Es una lástima que ciertas películas a veces no tengan la repercusión que se merecen. La animación europea entrega desde hace décadas joyas y maravillas que suelen salirse de la moda del 3D (estilo al que no desprecio en absoluto pero que a veces lo acapara todo) y que suelen ser bastante poco conocidas.
El francés Rémi Chayé debutó en 2015 en el largo animado con esta preciosidad que es "El techo del mundo", una película realizada con animación tradicional basada en fondos planos y capas que tuvo numerosos premios y nominaciones a premios en prestigiosos festivales de cine de animación como el de Angulema y el de Annecy.
"El techo del mundo" narra una historia feminista: la de la lucha de una joven en la Rusia de 1882 por alcanzar su sueño; llegar al Polo Norte.
Esta chica, Sasha, pertenece a la alta sociedad de San Petersburgo, y después de que su abuelo, explorador, desapareciese en el mencionado polo, es obligada por sus padres a contraer matrimonio con un hombre rico y estúpido.
Ella no quiere este destino y escapa, y se hace a la mar con un grupo de marineros para cumplir su sueño con las indicaciones y mapas que dejó su abuelo.
Rémi Chayé nos lleva por el clásico viaje iniciático de una joven en un ambiente hostil y elabora una fábula contra el machismo y sobre la igualdad y contra la opresión de la mujer por medio de tradiciones y convencionalismos absurdos.
Sasha es fuerte, es independiente y no se resigna a aceptar la vida de mediocridad que le quieren imponer, y contamina con su energía a sus compañeros de viaje.
El filme es, como los mejores filmes de animación, tanto para los niños como para los adultos. Las escenas duras no se esquivan en absoluto, y hay momentos de desesperación en la expedición que muestran lo peor del ser humano cuando está sometido a las peores presiones de la lucha contra la naturaleza indómita y contra sus semejantes.
Tampoco es "El techo del mundo" un filme maniqueo de ninguna de las maneras: los personajes no son planos, no son ni buenos ni malos, sino que viven todos en una escala de grises total que cambia sin cesar y que les hace a veces viles y a veces valerosos, a veces egoístas y a veces bondadosos, a veces desesperados y a veces esperanzados y llenos de fuerza.
Y la animación es deliciosa, desde el diseño de los personajes hasta el de los escenarios, cargados de fuerza evocadora, pasando por unas escenas de acción y aventura espléndidamente desarrolladas.
En especial, el uso del color me parece una maravilla: es capaz de captar los matices de las tierras del norte del planeta con una luz brutal y a la vez romántica muy difícil de conseguir.
"El techo del mundo" es una obrita maestra que hay que reivindicar y mostrar sin cesar. Rémi Chayé tiene pendiente todavía estrenar aquí su segunda película: "Calamity, una enfance de Martha Jane Cannary". Estoy deseando poder echarle un ojo.
El francés Rémi Chayé debutó en 2015 en el largo animado con esta preciosidad que es "El techo del mundo", una película realizada con animación tradicional basada en fondos planos y capas que tuvo numerosos premios y nominaciones a premios en prestigiosos festivales de cine de animación como el de Angulema y el de Annecy.
"El techo del mundo" narra una historia feminista: la de la lucha de una joven en la Rusia de 1882 por alcanzar su sueño; llegar al Polo Norte.
Esta chica, Sasha, pertenece a la alta sociedad de San Petersburgo, y después de que su abuelo, explorador, desapareciese en el mencionado polo, es obligada por sus padres a contraer matrimonio con un hombre rico y estúpido.
Ella no quiere este destino y escapa, y se hace a la mar con un grupo de marineros para cumplir su sueño con las indicaciones y mapas que dejó su abuelo.
Rémi Chayé nos lleva por el clásico viaje iniciático de una joven en un ambiente hostil y elabora una fábula contra el machismo y sobre la igualdad y contra la opresión de la mujer por medio de tradiciones y convencionalismos absurdos.
Sasha es fuerte, es independiente y no se resigna a aceptar la vida de mediocridad que le quieren imponer, y contamina con su energía a sus compañeros de viaje.
El filme es, como los mejores filmes de animación, tanto para los niños como para los adultos. Las escenas duras no se esquivan en absoluto, y hay momentos de desesperación en la expedición que muestran lo peor del ser humano cuando está sometido a las peores presiones de la lucha contra la naturaleza indómita y contra sus semejantes.
Tampoco es "El techo del mundo" un filme maniqueo de ninguna de las maneras: los personajes no son planos, no son ni buenos ni malos, sino que viven todos en una escala de grises total que cambia sin cesar y que les hace a veces viles y a veces valerosos, a veces egoístas y a veces bondadosos, a veces desesperados y a veces esperanzados y llenos de fuerza.
Y la animación es deliciosa, desde el diseño de los personajes hasta el de los escenarios, cargados de fuerza evocadora, pasando por unas escenas de acción y aventura espléndidamente desarrolladas.
En especial, el uso del color me parece una maravilla: es capaz de captar los matices de las tierras del norte del planeta con una luz brutal y a la vez romántica muy difícil de conseguir.
"El techo del mundo" es una obrita maestra que hay que reivindicar y mostrar sin cesar. Rémi Chayé tiene pendiente todavía estrenar aquí su segunda película: "Calamity, una enfance de Martha Jane Cannary". Estoy deseando poder echarle un ojo.
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