miércoles, 13 de febrero de 2019

INDIANA JONES Y LA ÚLTIMA CRUZADA


Cuatro años después del experimento desenfrenado de “Indiana Jones y el Templo Maldito”, Steven Spielberg cerraba la trilogía del doctor Jones (fue trilogía durante casi veinte años y el público llegó a descartar completamente la aparición de una cuarta entrega) con un retorno a lo que mostró en la excepcional “En busca del Arca Perdida”. 

“Indiana Jones y la Última Cruzada” vuelve a seguir el esquema de aquella primera parte con algunos nuevos apuntes. El principal es la aparición como un segundo protagonista de Henry Jones, padre de Indiana interpretado con mucho carisma y con no menos cachondeo por Sean Connery, que se parodia a sí mismo desprejuiciadamente en algunos de sus papeles de aventurero (James Bond incluido).


El filme se sustenta en gran parte en el combate paterno-filial que mantienen él y Ford, combate que los desprestigia y ridiculiza a ambos (los dos son Don Juanes ambiciosos, cínicos, con fobias –serpientes y ratas respectivamente- y con algo de antihéroes) y que paradójicamente los une cuando la vida ya los había separado.


La guerra de sexos de Indiana con la mujer de turno que le acompaña tiene aquí menos importancia y Spielberg se centra en la mencionada paterno-filial, ya que además la “chica Jones” de esta entrega (bella Alison Doody) es una mujer fatal y pérfida cegada por la ambición desmedida que no duda un momento en traicionarle.


Cobran además mucha importancia como secundarios los personajes de Sallah y Marcus (John Rhys-Davies y Delholm Elliott), que retornan a la saga (únicamente aparecieron en la primera entrega –y Marcus muy brevemente-) como auténtico tándem cómico verdaderamente desternillante (impagable la escena de “Corra…”) y como genial comparsa de los héroes principales.


El resto es bastante similar a “En busca del Arca Perdida”: existe un objeto misterioso (en este caso el Santo Grial) y lo quieren tanto Indy y sus amigos como los nazis, que repiten como villanos junto a un solvente Julian Glover, que da vida a Donovan, un millonario con ansias de gloria que caerá a manos del propio tesoro que busca (como Belloq y sus acompañantes caen al abrir el Arca de la Alianza).


Las frenéticas escenas de acción alternan sin cesar con otras en las que el protagonista es el suspense y el misterio (las escenas que faltaron en “Indiana Jones y el Templo Maldito”) mientras que las localizaciones van de nuevo cambiando constantemente (Venecia, diversas zonas de Alemania, la ciudad de piedra de Petra…).

Como ven, el esquema y el desarrollo de “Indiana Jones y la Última Cruzada” es casi un calco del de la aventura inicial del doctor Jones. Eso no quita que la cinta sea endiabladamente divertida.


Spielberg sabe introducir las novedades justas y explotar lo que ya creó para ofrecer una entrega dignísima que es más de lo mismo… Y que no pretende ser otra cosa.

Está llena de escenas para el recuerdo (todo el prólogo con el malogrado River Phoenix dando vida al joven Indy, la persecución en lancha por los canales de Venecia, la huida del castillo en Alemania, la nueva persecución -ahora en moto y con tanques-, el delirante encuentro cara a cara con Hitler, Henry Jones y su paraguas “asustando” a los aviones de guerra, las tres pruebas de Indiana Jones, el genial desenlace con la elección de las copas…), de humor, de homenajes a las anteriores entregas, de romanticismo épico y, además, el personaje de Connery aporta la dosis necesaria de frescura al conjunto. Pocos directores saben repetirse con la maestría de Spielberg.


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