JOY DIVISION. PLACERES Y DESÓRDENES de varios autores - 2018 - ("Joy Division. Placeres y desórdenes")
Joy Division fue una de las bandas más particulares, inimitables e inclasificables de la historia de la música. Ha influido en generaciones y generaciones de artistas (y sigue influyendo) y, aunque ha dejado su impronta única bien marcada, nadie ha podido copiarla en ningún aspecto. Son intransferibles.
Joy Division, además, es tristemente famosa por el suicidio de su vocalista, Ian Curtis, cuando tenía solamente 23 años. Eso, con todo lo contradictorio que pueda tener, tuvo mucho que ver también en que se convirtiese en un mito de forma definitiva.
En el mundo de la música, las muertes tempranas dejan huellas en todos los aspectos: ha pasado con infinidad de artistas y de grupos, desde los mismos Rolling Stones hasta The Doors pasando por Janis Joplin, Jimi Hendrix, Nirvana o Amy Winehouse.
Errata Naturae editó en 2018 este fantástico libro, "Joy Division. Placeres y desórdenes", donde reunió una variada e interesantísima colección de ensayos cortos sobre esta formación de Manchester que, tras la referida muerte de Curtis, acabó transmutándose en otra igualmente mítica y revolucionaria: New Order. Algo que también es difícil de lograr (y que da fe de que el talento de Joy Division estaba en todos sus miembros, no solamente en el mencionado Curtis).
Como siempre hago en estos casos, me voy a limitar a comentar los ensayos que se incluyen en estas páginas. De esta banda hay material interminable, y de grandes expertos (cosa que yo no soy).
Sí que voy a comentar que, como esperarán, me encantan Joy Division. De breve y rompedora vida, fue un grupo que tendió un puente entre épocas y que expresó como nadie la depresión de la edad moderna y en concreto de esa Inglaterra y sobre todo de esa Manchester de finales de los setenta y principios de los ochenta de falta de oportunidades y de empeoramiento de condiciones laborales, de frustración vital, de familias obreras aisladas en barrios sin personalidad y en paisajes industriales destrozados.
Sus letras, enigmáticas muchas, hablan de todo esto y de más: de las consecuencias emocionales de este entorno insalubre que devoró al propio Curtis pero en el que también floreció un arte musical revolucionario (Joy Division, New Order, Happy Mondays...) y también de juerga y de excesos. Porque, a pesar de ser aquella ciudad obrera dada de lado y llena de problemas, Manchester en los setenta y en los ochenta fue también una fiesta.
Los tres primeros ensayos de este libro están dedicados, en parte, a proponer una visión general pero muy cercana de lo que fue Joy Division.
El primero se titula "Joy Division. Que alguien se lleve estos sueños", y es nada más y nada menos que de Jon Savage, el mítico periodista musical y también escritor especializado en el movimiento punk (y en otros tantos) que vivió de cerca el fenómeno de la banda.
Como introducción es perfecto: pone en situación a los lectores, delinea lo que fue la escena de su día y se detiene en explicar el inicio y el final de Joy Division tras el suicidio de Curtis (y varias de sus consecuencias).
"No más placeres", el segundo ensayo, es de otro grande: Mark Fisher, conocido como "K-Punk". El teórico de la cultura popular elabora otro retrato del momento del grupo pero se centra especialmente en su poder para captar la mencionada depresión colectiva de los tiempos modernos. Es el ensayo del ambiente emocional en el que se movieron Curtis y sus amigos. Curiosamente, Mark Fisher se suicidó también, hace muy poco tiempo: el 13 de enero de 2017.
En "¿Un futuro para vivir?" los profesores Germán y Jorge Cano hablan de Joy Division desde sus experiencias en España, donde no eran tan conocidos como otros contemporáneos, y enlazan con una disección de su momento a nivel político y cultural donde cobra especial fuerza otra figura mítica que, de alguna manera, se contrapone con la de Ian Curtis: la de David Bowie.
El escritor, editor y activista cultural Servando Rocha nos entrega el cuarto pasaje, el excelente "Una conversación sin fin". Nos regala un exhaustivo y documentadísimo estudio sobre el grupo lleno también de emoción y homenaje a partir de vivencias suyas y desde la ciudad de Bruselas.
"Cómo comercializar la discapacidad: Ian Curtis y Joy Division" me parece uno de los ensayos más interesantes de la colección. La profesora especialista en autismo Mitzi Waltz y el catedrático de industrias musicales Martin James elaboran un texto interesantísimo, crítico y con pasajes demoledores sobre la discapacidad en el mundo del arte, sobre su utilización comercial por parte de la industria y sobre su capacidad para crear la diferencia y la leyenda con todos sus claroscuros.
La figura que se estudia, por supuesto, es la de Curtis, que padecía epilepsia, agorafobia y que luchó durante su corta vida contra la depresión.
El sexto ensayo está en esta línea, aunque ahora lo que estudia es la cultura de la muerte y su relación con la banda. Se titula "Culturas de la muerte de Ian Curtis", lo escribe Eloy Fernández Porta, crítico cultural y profesor que elabora un recorrido interesantísimo por las mitomanías de la muerte y de sus espacios basándose, de nuevo, en la figura de Curtis (aunque lo veo extrapolable a muchas otras, especialmente en el mundo de la música, donde las muertes de jóvenes estrellas siempre han tenido ese morbo y ese aura legendaria que he comentado arriba).
El profesor de Teoría del Arte Alberto Santamaría elabora en "Nos sentíamos forasteros. El arte del extrañamiento en Joy Division" otro retrato más histórico y emocional de la banda en base ahora a una cronología muy acertada y en base a explicaciones de partes reveladoras de su material lírico y filosófico. Magnífico.
"Rastros de ceniza. Joy Division en España", del periodista y crítico Eduardo Guillot, me parece otro de los artículos más acertados de la colección. Como su título adelanta, explora la influencia que la banda de Manchester tuvo en España en su momento y más allá. Y no, no fue una influencia explosiva, por lo menos en sus inicios, aunque haya acabado siendo mítica, como lo es en el resto del mundo.
En "Pulsating Star", un artículo de tono más experimental y muy revelador, Antonio Arias, músico mítico de grupos como Lagartija Nick o Los Planetas, explora la figura de Curtis y de Joy Division desde una óptica novedosa y desde la ciudad de Granada, una de las cunas de la música moderna española y una ciudad conectada con el arte global desde cientos de puntos de fuga diferentes.
El profesor y músico Garikoitz Gamarra, también conocido como GGQwuintanilla, nos habla por otra parte en "Ian Curtis, desde Santurce a Bilbao", de cómo Joy Division influyó en su vida desde la adolescencia y cómo, también, influyó en su arte y en el de toda su generación.
Finalmente, en "El sagrado colectivo", Daniel Alonso, vocalista y letrista de la banda Pony Bravo, cierra la colección de ensayos con otro estudio sobre el grupo anclado ahora en otra ciudad muy diferente a Manchester, pero muy famosa también por sus corrientes artísticas y por su influencia en el arte español y mundial: Sevilla.
"Joy Division. Placeres y desórdenes" es un fantástico caleidoscopio de miradas diversas, de toda nacionalidad, de todo estilo, de toda profesión, que nos ayuda a ahondar en la esencia de, como he dicho, una banda inimitable que sintetizó hasta sus últimas consecuencias el espíritu de toda una época.