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lunes, 12 de agosto de 2019
LOS FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE. OCHO CUENTOS EN TORNO A MACONDO
Hace unas semanas comentaba aquí "La mala hora" de Gabriel García Márquez, uno de sus libros más políticos y uno de los menos recordados, eclipsado por sus grandes obras maestras.
Hoy, hablo del primer libro de relatos que publicó: "Los funerales de la Mamá Grande". Si bien sus primeros cuentos fueron recopilados en la colección "Ojos de perro azul" en 1972, fue éste libro el primero que reunió obras cortas suyas diez años antes.
"Los funerales de la Mamá Grande" está entre dos mundos en la obra de García Márquez: entre las historias del pueblo fluvial en el que se ambienta la mencionada "La mala hora", también de 1962, y "El coronel no tiene quien le escriba", de 1961, y "Cien años de soledad", que vería la luz en 1967.
En estos cuentos aparecen personajes y temas que son propios tanto de ese pueblo, geográficamente cercano a su mítico Macondo (y con caracteres que comparten historias comunes con sus vecinos), y el propio Macondo.
Muchos de los asuntos e historias que aquí se recopilan están directamente relacionadas con las vidas de estos dos lugares imaginarios y muchos han sido también reciclados por el escritor para historias posteriores.
Los ocho cuentos de "Los funerales de la Mamá Grande" parten de anécdotas pequeñas, cotidianas, y dibujan, por medio de la sugerencia, del gran poder evocador del autor, los ambientes políticos estancados y opresivos que hemos encontrado en sus novelas anteriores.
Todos suelen estar construidos con diálogos breves, y todos transpiran el poder del escenario que caracteriza tanto a García Márquez: esos pueblos de la Colombia caribeña o cercana al Caribe aplastados por el calor se pueden tocar y son un personaje más en este gran microcosmos que no paraba entonces de crecer.
"La siesta del martes" es un retrato de la desesperación de la pobreza magnífico, de los que se ven obligados a robar por necesidad y que encuentran la fatalidad en la pura marginalidad y en la hipocresía.
"Un día de estos" es una anticipación de una de las mejores escenas de "La mala hora": un dentista se niega a sacar la muela al alcalde de su pueblo y ha de ser obligado por la fuerza. En apenas dos páginas, se delinea un brutal panorama político lleno de odio.
"En este pueblo no hay ladrones" es una pequeña obrita maestra sobre un personaje tan perdido como despreciable: Dámaso, un joven que roba las bolas de billar del salón del pueblo, uno de los pocos lugares de diversiones del lugar junto con el cine, y desata una espiral de terribles sucesos que sirven a García Márquez para hablar de machismo (Dámaso es un parásito que vive de su mujer y de una prostituta), de clasismo y de racismo (la culpa del robo se la echan a un negro forastero porque sí).
Con un ritmo perfecto, este tercer relato de la colección se me antoja uno de los mejores, y es también el primero que está ambientado en el pueblo de "El coronel no tiene quién le escriba" y "La mala hora".
También lo está "La prodigiosa tarde de Baltazar", una preciosa y lírica alegoría del arte y del capitalismo, de la pobreza y de la riqueza, en la que aparecen viejos conocidos de dichas novelas como el matrimonio de los Montiel y el doctor Giraldo.
"La viuda de Montiel" nos mantiene un poco más en este pueblo para completar al odiado personaje de "La mala hora": una mujer cuyo marido se enriqueció con la persecución política de los demás (como don Sabas, el otro gran explotador del pueblo) y que, tras su muerte, vive en la tumba en vida de su propia gran casa, rodeada de lujos que no le sirven para nada.
"Un día después del sábado" sí se desarrolla ya en Macondo, y en sus líneas aparecen personajes clave de esta novela como Rebeca y el padre Antonio Isabel. Entra de lleno aquí el Realismo Mágico con la también famosa lluvia de pájaros de "Cien años de soledad".
Creo que este cuento, para mi uno de los más flojos de la colección, era un campo de pruebas de García Márquez, pues es algo confuso en su estructura y en su mensaje y, además, tiene bastantes incongruencias con respecto a la mencionada "Cien años de soledad".
"Rosas artificales" vuelve por última vez al pueblo fluvial del coronel que no recibía su pensión de veterano y recupera a Mina, la hacedora de rosas artificiales de "La mala hora", para retratar la frustración vital y sexual de los jóvenes en una historia de desencuentros generacionales duros e intransigentes.
LOS FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE
Y llegamos al final con el cuento que da título al libro: "Los funerales de la Mamá Grande", otro de los mejores y que vuelve de nuevo a llevarnos hasta el paisaje de Macondo para asistir al funeral de esta mujer que le da título y que domina el pueblo y en realidad toda Colombia desde su podio.
Se ha escrito y dicho mucho sobre la identidad de la Mamá Grande, sobre si existió realmente, sobre si está basada en algún personaje colombiano popular. Hay muchas interpretaciones, y creo que las más acertadas son las que la colocan como un símbolo de la tiranía.
La Mamá Grande, sin ser dueña real de nada, lo domina todo. Es una suerte de dictadora divina, una matrona monstruosa que se asienta en su linaje para hacer y deshacer a su antojo mientras despliega un culto a su personalidad tan materialmente impresionante como moralmente paleto.
Dictadora casi feudal, hunde sus raíces en toda Colombia y más allá y es apoyada por los militares y la Iglesia, como lo fueron tantos y tantos gobiernos despóticos de Sudamérica. Ella misma corrompe el sistema y ella misma lo arregla, y engaña a un pueblo atrasado e inculto con espectáculos y distracciones de lujo y pandereta.
Y, sin embargo, es humana a pesar de todo, y se enfrenta a sus noventa y dos años a la muerte en un proceso grotesco y bochornoso que simboliza la futilidad de esos intentos de los dictadores por controlarlo todo eternamente.
García Márquez lo expresa a la perfección cuando describe cómo el propio pueblo no asimila que la Mamá Grande se va a morir en breve, como una humana cualquiera, al haberla tenido endiosada durante tantas y tantas décadas.
Por medio de una sátira brutal, realizada con humor, el gran escritor colombiano se burla de las grandes oligarquías tiránicas, del poder centralizado, del fanatismo, y baja a sus líderes a pie de calle, a ese Macondo que por vez primera es un símbolo de toda Colombia, de toda Sudamérica y de todo el mundo.
Imprescindible y genial relato el que cierra esta primera gran colección del autor de "Cien años de soledad". No pueden dejar de leerla.
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