jueves, 1 de agosto de 2019

LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE. UN RETORNO AL TERROR CLÁSICO E INTELIGENTE


"La maldición de Hill House" ha sido una de las series más alabadas del pasado año, y no es para menos, porque ha redefinido el género del terror en lo audiovisual en más de un aspecto, aunque tenga sus fallos y un desenlace algo decepcionante.

Mike Flanagan es un director que, poco a poco, y con sus cosas mejores y peores, ha ido, en plan "ensayo-error", creándose una filmografía en general apreciable, y esta adaptación seriada de la novela homónima de Shirkey Jackson le confirma del todo como la promesa del género que definitivamente es.


Puede que no sea una serie estrictamente innovadora y tampoco rompedora, pero sus diez capítulos cerrados son un ejemplo de, sobre todo, cariño y buen hacer.

"La maldición de Hill House" es puro terror clásico: es sugerencia, inteligencia, personajes desarrollados, ambientación de diez y estética bella y adecuada.

Sus sustos se basan en lo que se ve y en lo que no se ve, y casi nunca en ese efectismo barato de estruendos e imágenes burdas del que se abusa hoy tanto y con tan poca gracia.


Está llena en lo visual de planos extraños, de pasillos abiertos, de esquinas donde se notan cosas raras: es puro desasosiego constante, porque vemos sin parar que los escenarios cambian, que las sombras cambian, que hay algo indefinido al fondo del cuarto.

Este elemento, de por sí, ya hace a la serie especial y ya nos pone de los nervios (en el buen sentido). Esto es terror inteligente, del de verdad.


Luego, tenemos unos personajes maravillosamente desarrollados e interpretados, con conflictos reales con los que todos nos podemos identificar.

Los caracteres de "La maldición de Hill House", como en todo buen terror, son otro de sus grandes fuertes, y el plantel actoral que se encarga de darles vida está además absolutamente soberbio.


Por otra parte, la ambientación es genial: la casa, y todos los escenarios en general, dan miedo sin caer en lo exagerado, y la cámara se mueve virtuosa por ellos (inolvidable el capítulo que tiene más de la mitad rodada en una sola toma) y los efectos especiales son los justos y necesarios.

Finalmente, hay que decir que la trama es igualmente una delicia: es capaz Flanagan de coger los tópicos de siempre, los que nos sabemos de memoria, y darles una vuelta de tuerca inteligente y con estilo, brillante y fina.


Me sobra el desenlace, sí tengo que reconocerlo. Me parece lleno, este sí, de lugares comunes, y mal explicado y con lagunas de bulto por todas partes.

Sin embargo, un solo capítulo decepcionante, aunque sea el último, no se carga a otros nueve que son ejemplos de buen cine de terror. Un diez rotundo para "La maldición de Hill House". Ojalá la mitad de lo que se saca de su género fuese así.


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