Inmediatamente después de la cruda parábola social que era "No es país para viejos", su adaptación de la novela homónima del gran escritor Cormac McCarthy, los hermanos Coen se lanzaron a rodar "Quemar después de leer", una película ya mucho más ligera (suelen alternar este tipo de obras entre otras más "serias" -entiéndanse las comillas-) pero que no por ello es una creación menor en su filmografía.
Descrita por ellos mismos como "una historia sobre la idiotez" o "un duelo entre idiotas", "Quemar después de leer" es una comedia de nuevo negrísima (marca de la casa) que parodia a las películas de espías y de conspiraciones gubernamentales y que sumerge al espectador en otro de sus habituales juegos de casualidades donde seres estrambóticos de toda clase se encuentran (y se "desencuentran") para desatar la carcajada.
Los personajes son uno de los grandes valores de la película: todos delirantes, todos tiernos (incluso los antipáticos), todos "idiotas", vienen además interpretados por un plantel actoral excelente y henchido de carisma (entre el que destaca, pienso, un Brad Pitt en estado de gloria cómica en el que es uno de sus mejores papeles).
Los hermanos Joel e Ethan Coen vuelven a desplegar la historia con un ritmo ágil y dinámico que no deja parar un segundo y que atrapa desde el primer momento. Los diálogos son una delicia de la ironía, y los gags son una joya, los más y los menos sangrientos y brutos.
La película contiene, además, otro despiadado retrato social de la idiosincracia de los USA, la otra gran marca de la casa del cine de los directores de "Barton Fink". Los personajes retratan a un país estúpido, absolutamente imbécil, embrutecido, clasista, violento y víctima de la búsqueda de un Sueño Americano ya podrido y pervertido desde hace mucho tiempo. Puro cine Coen.
"Quemar después de leer" puede dar la impresión de ser una obra más olvidable dentro de una filmografía habitualmente irreprochable: no lo es. Es pura ironía loca y pura diversión ácida. No se la pierdan.
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