Adolf Hitler era un "personaje" con todas las letras. Cómo aquel austriaco mediocre y extraño que en su juventud fue un pintor bohemio llegó a hacerse con Alemania y con media Europa es algo que nos sigue intrigando y a la vez poniendo los pelos de punta.
Shigeru Mizuki es un autor esencialmente de terror o que, por lo menos, se ha hecho famoso creando mundos en los que explora el folclore de su país, Japón.
Su manga "GeGeGe no Kitaro" es una auténtica enciclopedia de la cultura de los "yokai", esas famosas criaturas de todo tipo (los hay desde espectros hasta demonios) que son hoy bastante conocidas en occidente por otras obras.
Este autor tiene también en su haber, sin embargo, una creación magnífica y sugestiva: "Hitler". Sí, en ella habla de la vida del dictador del Tercer Reich desde sus inicios como artista mediocre y frustrado hasta su bien conocida muerte pasando por todo el horror que desató.
Mizuki, que con veinte años fue enviado a luchar por su país al Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, vivió toda su vida traumatizado por esa experiencia. Sobrevivió a la malaria de milagro y perdió el brazo izquierdo en una explosión (y, siendo zurdo, tuvo que re-aprenderlo todo con la mano diestra).
Tan horrorizado quedó por la guerra que se planteó incluso el quedarse a vivir en Papúa Nueva Guinea con los nativos del lugar, apartado de todo y de aquel Japón imperialista y horrible al que al final acabó volviendo para no abandonar a su familia.
"Hitler" viene a ser una suerte de intento de explicar qué es lo que pudo llevar al mundo a semejante contienda planetaria y qué fue lo que buscaba el monstruoso personaje que le da nombre y que lo empezó todo.
Mizuki cuenta que, cuando tenía dieciocho años, estaba, como medio Japón, fascinado por aquel hombre que había surgido de la nada y que había llevado a una Alemania humillada y pobre a aspirar a ser la dueña de Europa y de más allá. Le obsesionaba tanto que intentó hasta dejarse su bigote (no pudo por ser demasiado joven todavía).
Este cómic narra, exhaustivamente, cómo llegó a ser lo que fue. Lo hace en un estilo directo y objetivo, en el que se insertan diálogos y escenas que se reconstruyen tal y como se dice o se sabe que sucedieron; echa mano de la ficción pero de forma escrupulosamente respetuosa.
No emite juicios sobre el tirano, pero la pregunta está constantemente en el aire: ¿cómo pudo aquel hombre que ni siquiera era alemán meterse en el bolsillo a un país entero?
Porque, como he dicho, Adolf Hitler es un personaje tan repulsivo como apasionante. Es apasionante como lo puede ser un Calígula, un Nerón, un Genghis Khan o un Enrique VIII.
Asistimos a su juventud bohemia y pobre, a sus intentos de ser pintor, a sus aventuras durante la Primera Guerra Mundial (con episodios verdaderamente delirantes, de pura película), a su despertar patriótico y a su posterior obsesión con la germanofilia, a sus primeros pasos en la política y a su ascenso meteórico desde prácticamente cero hasta lo más alto.
También presenciamos lo que ya conocemos de sobra: la imposición de un régimen totalitario, la persecución del pueblo judío, la creación de los campos de extermino, las declaraciones de guerra temerarias y masivas, las campañas sangrientas e interminables.
Y conocemos a Goebbels, a Eva Braun, a Göring, a Himmler, y también a Mussolini, a Stalin, a Churchill, a Tojo y hasta al mismo Francisco Franco (se retrata el capítulo en el que Hitler trata sin éxito de pedirle ayuda para sus campañas).
Hitler sobrevivió a atentados casi sin pestañear, se creó una leyenda propia, hizo lo que le dio la gana con un pueblo muy orgulloso que ni siquiera era el suyo, se transformó en un dios en vida, trató de exterminar a una cultura por completo y se enfrentó a países como el Reino Unido, Francia o Rusia a la vez (lo cual le llevó a la perdición al final).
Shigeru Mizuki aporta a la historia un dibujo que viene del género del terror, el que él solía trabajar más, y que le viene como anillo al dedo. Hitler y sus compinches a veces parecen caricaturas fantasmales, parodias de seres humanos, y se mueven en ambientes oscuros, grises, tristes.
Las centenarias ciudades germanas, sus castillos y sus villas, son a veces en este cómic casi mansiones abandonadas. Y eso le sienta genial a su estética, única, acertada, extremadamente personal.
"Hitler" es un manga genial y necesario, un manga que nos recuerda en cada página cómo los personalismos, los endiosamientos y el patriotismo delirante pueden llevar en cualquier momento a la tragedia a cualquier país, especialmente si ha sido previamente humillado, como lo fue Alemania por los vencedores de la Primera Guerra Mundial.
Shigeru Mizuki es un autor esencialmente de terror o que, por lo menos, se ha hecho famoso creando mundos en los que explora el folclore de su país, Japón.
Su manga "GeGeGe no Kitaro" es una auténtica enciclopedia de la cultura de los "yokai", esas famosas criaturas de todo tipo (los hay desde espectros hasta demonios) que son hoy bastante conocidas en occidente por otras obras.
Este autor tiene también en su haber, sin embargo, una creación magnífica y sugestiva: "Hitler". Sí, en ella habla de la vida del dictador del Tercer Reich desde sus inicios como artista mediocre y frustrado hasta su bien conocida muerte pasando por todo el horror que desató.
Mizuki, que con veinte años fue enviado a luchar por su país al Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, vivió toda su vida traumatizado por esa experiencia. Sobrevivió a la malaria de milagro y perdió el brazo izquierdo en una explosión (y, siendo zurdo, tuvo que re-aprenderlo todo con la mano diestra).
Tan horrorizado quedó por la guerra que se planteó incluso el quedarse a vivir en Papúa Nueva Guinea con los nativos del lugar, apartado de todo y de aquel Japón imperialista y horrible al que al final acabó volviendo para no abandonar a su familia.
"Hitler" viene a ser una suerte de intento de explicar qué es lo que pudo llevar al mundo a semejante contienda planetaria y qué fue lo que buscaba el monstruoso personaje que le da nombre y que lo empezó todo.
Mizuki cuenta que, cuando tenía dieciocho años, estaba, como medio Japón, fascinado por aquel hombre que había surgido de la nada y que había llevado a una Alemania humillada y pobre a aspirar a ser la dueña de Europa y de más allá. Le obsesionaba tanto que intentó hasta dejarse su bigote (no pudo por ser demasiado joven todavía).
Este cómic narra, exhaustivamente, cómo llegó a ser lo que fue. Lo hace en un estilo directo y objetivo, en el que se insertan diálogos y escenas que se reconstruyen tal y como se dice o se sabe que sucedieron; echa mano de la ficción pero de forma escrupulosamente respetuosa.
No emite juicios sobre el tirano, pero la pregunta está constantemente en el aire: ¿cómo pudo aquel hombre que ni siquiera era alemán meterse en el bolsillo a un país entero?
Porque, como he dicho, Adolf Hitler es un personaje tan repulsivo como apasionante. Es apasionante como lo puede ser un Calígula, un Nerón, un Genghis Khan o un Enrique VIII.
Asistimos a su juventud bohemia y pobre, a sus intentos de ser pintor, a sus aventuras durante la Primera Guerra Mundial (con episodios verdaderamente delirantes, de pura película), a su despertar patriótico y a su posterior obsesión con la germanofilia, a sus primeros pasos en la política y a su ascenso meteórico desde prácticamente cero hasta lo más alto.
También presenciamos lo que ya conocemos de sobra: la imposición de un régimen totalitario, la persecución del pueblo judío, la creación de los campos de extermino, las declaraciones de guerra temerarias y masivas, las campañas sangrientas e interminables.
Y conocemos a Goebbels, a Eva Braun, a Göring, a Himmler, y también a Mussolini, a Stalin, a Churchill, a Tojo y hasta al mismo Francisco Franco (se retrata el capítulo en el que Hitler trata sin éxito de pedirle ayuda para sus campañas).
Hitler sobrevivió a atentados casi sin pestañear, se creó una leyenda propia, hizo lo que le dio la gana con un pueblo muy orgulloso que ni siquiera era el suyo, se transformó en un dios en vida, trató de exterminar a una cultura por completo y se enfrentó a países como el Reino Unido, Francia o Rusia a la vez (lo cual le llevó a la perdición al final).
Shigeru Mizuki aporta a la historia un dibujo que viene del género del terror, el que él solía trabajar más, y que le viene como anillo al dedo. Hitler y sus compinches a veces parecen caricaturas fantasmales, parodias de seres humanos, y se mueven en ambientes oscuros, grises, tristes.
Las centenarias ciudades germanas, sus castillos y sus villas, son a veces en este cómic casi mansiones abandonadas. Y eso le sienta genial a su estética, única, acertada, extremadamente personal.
"Hitler" es un manga genial y necesario, un manga que nos recuerda en cada página cómo los personalismos, los endiosamientos y el patriotismo delirante pueden llevar en cualquier momento a la tragedia a cualquier país, especialmente si ha sido previamente humillado, como lo fue Alemania por los vencedores de la Primera Guerra Mundial.
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