lunes, 11 de enero de 2021

007 CONTRA DR. NO. EMPIEZA UNA DE LAS SAGAS MÁS MÍTICAS DE LA HISTORIA

007 CONTRA DR. NO de Terence Young - 1962 - ("Dr. No")

James Bond, el agente 007, fue creado por el inglés Ian Lancaster Fleming, escritor que, como su archiconocido personaje estrella, fue un espía al servicio de su país: trabajando para la Armada Real Británica durante la Segunda Guerra Mundial, participó en la “Operación Ultra Network” contra el servicio secreto alemán. 

Se comenta que fue, además de espía, un mujeriego sibarita y algo crápula, como también lo es el propio Bond. 

En 1952 Ian Fleming publicó la primera novela de la larguísima saga de este agente, “Casino Royale”, y ese mismo año, el productor y director Gregory Ratoff se hizo con sus derechos, aunque, al morir de leucemia a sus 63 años, su viuda los vendió a Charles K. Feldman, que fue el artífice de una versión para la televisión de dicha novela que contó con un James Bond encarnado por Barry Nelson (y con el gran Peter Lorre dando vida a su enemigo de turno). 

Tras el éxito de este telefilme (y el de la novela en la que se basaba, que encumbró a 007 como uno de los grandes héroes de la literatura de espionaje de la historia), el propio Fleming se puso manos a la obra junto al director Kevin McClory y al guionista Jack Whittingham para desarrollar una teleserie que fue cancelada. 

Tras ello, el productor Harry Saltzman, al que se le unió Albert R. Broccoli, se hizo con los derechos de todas las obras del escritor exceptuando a la mencionada “Casino Royale” para llevarlas a las grandes pantallas, en donde sí que funcionaron, y de sobra. 

A partir de aquí, comenzó la larguísima saga cinematográfica de James Bond (que fue encarnado por Sean Connery, aunque el personaje pasaría a otros actores en el futuro) de la productora EON, comandanda por Saltzman y Broccoli (y que pasó a los descendientes de este último).

Hay que señalar que, si bien dicha productora se ha encargado de todos los títulos oficiales de las aventuras del espía británico hasta la fecha, existe una película de 1983 llamada “Nunca digas nunca jamás” que es una versión independiente de “Operación Trueno”, la cuarta película oficial, y que es producto de Kevin McClory, que entabló una batalla legal contra la mencionada EON y contra el propio Fleming para exigir que se le reconociese co-autor del mundo de James Bond. 

La cosa le salió bien a medias: fue reconocido co-creador de la organización criminal SPECTRA (los villanos principales de las primeras siete películas de 007 exceptuando “James Bond contra Goldfinger”) y de su líder, el mítico Blofeld. 

Esto le dio además el derecho de crear la mencionada “Nunca digas nunca jamás”, que contó con Sean Connery de nuevo como protagonista (el cual llevaba doce años retirado de la franquicia -entonces el papel del espía británico lo hacía ya Roger Moore-). 

Y es que Ian Fleming había utilizado parcialmente el guión del proyecto que desarrolló junto a McClory y Jack Whittingham para su novela “Operación Trueno”… Guión que no era completamente de su autoría.

Las numerosísimas aventuras de James Bond en la gran pantalla han sido dirigidas por un variado grupo de directores de muy diversa clase (los hay buenos, mediocres y terribles), aunque, sin ninguna duda, los artífices de todas ellas fueron Harry Saltzman y Albert R. Broccoli (y especialmente este último). 

No voy a hablar de los directores de las películas de la saga de 007 porque sería injusto, a algunos de ellos, presentarlos con una obra o unas obras que a veces no fueron más que encargos y sobre las que no tuvieron todo el poder que quisieron (los mencionados Saltzman y Broccoli fueron, casi, los verdaderos directores de las entregas de esta gran epopeya, y, más tarde, sus descendientes). 

Ya respecto al agente protagonista de sus creaciones, ha estado hasta ahora encarnado por seis actores (Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig) que han hecho de su personaje un ser atemporal y que ha tenido distintos comportamientos y modos de actuar (a menudo nada coherentes, sobre todo teniendo en cuenta que hasta la llegada del último, Daniel Craig, no hubo un reinicio de la saga). 

James Bond es todavía hoy uno de los productos ingleses más rentables de la historia junto a The Beatles, un héroe de la Guerra Fría que ha logrado ir más allá de este momento histórico (pocos lo han conseguido y muchos menos lo han logrado con una mínima dignidad), una de las principales figuras de la literatura y del cine de espionaje, aventuras y acción y hasta un icono del pulp y del pop.

“007 contra Dr. No” fue la primera y hoy mítica aventura de James Bond en la gran pantalla, que fue encarnado por el no menos mítico Sean Connery (tras haber estado a punto de ocupar su lugar David Niven o Cary Grant, que fueron descartados por cobrar mucho más que el entonces menos conocido escocés). 

Adaptación fiel de la sexta novela del personaje, la película sentaba las bases de lo que sería el universo Bond, sus caracteres principales, su ideario (hoy extremadamente rancio, sobre todo en lo referente a sus primeras cintas) y la estructura de sus tramas. 

James Bond es un agente infalible que, aunque se encuentra a punto de morir en innumerables ocasiones, siempre se sale con la suya y acaba con su enemigo de turno en el último momento. Es guapo, apuesto, ligón, muy fuerte y ágil, diestrísimo con las armas de fuego (y realmente con cualquiera que se proponga manejar), entendido en ciencia y en tecnología, muy patriota, serio pero con un toque cínico y ligeramente chistoso. 

Además, siempre viste y se peina de manera impecable y sofisticada, es un sibarita amante de la comida y de la bebida exquisita y para colmo un excelente jugador de juegos de azar. Un ser perfecto acorde con la época y, por supuesto, machista, muy machista, y misógino, muy misógino: estamos hablando de una saga que empezó en 1962. 

Quedó, además del suyo, delineado el canon de antagonista típico de la saga (en este caso particular este antagonista era el Dr. No): un individuo megalómano, tan inteligente como el propio Bond y a menudo de aspecto repugnante, desconsiderado y cruel incluso con sus aliados, habitualmente muy rico, poseedor de guaridas rocambolescas y llenas de lujos escondidas en lugares inverosímiles y apartados, amante de las trampas estrambóticas (fosos de tiburones, pirañas o cocodrilos; rayos láser, sillas electrificadas, trampillas sobre abismos, baños de oro, laberintos…) en las que suelen caer los secuaces que le decepcionan o el propio Bond y que a menudo se ve perdido por su propia ambición, confianza desmedida o egolatría. 

Otro aspecto que queda dispuesto es el de la “chica Bond” (aquí la sex simbol Ursula Andress), que, sexy por encima de todo y luciendo modelitos de moda ajustados o sugerentes, sería una distinta en cada filme. 

En los primeros, no haría más que fastidiar al agente 007 buscando su protección (que él otorga con gusto y claro interés sexual): posteriormente, conforme el machismo se va alegando de la serie, sería su aliada y le ayudaría en su misión de turno y algunas llegarían a ser sus intereses amorosos.

Igualmente, quedan configurados los principales secundarios de la saga: el jefe M (el gran Bernard Lee, que encarnaría al personaje hasta “Moonraker”) cuyo trabajo consiste en encargar las misiones a Bond, además de sufrir sus constantes chistes cínicos; el inventor Q (aquí Peter Burton, aunque el más famoso sería Desmond Llewelyn, que aparecería a partir de “Desde Rusia con amor” y que se despediría en “El mundo nunca es suficiente”), que también sufre los chistes de Bond y que en cada filme presenta un grupo de nuevos inventos para su arsenal (y para que se luzcan los efectos especiales); la secretaria Moneypenny (Lois Maxwell, que ocuparía este papel en las 14 primeras películas de la saga), loca por los huesos de Bond y resignada a recibir todas sus negativas y bromas cínicas (además de sus juegos sexuales que no llevan a ninguna parte) y Felix Leiter, el agente de la CIA que, de aparición muy intermitente en la saga, es el mejor amigo de Bond y uno de sus grandes aliados. 

Este último personaje, aquí interpretado por Jack Lord, no fue potenciado lo suficiente en los filmes de EON (cosa que no gustó nunca a los fans de las novelas de Ian Fleming, en las que tenía muchísima más relevancia) ya que Saltzman y Broccoli temían que su persona eclipsase a la del propio Bond. 

Por ello, Leiter es interpretado en cada filme por un actor distinto (salvo en “Vive y deja morir” y en “Licencia para matar”, en los que es encarnado por David Hedison, y en “Casino Royale” y “Quantum of Solace”, en los que le la vida Jeffrey Wright).

“007 contra Dr. No” es una divertidísima película de acción y aventuras situada en un paraje exótico, el Caribe (los filmes de James Bond están habitualmente ambientados en localizaciones de este tipo) en el que el espía encarnado por Sean Connery se enfrenta, junto a la buscadora de perlas Lynda Ryder y junto a Felix Leiter, al Dr. No, un villano de antología interpretado magistralmente por Joseph Wiseman, que borda un papel que hizo historia: el de un megalómano oriental al más puro estilo Fu-Manchú que, además, pertenecía a una de las organizaciones criminales más famosas de la historia del cine: a la mencionada SPECTRA, de la que salió el principal surtido de antagonistas de toda la primera etapa de las aventuras de Bond exceptuando “James Bond contra Goldfinger”. 

Además del mil veces imitado y caricaturizado Dr. No, otra aparición estelar marcó al público de la época: la de la mencionada buscadora de perlas, la primera “chica Bond” de la historia, una bella y voluptuosa Ursula Andress (¿Quién olvida su mítica aparición en bikini saliendo del mar?) que se convirtió en uno de los grandes ídolos sexuales de la década de los sesenta.

Entre los méritos de “007 contra Dr. No” se encuentran los del excelente tratamiento de la acción que hace Terence Young, el primer director de la saga, que sabe equilibrar perfectamente el frenetismo de la aventura con el suspense y que, además, logra una ambientación genial y enrarecida de toques fantásticos y pulp heredera consciente de la serie B y de la primera ciencia ficción en el séptimo arte. 

Esta excelente cinta no sólo sentó los esquemas de la larguísima saga del agente 007: montones de obras de su momento y de hoy en día se basan en ella para narrar historias de héroes que se enfrentan a hombres que quieren dominar el mundo. 

Fue, por supuesto, un éxito de taquilla descomunal que propició que, hasta hoy en día, sigan rodándose películas basadas en las aventuras de su héroe. 

Ian Fleming, por desgracia, apenas pudo disfrutar de este éxito: murió de un repentino infarto en 1964 con solamente 56 años y sólo pudo ver estrenadas las dos primeras películas de su creación estrella, la hoy comentada y la siguiente, “Desde Rusia con amor”.

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