viernes, 11 de diciembre de 2020

DEADWOOD. EL SALVAJE OESTE Y SU POLÍTICA COMO NUNCA LOS HEMOS VISTO

DEADWOOD de David Milch - De 2004 a 2006 - ("Deadwood")

El norteamericano David Milch lleva toda la vida trabajando para la televisión y creando series, algunas de ellas completamente fabulosas. 

Ha colaborado en temporadas de "Hill Street Blues" o "Murder One" y ha desarrollado, entre otras, creaciones como "Capital News", "Policías de Nueva York", "Brooklyn South", "Big Apple", "Deadwood", "John from Cincinnati" o "Luck".

"Deadwood" es una obra maestra. Así de sencillo. Fue injustísimo que la cancelasen tras su tercera temporada y que la dejasen con un final abierto cortado de un tajo hasta el pasado 2019, cuando la cerraron con una película (que comentaré mañana).

David Milch clavó uno de los mejores westerns de la historia. "Deadwood" está ambientada en la década de 1870 en el pueblo de pioneros que se convirtió en la ciudad de Dakota del Sur que hoy lleva su mismo nombre. Y la produjo la HBO, lo cual suele ser sinónimo de calidad indiscutible. 

Esta maravillosa serie es un western, como he señalado, pero no es un western "al uso". Poca acción vamos a encontrar en ella y, aunque también vamos a tener, desde luego, los esperables duelos de pistola, los disparos y las peleas de taberna, los encuentros con los indios o la lucha de la justicia contra el caos propia del género, lo que predomina en sus tres temporadas es el retrato político. 


Porque "Deadwood" es un western, sí, pero también es una serie histórica y, desde luego, política. Milch, utilizando a personajes ficticios y a un buen puñado de personajes reales que, de casualidad, pasaron por Deadwood durante alguna etapa de sus vidas, crea un fresco fascinante de ese salvaje oeste mítico que, sin embargo, va dejando poco a poco el paso al mundo capitalista norteamericano que conocemos, en el que el dinero se gana con papeles y no con armas.

"Deadwood" es un western crepuscular: los forajidos se están extinguiendo y tienen que adecuarse a los tiempos modernos (actuando ya más como mafiosos), los indios y los negros, aún marginados todavía, han dejado por lo menos en el norte de ser exterminados o esclavizados y ya forman parte de la sociedad americana; las ciudades se comen a los pueblos y a la naturaleza, llegan los nuevos inventos de una Europa siempre presente pero también cada vez culturalmente más lejana y la idea que hoy tenemos de los Estados Unidos de América cada vez cobra más fuerza entre anexiones de territorios y combates sin ya mucho sentido. 


"Deadwood" es una serie en la que las conversaciones, las alianzas, los discursos, las puñaladas (ya siempre por la espalda) y las comidillas políticas llevan la voz cantante, aunque estemos todavía en un pueblo siempre embarrado compuesto por una única calle con edificios bajos de madera. 

Y es innovadora por ello, porque le mete al western clásico que ya todos conocemos una vuelta de tuerca que pocas producciones han sabido practicarle con acierto pleno.

Todo en "Deadwood" es una delicia: los diálogos, el humor (mucho y abundante y a veces muy negro), el desarrollo de una trama que requiere mucha atención constante (muy enrevesada en su inicio, pero una joya cuando se le pilla el truco), la ambientación y, sobre todo, lo que hace grande a una serie, sus personajes. 


Seth Bullock, Al Swearengen, Calamity Jane, Wild Bill Hicock, Wyatt Earp, E.B. Farnum, Charlie Utter o John Hearst (sí, el antepasado del William Randolph Hearst que Orson Welles puso a parir en "Ciudadano Kane") son todos personajes históricos con un carisma apabullante, que sufren en su mundo cambiante, unos tratando de traer a este mundo la civilización y otros echando de menos el salvajismo libre y violento de antaño que ya no va a volver nunca. 

Los personajes no históricos también son fascinantes. Y todos están interpretados de forma soberbia: el elenco de "Deadwood" está en total estado de gracia y brilla y no deja de brillar en un sólo capítulo. 


En este sentido, hay que poner por las nubes al actor inglés Ian McShane, que da vida a Al Swearengen, el mejor personaje de la serie sin ninguna duda y casi el que podemos decir que lleva siempre la batuta; un viejo forajido sin moral, asesino, malhumorado, soberbio, pero con un humor y un carisma apabullante y fiel a sus amigos a pesar de todo.

Al Swearengen es el ejemplo perfecto del personaje medio de "Deadwood" y su culminación: es un superviviente y actúa según sus intereses. Es ambiguo, es una mala persona a todos los efectos pero a veces es extrañamente comprensivo con los pocos amigos que tiene, es un emprendedor salvaje (la base del capitalismo salvaje de los USA está en él) pero con arranques de humildad extraños (no le importa ponerse delante de todos sus subordinados a fregar el suelo de su taberna siendo el jefe). 


Los personajes de "Deadwood" están llenos de aristas, de secretos, de deliciosas ambigüedades. Todos son humanísimos, y tanto el más bondadoso justiciero esconde una parte mala como el más pérfido forajido esconde una buena. 

Fue una lástima, como he dicho, que esta serie fuese cancelada. Y aún así merece la pena, y mucho, muchísimo. No se la pierdan. Y más ahora que, con sus fallos, hay una película que la deja clausurada.

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