusano o para atacarlo y acabar con su reinado.

Frank Herbert se sumerge aquí además mucho más que en sus otras tres novelas en el mundo de "Dune". Aunque la acción vuelve a transcurrir en Arrakis (un planeta que ya se ha convertido en un vergel y en el que queda muy, muy poco desierto) las otras culturas, facciones y civilizaciones de la galaxia conocida están más desarrolladas que nunca: desde los tleilaxu hasta los ixianos pasando por lo que queda de los viejos fremen o por las guerreras Habladoras Pez que defienden a Leto II.

Hay también pasajes homófobos en la novela. Son pasajes que tienen esta homofobia en diálogos de personajes: no necesariamente han de representar el pensamiento de Herbert. No obstante, el autor fue acusado de esto en su día: queda muy en el aire pero ahí está.

"Dios Emperador de Dune" tiene poca acción comparada con sus antecesoras. Está llena de citas, de discursos, de monólogos o de diálogos largos. Sí, muchos de ellos son pedantes y pretenciosos. Ya lo eran en otras novelas como "Hijos de Dune". No obstante, la mayoría son interesantes y presentan ideas con muchas posibilidades para la reflexión y el debate.

Es "Dios Emperador de Dune" larga, además: muy larga. Se acerca a las seiscientas páginas y no siempre mantiene Herbert el ritmo: hay episodios magníficos y otros que no aportan demasiado. Y a pesar de su complejidad, parece también en algunos momentos más una novela de transición hacia las siguientes, un prólogo de la nueva trilogía que estaba por completarse.

La cuarta entrega de la saga del planeta desértico es posiblemente la más extraña y particular de todas las que su autor dejó escritas en vida. Se ama o se odia sin mucho término medio: hay fans de la serie que la ponen por las nubes y fans de la serie que la detestan. Con sus fallos, aprecio la valentía de Herbert a la hora de innovar y de aportar algo completamente diferente a su ciclo.

El mundo de "Dune" se seguiría desarrollando ya en "Herejes de Dune", que llegaría con más rapidez que ésta: en 1984. En los próximos meses la reseñaré.

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